El Movimiento Obrero en Europa: De los Orígenes a la Consolidación
Asociacionismo en Gran Bretaña
A partir de 1824-1825, las sociedades de trabajadores, conocidas como “trade unions”, pudieron organizarse sin prohibiciones. En 1830, las sociedades locales de oficios evolucionaron hacia la constitución de organizaciones nacionales de cada rama productiva. Entre estas destacaba la Grand National Consolidated Trades Union (1834), impulsada principalmente por Robert Owen. En 1851, aparecieron los sindicatos nacionales de obreros cualificados, con cotizaciones elevadas, que no buscaban la transformación social, sino mejoras salariales y laborales a través de la huelga y la negociación colectiva. El movimiento culminó con la reunión del Trade Unions Congress (1868) para coordinar la acción de los sindicatos de los distintos sectores laborales. A finales de la década de 1860, reunían más de un millón de afiliados y se convirtieron en una pieza imprescindible de la vida política y socioeconómica.
La ampliación del sufragio a partir de 1832 propició que los partidos políticos se acercaran a las Trade Unions (TU) en busca de apoyo social y político. Inicialmente, los miembros de las TU se asociaron con el Partido Liberal. Esta alianza, conocida como “Lib-Lab”, permitió a los liberales mantenerse en el poder y ganar elecciones en numerosas ocasiones, ya que las TU ofrecían al Partido Liberal una estructura sólida y permanente de la que el Partido Conservador careció durante mucho tiempo. A principios de la década de 1880, las TU estaban firmemente comprometidas con la política Lib-Lab y no mostraban disposición a formar un partido político propio.
Mientras tanto, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) fundó en 1881 la Federación Democrática. En 1884, durante la IV Conferencia Nacional de dicha Federación, esta se transformó en la Federación Democrática Socialista. También en 1884, nació la Sociedad Fabiana, que se basaba en la conquista de la opinión pública para ejercer presión sobre las instituciones y establecer reformas que permitieran una evolución gradual hacia el socialismo. Defendían la propiedad pública de los medios de producción como vía para erradicar las precarias condiciones de vida de los trabajadores. Asimismo, eran partidarios de facilitar servicios sanitarios y educativos públicos a los más desfavorecidos, y de una legislación obrera que mejorara la seguridad e higiene en el trabajo y que pusiera fin al trabajo infantil. Los fabianos se distanciaron de las posturas marxistas y participaron activamente en la creación del Partido Laborista a principios del siglo XX.
Las críticas a la alianza de las TU con el Partido Liberal provocaron la aparición del “nuevo sindicalismo”, basado en el establecimiento de nuevas vías de organización y acción colectiva. James Keir Hardie, minero escocés, fue el primero que se presentó a las elecciones apoyado por el “nuevo sindicalismo”. En las elecciones de 1887 fue derrotado, pero al año siguiente fundó el Partido Laborista Escocés. En 1892, Hardie consiguió la elección como diputado. La visibilidad y popularidad que el escaño le confirió le permitieron desempeñar un papel decisivo en la fundación del Partido Laborista Independiente (PLI). Hardie aglutinó a todos los grupos locales independientes surgidos al calor del “nuevo sindicalismo”. Compartían la insatisfacción ante el sectarismo marxista de la Federación Socialdemócrata y de la Liga Socialista, así como la táctica pro-liberal de los fabianos.
En 1895, el PLI se presentó sin éxito a las elecciones; sin embargo, logró reunir 10.000 afiliados y obtuvo 50.000 votos en todo el país. No obstante, su implantación en Londres era limitada. La iniciativa pasó entonces a las TU, que a finales de los años 90 rompieron con el Partido Liberal y buscaron la formación de un nuevo partido, contando con el PLI. En 1900, se reunieron las directivas de las TU, el PLI, la Federación Democrática Socialista y la Sociedad Fabiana. Juntos, fundaron el Partido Laborista, con un fuerte respaldo sindical. Este hecho marcó históricamente su débil institucionalización como partido y su dependencia sindical. En las elecciones de 1900, consiguieron un pequeño grupo de diputados que no tuvieron más remedio que aliarse parlamentariamente con los liberales. Esto generó un problema de identidad en el Partido Laborista (PL).
