La Prehistoria en la Península Ibérica
La Prehistoria abarca desde el origen de la humanidad (hace cinco millones de años) hasta la aparición de la escritura, unos tres mil años antes de Cristo (a.C.). Es un largo período de tiempo en el que tiene lugar el proceso de hominización que culminará en los seres humanos actuales (Homo sapiens sapiens). De los tres períodos en los que se divide la Prehistoria, vamos a estudiar los dos siguientes:
- El Paleolítico (piedra antigua), que arranca en España hace 1,2 millones de años con la llegada de los primeros homínidos.
- El Neolítico (piedra nueva), que tiene lugar entre los años 5.500 y 3.000 a.C.
El Paleolítico
Las sociedades paleolíticas tenían una economía depredadora basada en la caza, la pesca y la recolección. Estaban formadas por grupos nómadas que se desplazaban de forma estacional siguiendo el alimento, como los grandes herbívoros (bisontes, uros, caballos, ciervos), que habitaban la Península, la cual en aquella época tenía un clima mucho más lluvioso y frío que en la actualidad. Las actividades de caza las practicaban en grupo y empezaron a usar las primeras herramientas de piedra, como hachas y cuchillos. La tecnología empleada evolucionó durante este largo período con el perfeccionamiento de la talla de la piedra y la utilización de nuevos materiales (huesos, astas, conchas marinas).
Se organizaban en clanes o grupos de 15 a 20 individuos unidos por lazos de parentesco y ascendencia, y se relacionaban con otros clanes mediante vínculos tribales. Habitualmente se asentaban en campamentos al aire libre, cerca de zonas de agua. Más tarde, debido a la glaciación, se refugiaron en cuevas, para lo cual fue necesario dominar el fuego (Paleolítico Medio). Su organización social se caracterizaba por ser sociedades igualitarias al tener todos sus miembros el mismo acceso a los recursos y estar organizados en grupos pequeños que necesitaban cooperar para la caza y la supervivencia, lo que reforzaría la cohesión interna y la igualdad entre sus miembros. Las diferencias debieron basarse en aspectos como la edad, el sexo y el prestigio social (grandes cazadores, chamanes y líderes de las tribus). En cuanto a sus creencias espirituales, en el Paleolítico Medio hay indicios de posibles actos rituales en algunos enterramientos. Será en el Paleolítico Superior cuando desarrollen las primeras expresiones artísticas de arte rupestre, como la cueva de Altamira (Santander) y el yacimiento de Atapuerca (Burgos).
El Neolítico
La revolución neolítica, que se desarrolló en tierras ibéricas entre los años 5500 y el 3000 a. C., supuso el paso de una economía depredadora a otra productiva basada en el cultivo de plantas (cebada o trigo) y la domesticación de animales. El cambio climático que puso fin a las glaciaciones hizo que los hielos permanentes se retiraran hacia el norte y que el clima en todo el Mediterráneo y la Península Ibérica se volviera más cálido y seco. Esto generó un desequilibrio entre hombre y recursos: desaparecieron los grandes herbívoros de clima frío y la caza se volvió muy difícil, lo que empujó a los hombres a producir su propio alimento mediante la agricultura y ganadería. Este proceso tuvo lugar primero en la costa mediterránea por la llegada de poblaciones neolíticas a las costas mediterráneas. Esta nueva forma de vida trajo aparejada la producción de nuevos objetos, como cerámicas para almacenar y preservar el excedente, y la fabricación de tejidos, que sustituyeron a las prendas hechas con pieles cosidas. La regularidad de la alimentación provocó un aumento de población y la necesidad de vigilar los cultivos permitió la reducción de los desplazamientos, dando lugar a poblados estables. La sedentarización favoreció la especialización productiva y la división del trabajo (jefes, sacerdotes, guerreros, agricultores, pastores), apareció la propiedad privada y el desarrollo del comercio. La sociedad se volvió más compleja, se basó en la diferenciación social y la jerarquía a partir de la acumulación de bienes, lo que acabaría desembocando en la aparición de protoestados. Esta nueva sociedad más compleja y desigual también se manifestó en la tradición funeraria, con la aparición del megalitismo (necrópolis y enterramientos colectivos).
