Mulas movidas por ruedas hidráulicas o maquina de vapor

La revolución industrial en


España se puede calificar como un fracaso/retraso respecto a otros países europeos. La agricultura daba bajos rendimientos con crisis de subsistencias y escasa capacidad de compra de la mayoría de la población, lo que hacia inexistente el mercado nacional.
La escasez de fuentes de energía y la posición periférica de España dificultaba la mejora de la economía. Además, hubo retraso en la transición demográfica con emigraciones y muy poca educación. La industria se limitó en dos focos, Cataluña y P.Vasco, pero eran poco competitivos lo que obligó a mantener políticas proteccionistas.

Uno de los principales obstáculos para el desarrollo industrial fue que la economía española dependía básicamente de la agricultura. Se trataba de una agricultura que daba rendimientos muy bajos, lo que provocaba continuos crisis de subsistencias, ya que la producción nacional no bastaba para satisfacer las necesidades de la población. Además, debido a la escasa capacidad de compra de la mayoría de la población, no se creó un mercado nacional. Destacamos otros inconvenientes que fueron: el retraso en la transición demográfica, la emigración y un número elevado de analfabetos (solo el 30% alfabetizada), lo que limitaba la creación de innovaciones. A parte, la posición periférica de España dificultaba las relaciones comerciales, la escasez del capital nacional provocaba que se recurriera al capital extranjero como el belga o el francés. Por último, la industria estuvo limitada en dos zonas, Cataluña y el País Vasco, lo que obligó tomar políticas proteccionistas, ya que eran poco competitivos y tampoco dispónían de muchas fuentes de energía, escasez de carbón. En España las principales industrias fueron la industria textil (la industria de algodón en Cat.) y la de siderurgia. Cataluña fue el centro de esta actividad fabril, debido a que desde el Siglo XVIII, había alcanzado un gran desarrollo económico, gracias al comercio con América, por la abundante mano de obra, por la mentalidad empresarial y por la política proteccionista que alejó los textiles ingleses. El desarrollo se basó en la introducción de nuevas técnicas como las mulas, movidas por ruedas hidráulicas o las máquinas de vapor, pero provocó diversas protestas por parte de los obreros. El resto de los sectores textiles se encontraban en Castilla y León (industria lanera), en Valencia, Murcia y Granada (la de seda) y la industria del lino, centrada en Galicia. Por su parte, la siderurgia fue un sector con muchas dificultades, ya que estuvo supeditada a las materias primas necesarias para su desarrollo: hierro y carbón, por lo que la explotación minera condiciónó la industria siderúrgica. La minería española, a pesar de la riqueza de los yacimientos, estuvo paralizada durante casi todo el Siglo XIX por la ausencia de demanda por el atraso económico y por la falta de tecnologías para su explotación. La Ley de Bases sobre Minas 1868, le dio un mayor dinamismo al sector, y favorecíó el auge de la minería. Además, la inversión extranjera y la desamortización del subsuelo, es decir, la venta de las explotaciones a manos privadas, favorecíó su desarrollo.


La exportación minera sirvió para desarrollar la siderurgia vasca y se crearon varias empresas como la de la familia Ybarra o los altos Hornos de Vizcaya. Aún así, la siderurgia española estuvo lejos de los niveles de otros países europeos. Entre otras actividades industriales destacan, los molinos que se dedicaban a moler granos o fabricar papel; las industrias derivadas de la explotación agraria, como la producción de aceite de oliva, vino, etc., y la industria mecánica que tuvo poco peso, su primer símbolo fue la fábrica El Vapor. La otras barreras que dificultaron la articulación de un mercado nacional eran de orden natural. Se hacía necesario construir vías para que fuera posible la comunicación entre distintas regiones, que eran muy montañosas. Los medios de transporte eran, las carreteras y caminos, el transporte marítimo y ferroviario. La mayor parte de la red viaria era deficiente y el transporte marítimo mejoró por la introducción de la navegación. La primera línea ferroviaria fue la de Barcelona-Mataró (1848). Se trataba de un modelo centralizado que unía Madrid con los principales focos económicos, además el ancho de la vía era mayor que el europeo. La ley de los ferrocarriles de 1855 aumentó la construcción ferroviaria debido a las facilidades y subvenciones que proporciónó. Se crearon unas veinte compañías ferroviarias, entre las que destacaron la MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante), el Ferrocarril del Norte o la de SJC (Sevilla-Jerez-Cádiz). En 1868 la revolución, La Gloriosa, frenó la construcción del ferrocarril por la crisis económica y de subsistencias.

Desde tiempos de Carlos IV la Hacienda española estuvo cargada de deudas, por ello se llevó a cabo la reforma de Mon-Santillán, que simplificó el sistema impositivo en dos tipos de impuestos: directos (contribución territorial, comercial e industrial) e indirectos (circulación de bienes, consumos y monopolios). Además, modificó el sistema fiscal: todo el mundo contribuía, pero los que tenían más riqueza lo hacían por debajo de su capacidad de pago, es decir, no era un sistema de impuestos progresivo y era insuficiente para cubrir los gastos. Otra medida para desarrollar el mercado nacional fue la implantación de la peseta como moneda oficial, y la creación de bancos de emisión de billetes y bancos de crédito, pero la crisis de la “burbuja ferroviaria” los llevo a la quiebra, quedándose el Banco de España con el monopolio de emisión. Durante el Siglo XIX los gobiernos españoles, los comerciantes y los agricultores debatieron entre la alternativa de una política proteccionista (aranceles altos) o la de una política librecambista (aranceles bajos). Los defensores del proteccionismo fueron, los industriales catalanes agrupados en “Fomento del trabajo nacional”, mientras que los de Librecambismo fueron los exportadores de productos agrarios y constructores de ferrocarriles (arancel Figuerola de 1869).

En conclusión, el país seguía siendo agrario, ya que la industrialización solo afectó a Cataluña y P.Vasco. La situación de la época era complicada, con pocos recursos y mucho gasto en la construcción de las líneas de ferrocarril. Hay historiadores que califican la industrialización de España como un atraso, y otros, que creen que fue un absoluto fracaso.

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