Por un lado, en el Parlamento, tuvieron que aliarse con los liberales para que su voz fuera escuchada. Y, por otro lado, corrían el riesgo de ser absorbidos por la izquierda liberal. Dirigentes del Partido Laborista como Ramsay MacDonald y Arthur Henderson lograron separar a los sindicatos del Partido Liberal y constituyeron agrupaciones locales. Además, el Partido Liberal perdió su razón de ser con dicha coalición, y el electorado terminó percibiendo al Partido Laborista como el contrincante natural del Partido Conservador. De esta manera, el laborismo liderado por MacDonald obtuvo la victoria en las elecciones de diciembre de 1923.
Asociacionismo Francés
En Francia, las asociaciones obreras de la primera mitad del siglo XIX eran más tradicionales que las británicas. Entre ellas destacaban las sociedades de “compagnons”, que funcionaban casi en sentido gremial y servían como mecanismo de presión, declarando huelgas ante bajas salariales o innovaciones tecnológicas, así como las sociedades de socorros mutuos. En sus estatutos constitutivos, era común encontrar referencias a nociones morales como la beneficencia, la dignidad, la ayuda mutua o la solidaridad. Su naturaleza y principios revelaban una añoranza por la producción y formación gremial, como contrapunto a la producción capitalista de la Revolución Industrial y sus consecuencias.
El pensamiento que inspiraba a estas sociedades combinaba una cierta añoranza o mitificación del pasado económico y social con las ideas del socialismo “utópico” y el jacobinismo. Las asociaciones obreras francesas se constituyeron como sociedades de socorro mutuo, sustituyendo así los lazos tradicionales de solidaridad que se habían perdido debido a la desaparición de los gremios y la inmigración. Pronto adoptaron la forma de sociedades de resistencia; es decir, de defensa y mejora de las condiciones de los trabajadores.
El desarrollo del asociacionismo obrero en Francia se detuvo a raíz de la represión que siguió a los levantamientos socialistas de junio y julio de 1848, así como la represión de los gobiernos de Napoleón III. La Comuna de París de 1871 supuso un retroceso en la aceptación gubernamental de las asociaciones socialistas. Los comuneros establecieron un gobierno socialista que desencadenó una guerra civil en Francia. Su propósito era la implantación del socialismo, previa liquidación de la sociedad burguesa, lo que conllevó una ola de incendios de edificios públicos y asesinatos selectivos de “representantes” del orden burgués. Una vez que el gobierno republicano acabó con los comuneros, la Asociación Internacional de Trabajadores fue prohibida en algunos países europeos, ya que se la responsabilizó de los hechos.
Asociacionismo Alemán
En Alemania, antes de 1848, solo existían algunas sociedades de estudio, promovidas por intelectuales. A veces estaban en contacto con grupos de exiliados, como la Liga de los Justos, que en 1847 pasó a llamarse Liga de los Comunistas, y para la cual Karl Marx y Friedrich Engels escribieron el Manifiesto Comunista. La Revolución de 1848 extendió la creación de asociaciones obreras y la Fraternidad Obrera para su coordinación. La persecución provocó su disolución entre 1852 y 1854.
En la década de 1860, Ferdinand Lassalle creó la Asociación General de los Trabajadores Alemanes (1863), una organización más política que sindical, que defendía el sufragio universal, las cooperativas de producción y la colaboración con el Estado prusiano para impulsar reformas sociales. Esta asociación presentaba similitudes con las Trade Unions británicas en cuanto a su sistema y repercusión. La Asociación General de Trabajadores Alemanes tuvo como “compañero de viaje” político, aunque sin estar formalmente unida, a un partido de corte marxista: el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán (SPD). Un partido de corte marxista, dado que la AIT, fundada en 1864, sería dominada por los marxistas en 1868, quienes predicaban la necesidad de constituir un partido político.