Al-Ándalus: Un Legado de Ocho Siglos
Introducción
Al-Ándalus es el nombre que recibió el Estado que crearon los musulmanes en la Península Ibérica cuando un ejército formado por bereberes del norte de África, bajo el mando de Tariq, cruzó el estrecho de Gibraltar en el año 711 como aliado de una facción visigoda. Poco después, tras derrotar al último rey visigodo, don Rodrigo, inició la conquista de la Península. Hacia el 718 casi todo el territorio había sido ocupado de forma casi pacífica, ya que la nobleza visigoda pactó la sumisión y el pago de tributos a los invasores a cambio de conservar sus tierras. Este período de nuestra historia abarca ocho siglos, desde que el primer ejército islámico llegó a la península hasta el año 1492, cuando terminó la Reconquista dirigida por los Reyes Católicos, poniendo fin a este período con la desaparición del último reino musulmán, el Reino Nazarí de Granada. La huella del Islam en nuestro país es visible y profunda en el arte, las ciencias y, sobre todo, la lengua.
Economía
La llegada del Islam a la península supuso una transformación de la economía con el desarrollo del comercio y la reactivación de las ciudades, que habían desaparecido con el proceso de ruralización que se inició tras la caída del Imperio Romano. En la Península predominaba la agricultura de secano (cereales, olivo y vid) hasta la llegada de los musulmanes, que introdujeron el regadío con el desarrollo de norias, acequias y pozos, entre otras técnicas, que permitieron aumentar la superficie cultivada e introducir productos que necesitan mucha agua (como el arroz, los cítricos, las berenjenas, albaricoques y caña de azúcar, entre otros), los cultivos de huerta y frutales (higueras, manzanas y peras, almendros, naranjas, etc.), así como las plantas textiles industriales (el algodón y la seda, frente al lino). Se creó una agricultura tan productiva que generó excedentes orientados al mercado urbano, lo que favoreció el desarrollo de las ciudades y el comercio. Desde el punto de vista de la ganadería, los animales que más abundaban en Al-Ándalus eran la oveja y la cabra, sin olvidar a los caballos, imprescindibles para la guerra, y a las mulas, utilizadas para el acarreo de productos y tareas agrícolas. En cambio, retrocedió el cerdo, debido a motivos religiosos. También fue una actividad de gran empuje la minería, destacando la extracción de hierro, plomo, cinabrio, cobre y estaño. También se interesaron los árabes por el oro, que se obtenía del lavado de diversos cursos fluviales, como el Segre, el Tajo, el Genil o el Darro, y las piedras preciosas. La artesanía, en especial la de artículos de lujo, alcanzó un gran desarrollo ante la creciente demanda de una población urbana y con alto poder adquisitivo. Destacó la industria textil, en especial los tejidos de seda, un artículo de lujo cuya producción estaba controlada por el estado. Otras actividades importantes eran el trabajo de las pieles y los cueros, la producción de vidrio, la fabricación de papel, los objetos cerámicos, las armas (se fabricaban sobre todo en Córdoba, Málaga y Toledo) o el trabajo del oro, la plata, el marfil y las piedras preciosas. El comercio se reactivó y se convirtió en una de las actividades más importantes gracias a la red de comunicaciones terrestres y marítimas. Al-Ándalus contaba con dos tipos de moneda: una de oro, el dinar, y otra de plata, el dirhem. El comercio interior se desarrollaba en las ciudades en el zoco (mercado), constituido por un laberinto de callejuelas especializadas en un determinado producto. La actividad del zoco estaba controlada por el estado a través de la figura del almotacén (funcionario encargado de vigilar los intercambios comerciales relacionados con pagos, pesos, etc.). El comercio exterior se vio favorecido por la posición estratégica de Al-Ándalus, un lugar de paso de las rutas comerciales entre África y Europa. Exportaban por todo el mundo del Islam los productos agrarios y de lujo (tejidos, cuero, cerámica, armas, etc.) e importaban materias primas, armas y esclavos.
