El forcejeo con la iglesia católica

Tras la proclamación del 1 de Abril de 1939 de la victoria de Franco en la Guerra
Civil Española y la desintegración del poder republicano, Francisco Franco ascendíó al
poder, implantando un nuevo Estado. El franquismo nacíó como una dictadura personal
represora, con supresión de derechos y libertades y sin una ideología elaborada. Se trató de
un totalitarismo inspirado en el fascismo italiano y alemán, que suprimíó la Constitución de
1931, las garantías individuales y colectivas, el parlamento y que prohibíó todos los partidos
políticos y los sindicatos, a excepción de un único partido y sindicato oficial.
Su estructura se caracterizó por un reparto absoluto del poder sobre Franco. Era el
Generalísimo de todos los ejércitos y jefe nacional del partido, del Estado y durante muchos
años también presidente del Gobierno. Al carecer de una Constitución se llevaron a cabo
siete de leyes fundamentales desarrolladas hasta 1966, entre ellas las leyes del Fuero de
Trabajo, la Constitutiva de las Cortes y el Fuero de los Españoles pusieron las bases del
Estado corporativo, conformando un sistema definido como democracia orgánica.

Los tres grandes pilares, que propiciaron la larga duración del régimen, fueron el
Ejército, participando activamente en el poder, constituyendo la columna vertebral y base
del régimen; la iglesia católica, fundamentando el nacionalcatolicismo de Franco,
haciéndose con el control del sistema educativo y de la ética y la moral, gracias a
organizaciones como la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y el Opus Dei. Y
finalmente, la Falange Española y de las JONS, dotando al régimen de sus bases
ideológicas, sirvió como instrumento de propaganda y de control de la opinión pública.


De la misma forma, el estado franquista contó con un importante respaldo,
fundamental para su estancia en el poder, por parte de los grupos sociales de la burguésía,
los terratenientes, los empresarios industriales y financieros, gran parte de las clases
medias y los católicos. Asimismo, la represión, la propaganda diaria y el control social
fueron factores que permanecieron activos a lo largo de todo el franquismo de manera
constante y planificada. Se hizo uso de la exaltación, el culto al Caudillo y la rígida censura
cultural, con ayuda del Frente de Juventudes, la Sección Femenina, y el Sindicato de
Estudiantes Universitarios, para mantener bajo control a la sociedad.


La aceptación internacional del franquismo y la incorporación de España a la órbita
de Estados Unidos y la ONU tras el Concordato con la Santa Sede y el Pacto de Madrid,
resultaron claves para el despegue económico de España. La entrada del Opus Dei en el
gobierno franquista inició un proceso de cambio, por parte de los tecnócratas, poniendo en
marcha el Plan de Estabilización. Todo esto supuso un desarrollismo, con un crecimiento
económico y un cambio social. El Plan de Estabilización de 1959 cambió las líneas de la
economía del régimen: puso fin a la autarquía y dio paso a la integración de la economía
española en la de los países europeos. Establecíó medidas comerciales y reformas de
carácter monetario fiscales, como la devaluación de la moneda, para lograr la estabilidad
económica, la integración en el ámbito del capitalismo europeo y el equilibrio de la balanza
comercial. La austeridad del plan, empeoró las condiciones de vida de los españoles. No
obstante, los efectos positivos se apreciaron después, la contención de la inflación, aumento
del empleo, exportaciones industriales y un mayor equilibrio en la balanza de pagos.
Con la nueva política de estabilización se creó la Comisaría del Plan de Desarrollo
en 1962, dirigida por López Rodó, encargada de planificar el sector público y orientar el
privado. Entre 1964 y 1965 se pusieron en marcha tres planes de desarrollo económico y
social con un carácter industrial. El objetivo de estos planes era superar las diferencias
estructurales en general, centrándose en la industria, y favorecer las zonas menos
industrializadas a través de los Polos de Desarrollo y otras iniciativas.


La estabilidad del país se vio fortalecida por factores como el aumento del turismo
europeo, las remesas de dinero de los emigrantes y la inversión extranjera, entre otros.
Estas medidas produjeron un desarrollo económico espectacular y unas transformaciones
sociales, caracterizadas por grandes movimientos migratorios, nacionales y al extranjero,
una nueva estructura social, con un incremento en las clases medias y una sociedad más
moderna, con más oportunidades y libertades. Como resultado, se produjo un crecimiento
demográfico (baby boom), que ocasiónó desequilibrios económicos y desigualdades
interregionales y sociales, puesto que los recursos se invirtieron en las zonas más seguras y
rentables del País Vasco, Valencia y Cataluña y no se alcanzaron los objetivos propuestos
por ciertos planes de desarrollo.


El extraordinario crecimiento económico del segundo período del franquismo,
provocó un profundo cambio social que trajo consigo el surgimiento de nuevas actitudes y
pautas por parte de los nuevos sectores de la población, que demandaban mayor libertad y
democracia. Entre ellos se encontraban el movimiento obrero, organizado en Comisiones
Obreras; los universitarios, un gran foco antifranquista; y la iglesia, que se manifestó y
protestó en contra del régimen, provocando su distanciamiento.
Asimismo, se produjeron enfrentamientos entre tecnócratas y falangistas, que
llevaron a Franco a separar por primera vez la jefatura del Gobierno y la del Estado debido
al escándalo de Matesa, y a formar un nuevo gobierno, nombrando a Carrero Blanco como
presidente, que posteriormente fue asesinado en Diciembre de 1973 en un atentado de ETA
y sucedido por Arias Navarro.
Como consecuencia de estas protestas, en el franquismo surgieron tres
inclinaciones, por un lado los aperturistas, que pretendían adaptar el régimen a la realidad
social, apoyados por Fraga Iribarne; los inmovilistas, en oposición a cualquier cambio en el
régimen; y los conservadores, dispuestos a realizar las reformas necesarias para mantener
el régimen, a favor de Carrero Blanco.
De la misma forma, otras de las causas del declive del franquismo fueron el
crecimiento de la actividad terrorista y auge de los nacionalismos, la caída de las dictaduras
en Portugal y Grecia que trajeron aires de libertad esperanzadores, la creciente oposición
interna de la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática; coincidiendo
con unas duras condiciones económicas, derivadas de la crisis del petróleo de 1973, que
afectó de gran manera debido al carácter dependiente del país de las importaciones
petrolíferas, desembocando en una elevada inflación y un aumento del paro. 


Y finalmente,
la pérdida de la última colonia española en 1975, tras la Marcha Verde, que concluyó con
España cediendo el Sáhará a Marruecos y Mauritania para evitar la guerra, mediante el
Acuerdo de Madrid.
En general, la delicada salud y edad de Franco que dificultó que ejerciera como Jefe
de Estado y agravó los conflictos internos, la presión diplomática internacional y la
incapacidad para reformarse ante las nuevas demandas sociales y los intereses de
modernización, precipitaron la caída del régimen, que llegó a su fin el 20 de Noviembre de
1975, con la muerte de Franco, dejando a Juan Carlos de Borbón como sucesor al mando.

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