Transformación Económica de España: De la Autarquía Franquista al Desarrollismo (1939-1975)

Contexto Histórico: 2018

Análisis de Fuentes Históricas

Primero: En este caso, la primera fuente es primaria y pública: se trata del fragmento de una entrevista concedida por Franco a la revista Candide, en la que el dictador defiende la autarquía. La segunda fuente es primaria y testimonial: es un informe en el que se realiza un diagnóstico sobre la pobreza y el hambre que afectaban a la mayor parte de la población en los años cuarenta.

Segundo: En el primero, se aborda la situación económica y social de la posguerra a partir de un discurso propagandístico cuyo objetivo es justificar el viraje autárquico del régimen y proyectar en el extranjero una situación del país ajena a la realidad social. En el segundo, la idea principal es reflejar el sufrimiento de una población sometida al hambre, la incapacidad para cubrir las necesidades vitales básicas y la escasa efectividad de las cartillas de racionamiento. En ambos casos, se valorará muy positivamente que se sitúen estas fuentes en el contexto de la difícil situación económica y social de la posguerra española y de la política autárquica y de racionamiento llevada a cabo por la dictadura franquista. También se valorará como correcto el enunciado de las ideas principales junto al bloque temático en el que se inserta la cuestión planteada (Núcleo temático 7: La Dictadura Franquista (1939-1975)).

Tercero: El primero, “autarquía”, se define como el conjunto de medidas económicas que tienen por objeto la autosuficiencia económica en todos los órdenes. En el contexto de la posguerra española, está relacionado con las políticas económicas y sociales desarrolladas por el régimen franquista hasta la década de los 50, motivadas por la guerra y el contexto internacional: primero la II Guerra Mundial y, a partir de 1946, el “cerco internacional” a España. El segundo, “racionamiento”, se refiere a la asignación por el Estado de cantidades fijadas para adquirir productos básicos de alimentación y de primera necesidad por parte de la ciudadanía. En el caso español, está relacionado con los problemas de abastecimiento de la posguerra.

La Autarquía Franquista: Economía y Sociedad (1939-1959)

La evolución económica de España entre 1939 y 1959 se desarrolló bajo el signo de la autarquía. Se entiende por autarquía aquella situación en la que la economía de un país pretende ser autosuficiente respecto al exterior. Esto supone la orientación de toda la producción hacia el aprovechamiento de los propios recursos y la reducción al mínimo de las importaciones. España la llevó a cabo bajo una ideología de inspiración fascista, pero también motivada porque en 1939, al término de la Guerra Civil, el país se encontraba en una situación económica de verdadera crisis: el tejido productivo arrasado, deuda, hundimiento del mercado interior y exterior, y renta nacional y per cápita por los suelos. Todo esto afectó al sector agrario, industrial, energético e infraestructuras. Además, esta política, debido a las dificultades que el aislamiento exterior produjo a la economía española, hundió la producción agraria, lo que obligó al racionamiento y al intervencionismo del Estado en busca de la autosuficiencia.

Se fijaron precios, se reconvirtieron fábricas para producir bienes de primera necesidad y se controlaron todo tipo de exportaciones e importaciones.

Todas estas medidas económicas, destinadas a solucionar los graves problemas de España tras la guerra, provocaron una España estancada y rural, y la alejaron de las ayudas para la reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial (el Plan Marshall). El hambre y el racionamiento se prolongaron hasta 1950. La política autárquica era incapaz de abastecer los mercados de productos básicos, lo que estimuló la aparición de un activo mercado negro de casi todos los productos de consumo. Los traficantes conseguían acumular beneficios desorbitantes, y proliferaron los sobornos y las corruptelas.

El país se acostumbró a vivir bajo las recomendaciones y los certificados de buena conducta.

Era necesario tener ‘padrinos’; se estableció una densa red de influencias. La política autárquica fue un completo fracaso, sin apenas crecimiento económico.

La política autárquica fue incapaz de recuperar el tejido productivo. La inflación se disparó, la cotización de la peseta se desplomó y las divisas desaparecieron.

Entonces, el régimen apostó por la industrialización, creando en 1941 el Instituto Nacional de Industria (INI) con los objetivos de propulsar y financiar, al servicio de la nación, la creación de nuevas industrias más esenciales (defensa, siderometalúrgicas). Con esto nacen empresas como SEAT e Iberia. La labor del INI fue lastrada por el intervencionismo y la burocracia, resultando escasamente eficaz.

Se nacionalizaron las comunicaciones telefónicas, el transporte aéreo y las explotaciones mineras, en unas prácticas intervencionistas que impedían cualquier recuperación.

El Estado intentó reactivar la economía mediante la aplicación de un programa de Obras Públicas, como la construcción de pantanos.

La agricultura seguía siendo el sector más importante, pero su producción era insuficiente. En los años 50, la situación creada por la autarquía económica era insostenible y se hacía necesaria una apertura para combatir el estancamiento económico.