Sociedad y Ciudades
La sociedad era muy heterogénea y estaba estructurada siguiendo criterios religiosos. Había una mayoría islámica que, si bien eran iguales ante la ley y disfrutaban de los mismos derechos, ocupaban distintas posiciones sociales. Entre ellos distinguimos: los baladíes o minoría de origen árabe, que constituían la élite social o grupo privilegiado, propietarios de la mayoría de las tierras y ocupaban altos cargos en el estado andalusí. Por debajo de estos se hallaban los bereberes (dedicados en su mayoría a la ganadería principalmente, pero también había artesanos, comerciantes y miembros del ejército) y los muladíes (cristianos hispanovisigodos convertidos al islam, por lo que quedaban exentos de pagar impuestos, se dedicaban a actividades artesanales y al comercio). Fuera de la comunidad islámica encontramos dos minorías no musulmanas: los mozárabes (hispanos que conservaban la religión cristiana) y los judíos. A ambos se les permitía sus prácticas religiosas y costumbres.
Con la llegada del Islam, la vida urbana volvió. Las ciudades se revitalizaron y desempeñaron un papel económico fundamental, concentrando la actividad comercial y artesanal, además de ser el centro de vida política, religiosa y cultural. Se recuperaron muchas ciudades romanas, estas se adaptaron a la nueva sociedad andalusí (Híspalis pasó a ser Sevilla) o se crearon ciudades de la nada (Madrid). Las ciudades islámicas estaban amuralladas y dentro de la muralla (medina) se encontraban los edificios principales: el castillo o alcazaba, donde residía el gobernador de la ciudad, y los edificios de la vida cotidiana (casas, mezquitas, zoco, etc.). A los barrios que crecían fuera de la muralla se les denominaba arrabales. Las ciudades estaban conformadas por un conjunto de calles estrechas e irregulares, sin planificación, cuyo trazado era bastante diferente del romano (cuadriculado). El agua adquirió un gran papel en el plano urbanístico. No solo sirvió para abastecer a la población, sino que tenía una simbología religiosa muy importante, por lo cual los arquitectos buscaron integrarla en todo tipo de construcciones. El agua fue uno de los principales elementos decorativos, no solo a nivel visual sino también a nivel auditivo.
Ciencia y Cultura
La España musulmana tuvo un elevado desarrollo cultural y científico. Se creó una importante red de escuelas y universidades, que contribuyó a reforzar la atracción que la cultura andalusí ejercía sobre los reinos cristianos. También se desarrolló el estudio orientado hacia las ciencias prácticas (medicina, astronomía, matemáticas y agronomía) y se cultivó también la historia, la música, la filosofía, la geografía y la literatura. Además, la lengua árabe dejó su huella en la cristiana. En Al-Ándalus destacó en Matemáticas Maslama, quien desarrolló la astronomía. También se crearon el álgebra y los números arábigos. Entre los filósofos andalusíes destacó Averroes. Los musulmanes trajeron consigo todo su arte y esto puede verse de forma clara en la arquitectura que durante su estancia en la península realizaron, la cual actualmente forma parte del patrimonio histórico cultural del país. La arquitectura religiosa se desarrolló especialmente en Córdoba, cuya máxima expresión es su Mezquita. La arquitectura militar, por su parte, introdujo muchas novedades como las torres de los castillos de planta cuadrada o las murallas como la de Sevilla, Almería, Madrid y Valencia. El ejemplo más característico es la Torre del Oro, una torre vigía para controlar la navegación por el Guadalquivir. Sin embargo, es de la arquitectura palaciega de la que conservamos gran cantidad de construcciones y su mayor expresión es el palacio de Medina Azahara. Otros ejemplos son el Generalife en la Alhambra de Granada o el Alcázar de Sevilla. En Al-Ándalus se desarrolló un gusto por la música que derivó en la creación de numerosas piezas musicales. También cultivaron la poesía en la que el tema principal era el amor triste y melancólico porque era un amor difícil de conseguir, tanto heterosexual como homosexual. Vinculado a la poesía y a las ciencias se creó una gran producción bibliográfica por el gusto a la lectura y a la colección, pues al fin y al cabo casi todos sabían leer. Por todo esto, se produjo una comercialización del libro.
Sistemas de Repoblación Medieval en la Península Ibérica
La repoblación no se llevó a cabo de la misma manera en todo el territorio peninsular, sino que se usaron distintas fórmulas atendiendo a las circunstancias.
