Historia de España: Del Sexenio Democrático a la Restauración Borbónica (1868-1931)

El Sexenio Democrático (1868-1874)

La Revolución de 1868 y la Constitución Democrática

La revolución se produjo en septiembre de 1868 al grito de «¡Viva España con honra!» y triunfó sin apenas derramamiento de sangre, formándose Juntas Revolucionarias en muchos puntos del país. Jefes militares, como Prim, Serrano y Topete, se pusieron al frente de este movimiento insurreccional. El ejército leal a la reina fue derrotado en la Batalla de Alcolea del Pinar e Isabel II se encontró sin apoyos y se exilió a Francia.

El principal objetivo de los revolucionarios fue elaborar una nueva Constitución que estableciera la democracia y una efectiva división de poderes. La Constitución promulgada en junio de 1869 consagraba los derechos individuales, el sufragio universal y la libertad religiosa. Como forma de gobierno se optó por la monarquía democrática, aunque era numerosa entre los diputados la opción republicana. Descartados los Borbones, España era una monarquía sin rey. Por ello se instauró una regencia presidida por el general Serrano, mientras que Prim fue nombrado jefe de Gobierno. Al mismo tiempo, Cánovas del Castillo comenzó a formar un partido alfonsino que velaba por los derechos al trono del hijo de Isabel II.

Durante el año 1869, diversos problemas amenazaron el nuevo régimen: comenzó la guerra de Cuba con el Grito de Yara en demanda de autonomía política; se reorganizaron los carlistas en torno al nieto de Carlos María Isidro como rey legítimo, y se sucedían las agitaciones republicanas en gran parte del país. La cuestión del rey se logró solucionar en la persona de don Amadeo, duque de Aosta, quien aceptó el trono tras obtener el consentimiento de las potencias europeas, en noviembre de 1870.

El Reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873)

El reinado de Amadeo fue efímero. A los problemas latentes se añadieron la hostilidad de la nobleza y la burguesía españolas que lo consideraban un advenedizo, miembro de una familia real enemiga de la Iglesia, y las movilizaciones obreras y populares que reclamaban el establecimiento de un régimen republicano y federal. Además, no contó con el apoyo de su valedor, el general Prim, quien fue asesinado, en extrañas circunstancias, días antes de su llegada a España.

Dos años más tarde, ninguneado por todos y afectado por un profundo sentimiento de soledad, don Amadeo presentó su acta de abdicación. De forma ordenada y pacífica, las Cortes no tuvieron otra opción y proclamaron la República.

La Primera República Española (1873-1874)

Estanislao Figueras, partidario de una república unitaria, puso en marcha ciertas medidas democráticas tales como la promulgación de una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud en Puerto Rico y de las quintas populares en la Península. Sin embargo, los problemas persistentes en el sexenio le hicieron dimitir.

El catalán Pi i Margall, republicano federal, le sucedió en el gobierno. No obstante, pronto surgieron discrepancias frente a los federales intransigentes respecto al modelo del nuevo Estado federal. Esta circunstancia desencadenó una sublevación popular —la revolución cantonal— promovida por radicales del federalismo e internacionalistas en demanda de más autonomía, democracia e igualdad social. La revolución comenzó en Cartagena y se extendió por otras ciudades del sur y levante peninsular que llegaron a proclamarse estados independientes del poder central.

Pi i Margall, desbordado por los acontecimientos, cedió el mandato a Salmerón, quien se limitó a restablecer militarmente el orden. Una nueva dimisión llevó a la presidencia al profesor E. Castelar, que gobernó por decreto y paralizó las garantías constitucionales. Pero no le dio tiempo a consolidar el gobierno porque un golpe de Estado del general Pavía que, con fuerzas de la Guardia Civil, asaltó el Congreso en enero de 1874, puso fin a la I República española.

La Restauración Borbónica (1874-1931)

Características y Funcionamiento del Sistema Canovista

Se denomina Restauración al período de la Historia de España (1874-1931) en que se produjo la reposición en el trono de la dinastía borbónica que recayó en el hijo de Isabel II, Alfonso XII, tras el fracaso de la Primera República. En este tiempo estuvo en vigor la Constitución de 1876, salvo durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929), y se caracterizó fundamentalmente por la consolidación en España del liberalismo y sus instituciones, bajo la hegemonía de la burguesía conservadora.

La Restauración Borbónica: Inicio y Consolidación

El 1 de diciembre de 1874, el príncipe Alfonso dirigió desde la academia militar de Sandhurst (Inglaterra) un manifiesto a la nación, el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, que proponía el restablecimiento de la monarquía tradicional y aceptaba los principios del liberalismo parlamentario imperante en Europa. Un mes más tarde, el general Martínez Campos proclamó en Sagunto a Alfonso XII como rey de España, y obtuvo la adhesión de la mayor parte del ejército. Así comenzó la Restauración.

El Régimen Político: El Sistema Canovista

Las líneas generales del sistema se contienen en la Constitución de 1876, fiel reflejo del pensamiento de Antonio Cánovas del Castillo, cuyos principios políticos se resumían en lo que denominaba la constitución interna del país, es decir, las instituciones tradicionales que debían quedar a salvo de discusión: la Corona y las Cortes. Por otra parte, admirador del parlamentarismo inglés por su estabilidad, Cánovas pretendía establecer un sistema bipartidista en el que dos partidos «de notables» se turnasen en el ejercicio del poder mediante elecciones restringidas a los propietarios y contribuyentes.