La Asociación General de Trabajadores de Lassalle se fusionó con el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán de August Bebel y Wilhelm Liebknecht en 1875, en el Congreso de Gotha, para formar el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Fue el primer partido obrero de alcance nacional en Europa y sirvió de modelo para otras formaciones políticas. Tuvo un éxito inmediato: en 1877, consiguió 12 escaños y medio millón de votos. Ascendió a pesar de las leyes antisocialistas de Bismarck, logrando 35 escaños y un millón y medio de votos en 1890. El ascenso constante del SPD y de los sindicatos fue un símbolo del creciente conflicto social.
En 1891, se aprobó un programa en el Congreso del SPD en Erfurt que combinaba los principios revolucionarios –propuestos por Karl Kautsky– con los moderados –de Eduard Bernstein–. De esta manera, se estableció lo que se denominó un “programa máximo”, basado en la idea de que la evolución capitalista conducía de forma inexorable a la revolución y al establecimiento de la dictadura del proletariado. Junto a este planteamiento marxista, el SPD presentaba un “programa mínimo”; es decir, reivindicaciones políticas democráticas, como el sufragio universal, y reformas sociales, como la reducción de la jornada laboral a ocho horas o la prohibición del trabajo a menores de catorce años. A partir de 1905, se fue transformando en un partido más burocrático, abrumado por las tensiones y las disputas sobre la estrategia, los objetivos y las tácticas. En 1912, se convirtió en el partido más importante del Reichstag.
Corrientes Ideológicas del Movimiento Obrero
Anarquismo
Los teóricos anarquistas de finales del siglo XVIII y principios del XIX condenaban las repercusiones sociales del capitalismo, atacaban al Estado y a la sociedad burguesa, y defendían el retorno a un sistema de libre asociación de las comunidades rurales o urbanas, sin coacción estatal y donde la libertad humana sería plena. Un ejemplo es la obra de William Godwin, Investigación sobre la justicia política y su influencia en la moral y la felicidad generales (1793).
En el anarquismo, coexistieron dos tendencias hasta finales de siglo:
- Individualista radical o anarquismo individualista: Abogaba por la máxima ampliación de la libertad individual, sin restricciones religiosas, morales o políticas. Ejemplo de ello son las obras de Max Stirner, como El único y su propiedad (1845).
- Anarquismo colectivista: Insistía en la inevitable vinculación del individuo a la sociedad, por lo que la conquista de la libertad debía ser el resultado de la lucha colectiva contra los poderes económico, político y religioso. Un ejemplo es la obra de Pierre-Joseph Proudhon, ¿Qué es la propiedad? (1840).
La influencia de Proudhon fue considerable, pero quien más influyó en los movimientos sociales del siglo XIX fue Mijaíl Bakunin. La Revolución de 1848 le sorprendió en Praga; detenido por los austriacos, fue enviado a su país y desterrado a Siberia, de donde huyó para vivir en Londres, Italia, Lyon y Ginebra. Sus choques con Marx en la Primera Internacional evidencian las diferencias ideológicas entre ambos pensadores.
Desde el punto de vista filosófico, Bakunin exaltó la libertad individual, concebida socialmente. Defendió el ateísmo, rechazando a la Iglesia como institución, pero admitiendo en la sociedad la pluralidad de cultos, al estimar que la religión es un reducto de la conciencia. Y ensalzó la educación popular como instrumento de cambio social. Desde el punto de vista político, Bakunin propuso la eliminación del Estado, al considerarlo un instrumento siempre represivo.
Según el anarco-colectivismo de Bakunin, la nueva sociedad se construiría sobre comunas autónomas, pequeñas células en régimen de autogestión que elegirían por sufragio universal a sus autoridades y que podrían federarse o separarse libremente de otras células similares hasta constituir regiones y naciones, pero manteniendo su capacidad de abandonar la federación en la que se hubieran integrado. Dentro de estas comunas, la propiedad sería colectiva; la supresión paulatina de la propiedad privada debería iniciarse con la supresión también progresiva del derecho de herencia.