1. Repoblación por Presura (siglos VIII y X)
La repoblación por Presura, señalado en el mapa en color gris, se aplicó en las tierras situadas al norte del Duero y en el piedemonte pirenaico. Esta primera fase repobladora fue espontánea, llevada a cabo por la presión demográfica de los reinos cristianos y sin conquista militar previa. Consistió en la ocupación de tierras musulmanas despobladas o sin dueños por iniciativa de grupos de campesinos, nobles y monasterios, bajo autorización real. Según el derecho romano, la puesta en cultivo de un terreno despoblado otorgaba al que lo hiciera la propiedad sobre el mismo. Estos campesinos se comprometían en la defensa militar de la tierra conquistada. El resultado fue una masa de campesinos libres y pequeños propietarios (minifundios), que frenaron el desarrollo del sistema feudal en el noroeste peninsular, a diferencia de lo que sucedía en la zona catalana, donde el feudalismo se instauró a medida que los campesinos se fueron poniendo bajo la protección de los señores feudales.
2. La Repoblación Concejo (siglos XI y XII)
Este sistema de repoblación, indicado en el mapa con lunares blancos, se llevó a cabo en los territorios situados en la cuenca del río Duero y en el Valle del Ebro, durante los siglos XI-XII. La etapa de recuperación y expansión económica que vivían los reinos cristianos favoreció la conquista militar de territorios musulmanes. Para atraer población cristiana a estos territorios y consolidar la conquista, los reyes concedieron fueros o cartas de puebla (libertades y privilegios concedidos durante el repoblamiento) a sus habitantes, tales como tierras de cultivo que al cabo de unos años pasaban a ser de su propiedad, o la exención de impuestos. Esto dio lugar a la aparición de grandes ciudades o villas gobernadas por concejos (organismo en el que participaban los vecinos) y que abarcaban numerosas aldeas. Al ser territorios peligrosos por ser fronterizos con Al-Ándalus, muchos de sus pobladores eran ladrones y asesinos que huían de la justicia, o también siervos que querían librarse de la tutela señorial. La población musulmana en estas zonas era numerosa y, en general, se le respetaron sus propiedades. La estructura resultante de la aplicación de este sistema se caracterizó por el predominio de la propiedad mediana y pequeña (minifundios) y de campesinos libres, no sometidos a un señorío o señor feudal.
3. La Repoblación de las Órdenes Militares (primera mitad siglo XIII)
Las zonas afectadas por esta repoblación, representada en el mapa en gris claro, fueron Extremadura, Castilla-La Mancha, Teruel y Castellón. Consistió en la entrega de grandes extensiones de tierras (latifundios) muy poco pobladas a las Órdenes Militares que habían contribuido a la reconquista de estas zonas. Calatrava, Santiago y Alcántara son las Órdenes Militares a cuyos miembros se concedieron grandes extensiones de tierra, donde construyeron castillos y se asentaron campesinos como repobladores que pasaron a depender de las órdenes militares. La consecuencia más visible de este sistema es la formación de grandes propiedades de carácter señorial dedicadas a la explotación ganadera, trabajadas por un numeroso campesinado dependiente, con menos libertad que en la zona Norte. Esto acentuó el proceso de señoralización en el sur peninsular.
4. La Repoblación por Repartimientos (segunda mitad siglo XIII)
La repoblación del sur peninsular (valle del Guadalquivir) y del litoral levantino (Castellón y Murcia), últimas zonas reconquistadas, se basó en un sistema de Repartimientos, representado en el mapa con lunares negros. Tras la ocupación de una ciudad con sus territorios circundantes, los reyes repartieron lotes de tierras y casas (donadíos) entre nobles, la Iglesia, órdenes militares y caballeros, como pago por su apoyo militar en la conquista. El tamaño y valor del donadío eran en función del rango social. La repoblación en esta zona se hizo con población de Castilla y de León, extranjeros y judíos. A la numerosa población musulmana se le permitió permanecer como colonos, pero muchos prefirieron huir a Granada o África. El resultado fue la creación de grandes latifundios dedicados a la agricultura en poder de la nobleza, las órdenes militares y la iglesia. Estos últimos sistemas de repoblamiento consolidaron el modelo de sociedad feudal en la península con sus instituciones típicas como el vasallaje, el señorío territorial (donación hereditaria de tierras) y el señorío jurisdiccional (cuando el noble, además, imparte justicia y recauda impuestos).