La nueva Constitución, de carácter moderado, fue promulgada en junio de 1876. Establecía la soberanía compartida del Rey y las Cortes, como representantes de los principios de autoridad y libertad, y una práctica política que debía efectuarse sobre la existencia de unos partidos oficiales que aceptaran los reglamentos de la legalidad constitucional. La Ley Electoral de 1878 restableció el sufragio censitario que dejaba la participación ciudadana reducida a no más de un 5% de la población.

Además, la Constitución reconocía el centralismo político-administrativo como fórmula de organización del Estado, aboliendo los fueros de las provincias vascas por una ley de julio de 1876, que revalidaba la igualdad fiscal y de prestación del servicio militar de todos los ciudadanos españoles. La Constitución también establecía la unidad de códigos y la igualdad jurídica de todos los ciudadanos. Otro aspecto de la centralización fue la reorganización de las Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos.

Con arreglo a estos principios, Cánovas, jefe del partido liberal conservador, precisaba, como elemento de contraste, un partido que se identificara con la izquierda dinástica. El nuevo partido liberal-fusionista de Práxedes Mateo Sagasta apareció como contrincante del liberal-conservador de Cánovas. Sus diferencias fundamentales se establecen a partir de los límites en asuntos como la participación, los derechos individuales (libertad de expresión y asociacionismo) y la relación con la Iglesia.

Sin embargo, el régimen de la Restauración se basaba en el falseamiento electoral, independientemente del sufragio; los candidatos, designados desde el Ministerio de la Gobernación —los encasillados—, salían elegidos como diputados por el distrito correspondiente, gracias al control social que ejercían los hombres influyentes —los caciques— del partido en esa zona.

Los Fundamentos Sociales del Régimen

El régimen canovista se basaba fundamentalmente en el apoyo de los grupos más conservadores de la sociedad: los latifundistas, los fabricantes de harina castellanos, la industria catalana y sectores de la gran burguesía industrial y financiera vasca. Esta oligarquía convivía con otro país muy atrasado, con un analfabetismo superior al 75% de la población y modos de vida y niveles de renta casi en la miseria permanente. En resumen, la Restauración se apoya en una sociedad organizada en torno a los «caciques», hombres ricos e influyentes que controlan la vida social en la mayor parte del país.

La Evolución del Régimen

A la muerte de Alfonso XII en 1885, los dos grandes partidos dinásticos llegaron a un acuerdo —el Pacto del Pardo—, en presencia de la reina, que garantizaba su alternancia en el poder. Comenzó así el período de la regencia de María Cristina de Habsburgo, que duraría hasta 1902, fecha en que subió al trono el hijo póstumo de Alfonso XII. A lo largo de estos años, canovistas y sagastinos, conservadores y liberales, se turnaron pacíficamente en el gobierno.

Bajo los gobiernos de Sagasta se aprobaron diversas leyes que produjeron una cierta democratización del régimen: libertad de reunión y expresión (1881), la Ley de Prensa de 1883, la libertad sindical (1887) y, la más importante, la Ley de Sufragio Universal (1890), que acababa con el sufragio censitario.

Descomposición del Régimen Canovista

El sistema político canovista subsistiría hasta 1931. La Constitución de 1876 funcionó con «normalidad», posibilitando la alternancia de partidos en el Gobierno hasta finales del siglo XIX. En el siglo XX, el sistema entró en crisis por el surgimiento y desarrollo de fuerzas y movimientos sociales que no tenían posibilidad de expresarse en el marco del sistema, como ocurrió durante la dictadura de Primo de Rivera. Los principales factores de descomposición del sistema fueron:

  • Los Nacionalismos Periféricos

    El nacionalismo catalán, desde las Bases de Manresa de 1892, exige autonomía política frente a Madrid y presenta sus listas electorales en la Lliga Regionalista. En el País Vasco, Sabino Arana formuló las bases ideológicas del nacionalismo vasco que dieron lugar a la fundación del Partido Nacionalista Vasco. También en Galicia y, poco más tarde, en Andalucía surgen movimientos autonomistas. En esta última, Blas Infante, considerado como el padre de la patria andaluza, fue el principal impulsor del anteproyecto del Estatuto de Andalucía.

  • Los Movimientos Obreros

    La Restauración, a pesar de algunas iniciativas estatales como la Comisión de Reformas Sociales (1883), se caracterizó por la despreocupación respecto a las cuestiones sociales. Desde la fundación de la I Internacional (AIT), nuevas fuerzas políticas se hicieron cargo de la situación. En España, el PSOE y la UGT expresan el movimiento de raíz marxista. Por otra parte, el anarcosindicalismo acabará organizándose en 1911 en la CNT. La principal manifestación de la madurez de las organizaciones obreras fue la huelga de 1890, exigiendo las ocho horas y celebrando, por primera vez, la fiesta del trabajo el 1 de mayo.

  • La Crisis Colonial

    Tras el «desastre del 98», el Ejército sufre serias convulsiones internas y un gran desprestigio. El manifiesto resentimiento de la institución se intentará desde los gobiernos con la aprobación de leyes que primaban el poder militar sobre el civil.

  • La Inestabilidad Política

    Tras la desaparición de Cánovas y Sagasta, los nuevos líderes conservadores y liberales no lograban formar mayorías estables en el Parlamento, y fueron frecuentes los gobiernos de concentración.

Todos estos factores, unidos a la carestía, abrieron paso a la agonía del régimen y, lentamente, a la caída de la monarquía.

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