Socialismo Utópico
Los socialistas utópicos tenían como rasgo común la descripción de sociedades alternativas y el intento de ponerlas en práctica. Es el caso de Robert Owen, quien puso en marcha en Indiana una experiencia: New Harmony, que finalmente fracasó. En la mayor parte de los casos, predicaron la formación de organizaciones obreras como los talleres nacionales de Louis Blanc, el banco de crédito mutuo de Proudhon, o las cooperativas que sustituyeran a las capitalistas. También destacaron Henri de Saint-Simon y Charles Fourier, con su concepto de falansterio.
A diferencia de Inglaterra, Francia proporcionó a los movimientos sociales una serie de pensadores que reflexionaron sobre las contradicciones de la industrialización y formularon soluciones ideales, o incluso intentaron experiencias para conformar nuevos arquetipos de sociedad. Los socialistas utópicos compartían elementos comunes:
- Prefirieron la evolución a la revolución, y los medios pacíficos a los violentos.
- Predicaban la armonía social entre las clases, en lugar de la lucha.
- No centraban el cambio social en la capacidad revolucionaria del proletariado, sino en el convencimiento progresivo y la aceptación por parte de la burguesía de esa necesidad de cambio.
- Parecían contentarse con idear una sociedad perfecta sin reparar en los medios para alcanzarla ni en los problemas que podrían impedir su nacimiento o su libre implantación.
El utopista tenía vocación de profeta, de mesías, limitado a organizar una pequeña sociedad fraternal. Uno de los socialistas utópicos más destacados fue Henri de Saint-Simon, noble liberal que combatió en la independencia de América del Norte y fue un defensor de la industrialización. Su idea era buscar el bienestar para el mayor número posible, por encima del beneficio del propietario. Rechazaba las doctrinas igualitarias de Babeuf; la sociedad debía estar regida por élites, pero no las aristocracias tradicionales, sino un grupo selecto de hombres preparados. Al pensador francés se le considera precursor de los gobiernos de tecnócratas. En todo caso, su objetivo último era la reforma social y la mejora de la “clase más pobre”.
Fourier ensayó un modelo llamado “falansterio”, poblaciones formadas por 1.620 habitantes. El trabajo era un placer porque dependía del gusto individual y se podía cambiar de actividad varias veces al día. La propiedad privada y la herencia subsistían. Los beneficios de la explotación se repartían a partes desiguales entre los trabajadores manuales, el accionista y el que aportaba conocimientos teóricos. En Francia, Rusia, Inglaterra y Estados Unidos llegaron a funcionar algunas poblaciones falansterianas, fracasando en su mayoría. Étienne Cabet escribió en 1842 Viaje a Icaria, en el que describe un modelo basado en ideas de Platón y Tomás Moro. Sus instituciones estaban reguladas por sufragio universal y asamblea popular.
Comunismo
Los comunistas predicaban la absoluta igualdad entre los hombres en cuanto a los medios de producción y los medios de consumo. Para alcanzar esa situación, los comunistas idearon varias vías:
- La vía utópica se basaba en la idea de la extensión, de llegar al comunismo a través de la creación de comunidades igualitarias, como Icaria de Cabet, que el resto de la sociedad imitaría.
- La vía que se impuso fue la violenta, la de la imposición a través de una dictadura ejercida por una minoría que llegaría al poder mediante un golpe de Estado. Fue la postura de Graco Babeuf durante la Revolución Francesa. Louis Auguste Blanqui lo intentó en una insurrección en París en 1839.
Karl Marx y Friedrich Engels, en el Manifiesto Comunista, formularon su doctrina: lucha de clases, defensa de la revolución proletaria, expropiación a los burgueses y unión internacional de los proletarios. Marx intentó analizar, sobre presupuestos filosóficos y postulados de la economía política, la sociedad industrial, y a partir de ella, sentar las bases de una ciencia general del desarrollo humano. Sus obras más sobresalientes fueron: Miseria de la filosofía (1847), Trabajo asalariado y capital (1848), Manifiesto Comunista (1848) y El Capital (empezó a publicarse en 1867).
