La población del siglo XVIII se encontraba entre 7,5 y 10,5 millones, con una alta natalidad y una menor mortalidad debido a la prevención de epidemias mediante el traslado de cementerios y mejoras en higiene y alcantarillado. La esperanza de vida era de 30 años, con una mayor concentración en el litoral mediterráneo y un 90% de población rural. La sociedad estaba dividida en estamentos cerrados, con privilegios para la nobleza y el clero, que representaban un 5% de la población. La alta nobleza dominaba ciudades y villas, mientras que la baja nobleza ocupaba una posición inferior. El clero, por su parte, vivía de las rentas y los impuestos que recibía la iglesia, mientras que el resto de la población, el 95%, respondía ante la justicia ordinaria y pagaba impuestos. La economía del siglo XVIII experimentó una expansión, pero con precios creciendo más que los salarios debido a la influencia de materiales preciosos de América. Las ideas económicas predominantes eran el mercantilismo y la fisiocracia, con un enfoque en la agricultura como principal fuente de riqueza.