En el periodo isabelino en variada compleja. La disolución del régimen señorial en las desamortizaciones no alteraron sustancialmente la estructura de la propiedad de la tierra. Los antiguos señores salieron reforzados con el reconocimiento de propie

La nobleza española, en cuanto a élite terrateniente se refiere, salíó relativamente bien parada de la revolución liberal si la comparamos con la de otros países. Aunque es cierto que la pequeña nobleza, los hidalgos, sufríó un proceso de deterioro económico y social. En cambio la gran nobleza, constituida por un pequeño grupo de familias, incrementó su poder económico, ya que continuaron conservando la mayoría de sus tierras, convertidas ahora en propiedad privada, e incluso se hizo con nuevas propiedades provenientes de la desamortización. Sin embargo, a finales de siglo los patrimonios nobiliarios fueron decreciendo. El carácter rentista de la nobleza, el desinterés de la mayoría por los negocios, su afán de lujo y sus enormes gastos ocasionaron que se fueran endeudando y que dieran parte de sus propiedades para hacer frente a los pagos. El poder y la influencia de la nobleza no provénían solo de su riqueza. Durante la etapa moderada del reinado isabelino, los nobles conformaban el grupo de influencia en la Corte, formaban parte de las “camarillas” que rodeaban a Isabel II y conseguían privilegios y participación en los negocios y relaciones sociales.

La burguesía

El proceso de revolución liberal fue conformado por una burguésía vinculada a los negocios que resulto ser la otra gran beneficiaria de las transformaciones sociales, políticas y económicas del periodo. Desde la época de Mendizábal, una serie de activos negociantes, ligados al liberalismo, engrandecieron su fortuna con concesiones estatales o con operaciones de créditos. Además eran los inversores en Deuda Pública del Estado. Esta burguésía contaba con orígenes regionales diversos; procedía esencialmente del eje norteño y Andalucía.El proceso industrializador quedo limitado a unas determinadas zonas del país, y la burguésía industrial, básicamente catalana o vasca, ocupó un lugar secundario en la organización del aparato estatal. Lejos de la esfera del poder, esta burguésía se preocupo esencialmente por conseguir del Estado la necesaria política proteccionista para su incipiente sabiduría.

Las clases medias

Constituían una franja intermedia entre los poderos y los asalariados. Su escaso nº evidencia la polarización de la sociedad española y explica en parte la violencia que en las décadas siguientes tendrá la lucha social. Este grupo formaba un conglomerado que agrupaba a propietarios de tierras, comerciantes, pequeños fabricantes, profesionales liberales o empleados públicos. Eran propietarios pero su riqueza era mucho menor que la de las clases dirigentes. Su expansión va unida al desarrollo urbano y al crecimiento de la Administración y los servicios. Las clases medias compartían con los grupos poderosos el estilo de vida, las formas de ocio y el nivel de instrucción. Aunque su inferioridad económica los llevo a un nivel de vida mas privada y domestica.

La vida social burguesa:

La nobleza aportaba el pasado, el prestigio social y el reconocimiento público, con lo que muchos de los ricos buscaron a lo largo del siglo ennoblecerse. El peso de los terratenientes agrarios consolidó un modelo de burgués rentista, alejado del modelo emprendedor, dinámico y arriesgado del burgués industrial, abundante en otros países. A pesar de todo el peso del dinero como definidor de la categoría social se convirtió en un hecho en la nueva sociedad liberal y la ostentación de dicha riqueza definíó el nuevo gusto burgués. Las formas de ocio también cambiaron. Las diversiones pasaron a comercializarse y a convertirse en un producto al alcance de quien lo pudiera comprar. Las élites frecuentaban numerosos teatros de ópera, el espectáculo social más exclusivo. El peso y la influencia de la iglesia católica continuaron siendo muy importantes, dominando ciertos aspectos de la vida social, aunque una parte del liberalismo siguió mostrando su laicización. El papel de la mujer en la sociedad española del Siglo XIX venia determinado por el predominio de los valores burgueses, unido a la tradicional concepción católica y conservadora.

Artesanos:


En una considerable proporción las clases urbanas se dedicaron a los servicios. Casi la mitad de sus componentes, entre los que abundaban las mujeres, trabajaban en el servicio domestico, seguidos de los mozos de comercio o pequeños tenderos autónomos.Aunque los privilegios gremiales desaparecieron en la década de 1830, la pervivencia del mundo artesano continuo siendo muy importante en la España del Siglo XIX. Tanto las zonas rurales como las urbanas manténían un importante número de artesanos. Por último el crecimiento urbano y la nueva estructura del Estado liberal concentraron en las ciudades una serie de trabajadores de servicios relacionados con el crecimiento urbano. Empleados de limpieza, de alumbrado, de transporte, funcionarios de la Administración, etc.

La situación del campesinado:

La situación del campesinado durante el periodo isabelino es variada y compleja. La disolución del régimen señorial y las desamortizaciones no alteraron sustancialmente la estructura de la propiedad de la tierra.
En la actual Castilla- La Mancha, Andalucía y Extremadura, los antiguos señores no solo continuaron conservando en forma de propiedad plena sus posesiones, sino que salieron reforzados con el conocimiento de propiedades sobre las que solo gozaban de derechos. En cambio en Cataluña y Valencia, muchos arrendatarios enfitéuticos accedieron a la propiedad, estructurándose un grupo de pequeños y medianos propietarios. El hecho es que la tierra se volvíó a concentrar en pocas manos, y, sobre todo, en las de quienes no la trabajaban. El proceso histórico anterior había creado una gran variedad de situaciones en el campo español. Es difícil de distinguir entre el pequeño proletariado con una ínfima cantidad de tierra, el arrendatario sometido a la nueva situación de libertad del marcado, el mozo empleado o el jornalero sin tierras, verdadero asalariado agrario. Fuera cual fuera su situación los campesinos siguieron sujetos a las relaciones de tipo clientelar. Siguieron así sujetos en el que el peso del rico, del notable, del cacique, era enorme.

Los jornaleros sin tierra:

El proceso de reforma agraria liberal dio lugar en gran parte de la España agraria a la formación de un amplio grupo de campesinos sin tierra o con pequeñas parcelas que, al no tenerla salida de la industria, permanecieron en el campo como jornaleros. El “hambre de tierras” continuó y la mayoría de los campesinos vieron frustrados sus intentos de acceder a la propiedad e la tierra. El numero de jornaleros y mozos agrícolas aumento considerablemente en la mitad de Siglo XIX, pasando de unas 3.600.000 personas a casi 5.400.000. Así su presencia era predominante en la España al sur del Tajo.

El proletariado:

La aparición de la industria moderna supuso una organización del trabajo claramente diferente de la del antiguo sistema gremial. Las nuevas fábricas utilizaban una mano de obra asalariada conocida primero con el nombre de “operarios” y más tarde con el de “proletarios” Las reglas que regían este nuevo trabajo eran muy diferentes a las conocidas hasta entonces. El patrón compraba la fuerza de trabajo de un obrero a cambio de un salario. Si se trabajaba se cobraba, sino, no había salario. Las jornadas laborales eran de 12 a 14 horas en establecimientos oscuros, húmedos y mal ventilados. Mujeres y niños partir de 7 años eran a menudo empleados en las fabricas. Además la más mínima protesta implicaba ser despedido de la fábrica.Las condiciones de vida eran muy deficientes. Los salarios eran muy reducidos y daban para poca cosa más que comer. Las casas eran verdaderas chabolas o barracas. Además carecían de servicios de alumbrado. No es de extrañar que la vida media de un trabajador de Barcelona estuviera alrededor de los 19 años.

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