Las ideas de Marx influyeron de forma determinante en la creación y definición de programas y conductas de asociaciones obreras y partidos políticos; y en el siglo XX, en la formación de Estados dictatoriales. Una de las ideas más importantes fue la interpretación materialista de la Historia: las raíces de los fenómenos sociales residen en las relaciones de producción entre los hombres. Sobre este presupuesto, Marx formuló tres tesis:
- El ser social determina la conciencia social: no son las ideas ni los grandes personajes los motores de la historia, sino las condiciones materiales las que determinan la conciencia de los hombres y, por ende, su comportamiento.
- La correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción: al cambiar las fuerzas, cambian también las relaciones de producción y todas las relaciones sociales.
- La relación dialéctica entre la infraestructura y la superestructura: es el modelo económico el que determina la base jurídico-política.
Otra de las ideas determinantes de Marx fue la de la lucha de clases. La Historia era, a su entender, la historia de la lucha de clases. Los acontecimientos históricos están condicionados por los intereses de las clases sociales. Las clases son las protagonistas de la historia. La lucha de clases, según Engels, puede manifestarse de tres formas:
- Económica: centrada en reformas parciales (salarios, viviendas).
- Política: implica la pugna por el poder y puede combinar armas legales con ilegales.
- Ideológica: la toma de conciencia de clase.
El marxismo pretendía el establecimiento de la dictadura del proletariado. El régimen liberal burgués era, en su opinión, una dictadura de la burguesía, es decir, de la clase burguesa sobre el resto de clases. El camino al socialismo exigía la dictadura del proletariado, la utilización del Estado para el establecimiento del socialismo, como una transición hacia el comunismo. De esta manera, se llegaría a la sociedad sin clases. El comunismo implicaba la desaparición de las clases, con la abolición de las distinciones sociales y económicas. En economía, muchas de las ideas de Marx sirvieron para construir los programas de las asociaciones obreras, como la plusvalía, que sirve para indicar la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo y lo que esta genera. Sobre la plusvalía se asienta el capitalismo, junto con conceptos como la fuerza de trabajo, la infraestructura y la superestructura.
La Segunda Internacional
Al tiempo que se fundaban los partidos socialistas, se iniciaron los trabajos para reconstruir la AIT. En 1889, en el Congreso de París, se creó la Internacional Socialista (conocida como Segunda Internacional). Convocaron una huelga general europea para reivindicar la jornada de ocho horas y una legislación para la protección del trabajo. Tras el éxito, el 1 de Mayo se convirtió en la fiesta obrera por excelencia.
La Segunda Internacional tuvo considerables diferencias con la Primera Internacional. Debido a la influencia del marxismo, se decidió excluir a quienes no apoyaban la lucha política, y por el desarrollo organizativo en cada país, se adoptó la forma de federación de partidos y sindicatos. Sin embargo, esto no libró a la Segunda Internacional de conflictos que finalmente desintegraron su organización.
El primer conflicto fue la aparición de tendencias revisionistas, a partir de la publicación del libro de Eduard Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899). Los “revisionistas” cuestionaban el planteamiento marxista de una inminente e inevitable revolución, y proponían trabajar por los problemas inmediatos de los trabajadores. Esta tendencia respondía a la práctica del SPD, pero no a su teoría. Sin embargo, el revisionismo fue rechazado oficialmente en el Congreso de Ámsterdam (1904).
El segundo conflicto fue la actitud ante la amenaza de guerra en Europa. En el Congreso de Stuttgart (1907), se acordó impedir la guerra, e incluso se aprobó una propuesta de Lenin y Rosa Luxemburgo que proponía utilizar la guerra para lanzar a los obreros contra la clase capitalista. No se acordó cómo impedir la guerra, aunque se pensaba en una huelga general, y así se esperaba acordar en el Congreso del verano de 1914. Pero la guerra estalló en julio, y los partidos socialistas, arrastrados por la ola de patriotismo y la “unión nacional”, votaron los gastos de guerra solicitados por sus gobiernos, sin que en ningún país se declarase la huelga general. El pacifismo obrero y la propia Internacional entraron de esta forma en una aguda crisis, una “bancarrota” según Lenin, cuyas consecuencias se hicieron visibles tras el final de la Primera Guerra Mundial.