De la Segunda República al Desarrollismo Económico (1931-1975)

Las intenciones de la República se enfrentaron con la cruda realidad de una economía mundial sumida en la Gran Depresión, de la que el mundo no se recuperó hasta después de la Segunda Guerra Mundial. En términos de fuerzas sociales, la Segunda República surgió porque los oficiales del Ejército no apoyaron al rey (con el que estaban molestos por haber aceptado la dimisión de Primo de Rivera), y debido a un clima de creciente reivindicación de libertades, derechos para los trabajadores y tasas de desempleo crecientes. Esto resultó, en algunos casos, en enfrentamientos callejeros, revueltas anarquistas, asesinatos por grupos extremistas de uno u otro bando, golpes de Estado militares y huelgas revolucionarias.

La sociedad española de los años 30 era fundamentalmente rural: un 45,5% de la población activa se ocupaba de la agricultura, mientras que el resto se repartía a partes iguales entre la industria y el sector servicios. Estas cifras describen una sociedad que aún no había experimentado la Revolución Industrial.

Respecto a las iniciativas de cambio socioeconómico de los gobiernos republicanos, caben destacar las subidas de los salarios de los trabajadores del campo llevadas a cabo durante el Bienio Social-Azañista (invertidas luego durante el Bienio Radical-Cedista), encaminadas a mejorar las condiciones de vida en el medio rural. Otras actividades fueron las ocupaciones de tierras y expropiaciones ilegales en los momentos iniciales de la Guerra Civil, como una manera de conseguir ingresos y apoyo popular por parte del campesinado.

Los ministros de Hacienda republicanos, sin distinciones ideológicas, consideraron el déficit presupuestario como uno de los problemas más urgentes a solucionar, junto con la depreciación de la peseta, para afrontar los problemas económicos de España. Participando, como sus contemporáneos, de los principios de la ortodoxia clásica en la Hacienda Pública, intentaron alcanzar el equilibrio presupuestario, considerando que la actividad financiera del sector público no debería perjudicar el consumo y la inversión privados.

En cuanto a los cambios sociales y económicos del primer franquismo, se remite a la información detallada en la sección anterior (Pregunta 4 a).

El Plan de Estabilización de 1959 fue una operación para sanear, liberalizar y racionalizar la economía española. En un primer momento, pretendía frenar la inflación, sanear la peseta (que fue devaluada) e incentivar las inversiones extranjeras; en definitiva, liberalizar la economía. En un principio, estas medidas resultaron socialmente negativas, ya que se redujo el consumo y la inversión, y aumentó el paro. Pero en dos años se notaron los efectos positivos y se relanzó la economía, produciéndose una rápida y espectacular modernización. Estos fueron los Planes de Desarrollo, siguiendo el modelo de planificación económica indicativa, que consistían en tres planes cuatrienales iniciados en 1964. Se fomentó la implantación industrial con ayudas e inversiones en siete polos de desarrollo, zonas atrasadas pero con posibilidades económicas. Estos planes estimularon la industria, pero raramente cumplieron sus previsiones y acentuaron los desequilibrios sectoriales y regionales, haciendo que algunas regiones se quedasen atrasadas.

La coyuntura económica internacional ayudó a este despegue de la economía española. Entre 1961 y 1964, creció a un ritmo del 8,7% anual, lo que se manifestó en la industria y en los servicios. La inflación se contuvo, superando el 5%, a la vez que crecían los salarios reales entre un 8% y un 11% anual. No obstante los altibajos, el desarrollo de estos años fue real, aunque desequilibrado, y el régimen lo usó como propaganda. España se convirtió en la décima potencia industrial del mundo. La producción de acero llegó a 7 millones de toneladas en 1970 y la producción de automóviles a 450.000 unidades. La industria se modernizó; la minería y la industria textil perdieron importancia. En 1970, la principal industria española era la empresa de automóviles SEAT. Otras industrias importantes del país eran las siderúrgicas, petroleras, de construcción naval y químicas. Este desarrollo transformó la estructura económica de España, que dejó de ser un país agrario: en 1960, la agricultura representaba el 24% del PIB y empleaba al 42% de la población activa; diez años más tarde, estas cifras se habían reducido a un 13% y un 29% respectivamente, empleándose en el campo menos de 4 millones de personas.

Aun así, la balanza de pagos seguía permanentemente deficitaria. Redujo su déficit gracias a tres fuentes de ingresos principales:

  • Las inversiones extranjeras, que suplieron parte de la carencia de capital, pero originaron una excesiva dependencia de los países más desarrollados.
  • Las divisas de los inmigrantes que enviaban sus ahorros a España.
  • Los ingresos de los turistas extranjeros, gracias al boom del turismo, con 6 millones de visitantes en 1960 que pasarían a más de 30 millones en 1973, lo que convirtió a España en el segundo destino turístico de Europa, por detrás de Italia. Este sector se convirtió en un nuevo motor económico.

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