Regencia de María Cristina estatuto real

Al comenzar la regencia de M Cristina, el nuevo gobierno comenzó siendo absolutista, aunque proponiendo ciertas tímidas reformas, ante la extensión de la insurrección carlista y la falta de apoyos sólidos. Es por ello que se busca la adhesión de los liberales escogiendo como jefe de gobierno a Martínez de la Rosa, liberal moderado, que promulga el Estatuto Real de 1834. No se trata de una Constitución, sino que es más parecido a una carta otorgada, ya que no reconocía la soberanía nacional. El sufragio es censitario y extraordinariamente limitado. Para los liberales más radicales, este Estatuto Real era demasiado moderado. Aunque la Corona apoyaba a los moderados, la presión de los progresistas, el temor ante el avance de los carlistas y la necesidad de apoyos forzaron a la regente a iniciar un proceso de reformas liberales. Estas medidas provocaron el descontento de los privilegiados y, sobre todo, del clero, que presiónó a M Cristina para que destituyera a Mendizábal y paralizase el proceso. Los progresistas competan el proceso de desamortización, desvinculación de la tierra, abolición del diezmo y la extinción de los gremios que aún limitaban la industria y el comercio. Sin embargo, intenta conciliar al sector moderado y al progresista, por lo que deja al margen algunas cuestiones que se regularían después por leyes orgánicas, como el tipo de sufragio. Se convocan elecciones, y, por la nueva ley electoral, el sufragio será censitario y muy restringido, aunque no tanto como en el anterior Estatuto Real. El período de regencia de Espartero siguió a grandes rasgos la línea progresista de desmantelamiento del régimen señorial y desamortización eclesiástica, pero cada vez había más divisiones entre los progresistas y la presión de los moderados, incitada desde el exilio por M Cristina, junto con el autoritarismo del regente, desgastaban el régimen cada vez más. En respuesta a esto, en Barcelona se produjo un fuerte levantamiento, al que Espartero respondíó bombardeando la ciudad. Estos hechos hicieron que el regente perdiera el apoyo de sus antiguos partidarios liberales.


Las elecciones de 1844 dieron la mayoría a los moderados, presididos por el general Narváez, que impulsó una política basada en el liberalismo moderado. Este debía sustentarse en el predominio del orden y la autoridad, con férreas medidas represivas contra los progresistas, muchos de los cuales optan por exiliarse. La Constitución es marcadamente católica. La vida política se desarrollaba en torno a las «camarillas» que buscaban el favor real o gubernamental, al margen de la vida parlamentaria. Fue su proyecto de reformar la Constitución para fortalecer el poder ejecutivo frente el del parlamento, lo que encendíó el descontento de los progresistas, así como de algunos moderados y amplias capas de la sociedad, que se veían marginados de la vida política. De este modo, una nueva revolución en 1854 permite que los progresistas regresen al poder. El levantamiento tiene lugar en Vicálvaro en 1854 , y a su frente se coloca el general O’Donnell, un moderado descontento que funda un nuevo partido, la Uníón Liberal, que pretendía ser una opción de centro entre moderados y progresistas. Al pronunciamiento pronto se unen también grupos progresistas, jefes militares y grupos de civiles, que protagonizan levantamientos en diversas ciudades. La presidencia recae en Espartero, que pacta con O’Donnell, y se convocan elecciones según la legislación de 1837, que presentaba un censo electoral más amplio. Se prepara una nueva Constitución, la de 1856, de carácter progresista, que no llegaría a ser promulgada . Se lleva a cabo un ambicioso plan de reformas económicas, comenzando por una nueva desamortización, la de Madoz, más amplia que la de Mendizábal. Espartero dimitíó y la reina confió el gobierno a O’Donnell, que ayudó así a derribar el gobierno que él mismo había colocado en el poder dos años antes. Este es un período de estabilidad política, con intervención de los moderados, la Uníón Liberal y los progresistas, quedando al margen los carlistas y demócratas. En 1863 sube al poder Narváez, al frente de los moderados, y la estabilidad de años anteriores comienza a desmoronarse. Se impone de nuevo la forma autoritaria de gobierno, al margen de las Cortes y de otros grupos políticos. Los progresistas, además, cada vez estaban más cerca de los demócratas, y ante su marginación política, pasaron de nuevo a la insurrección con su apoyo. En 1866 se produce la insurrección de los sargentos del cuartel de San Gil, con la adhesión de progresistas y demócratas y un levantamiento popular en Madrid. Los unionistas se pusieron en contra del gobierno, acercándose a los progresistas.

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