España en el siglo XIX: Del Reino Visigodo al Sexenio Democrático y el Reinado de Isabel II

El Reino Visigodo y su Legado en España (Siglo V-VIII)

Tras la intervención de pueblos bárbaros (vándalos, suevos y alanos), Roma solicitó ayuda a los visigodos, quienes llegaron en el 415, iniciando su asentamiento con la invasión de Barcelona. Tras ser derrotados por los francos en la batalla de Vouillé, trasladaron la capital del reino visigodo de Toulouse a Toledo. Se aceleró un proceso de feudalismo primitivo, consolidado mediante la unificación territorial (Leovigildo) y jurídica (Liber Iudiciorum de Recesvinto). La integración social se logró con la unificación religiosa en el III Concilio de Toledo (589), donde el rey Recaredo estableció el catolicismo como religión oficial.

Se consolidaron bases en concilios que, aunque persiguieron al pueblo judío, permitieron la consolidación de una monarquía electiva que el IV Concilio de Toledo (633) ratificó con el rey Sisenando. Esto se reforzó con instituciones como el Aula Regia y el Oficio Palatino, que fortalecieron un reino que, artísticamente, legó joyas como la fíbula de Alovera, el yacimiento de Recópolis (Guadalajara) o la Ermita de Santa María (El Berrueco). Aunque serían desplazados por los musulmanes, siendo Don Rodrigo el último rey, su legado perdura en la España actual.

El Reinado de Isabel II: Un Periodo de Transformaciones (1843-1868)

Durante los 25 años del reinado de Isabel II (1843-1868), España experimentó significativos cambios políticos, marcados por conflictos entre partidos y problemas sociales y económicos. Se distinguieron dos bandos principales:

  • Moderados: Defendían un poder compartido entre la Corona y las Cortes, con sufragio limitado.
  • Progresistas: Abogaban por la soberanía nacional, el sufragio universal y mayores derechos individuales.

También surgieron la Unión Liberal y el Partido Demócrata.

La Década Moderada (1844-1854)

Los gobiernos, liderados por Narváez, impulsaron un sistema político conservador. Se aprobó la Constitución de 1845, que establecía:

  • Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
  • Sufragio limitado.
  • Poder del Rey para disolver el Parlamento y vetar leyes.

Se implementaron reformas como la creación de la Guardia Civil (1844) para mantener el orden, una reforma fiscal que unificó impuestos y la aprobación del Código Civil y Penal. Con el Concordato de 1851, la Iglesia recuperó influencia social y educativa, apoyando al régimen a cambio de autonomía municipal. La corrupción y el malestar social llevaron al fin de esta etapa con el pronunciamiento militar de O’Donnell en la Vicalvarada (1854).

El Bienio Progresista (1854-1856)

Liderado por Espartero como jefe de gobierno, se impulsaron reformas económicas como la desamortización de Madoz, que puso a la venta bienes de la Iglesia, y la Ley de Ferrocarriles. Se creó el Banco de España y se redactó una Constitución que no llegó a aprobarse. El gobierno enfrentó protestas sociales debido al aumento de precios y al malestar de los trabajadores. Las tensiones internas del gobierno precipitaron su caída, dando paso al regreso de los moderados al poder.

La Unión Liberal y la Crisis del Reinado (1856-1868)

Bajo el liderazgo de O’Donnell, se buscó la estabilidad social y el crecimiento económico. España ganó la Guerra de Marruecos e incorporó Sidi Ifni, participando también en expediciones militares en México y Cochinchina. En 1863, una crisis económica, social y política, marcada por malas cosechas, escasez de alimentos y reivindicaciones del movimiento obrero, sacudió al país. Los progresistas, liderados por Prim, firmaron el Pacto de Ostende (1866) para derrocar a Isabel II. Tras la muerte de O’Donnell, Serrano se unió al movimiento, y en 1868, un pronunciamiento militar («La Gloriosa») logró el objetivo, poniendo fin al reinado de Isabel II y abriendo paso al Sexenio Democrático. El reinado de Isabel II se caracterizó por la inestabilidad, la corrupción y la desigualdad, lo que finalmente condujo a su destitución.

El Sexenio Democrático (1868-1874): Un Intento de Liberalismo Democrático

El Sexenio Revolucionario buscó implantar un liberalismo democrático, otorgando más poder a las clases medias y populares, y fortaleciendo a los partidos progresistas, republicanos y demócratas. Sin embargo, la inestabilidad política y social impidió su éxito. La deshonra de Isabel II, la crisis económica, el aumento de precios y el desempleo llevaron al Pacto de Ostende y a la revolución de «La Gloriosa» en 1868, liderada por Topete, Prim y Serrano. A través del manifiesto «España con honra», se exigió sufragio universal masculino, libertad de prensa, abolición de la pena de muerte y la elaboración de una nueva Constitución. Este movimiento se transformó en una revolución popular gracias a la organización de juntas revolucionarias.

Tras la victoria de Serrano en la batalla del Puente de Alcolea (Córdoba), Isabel II se exilió en Francia. Se formó un gobierno provisional liderado por Serrano, que tomó las primeras decisiones (disolución de las juntas revolucionarias) y convocó elecciones a Cortes Constituyentes mediante sufragio universal masculino.

La Constitución de 1869

Se promulgó la Constitución de 1869, considerada la primera Constitución democrática de España. Establecía un estado no confesional y soberano, reconociendo el sufragio universal masculino y las libertades de culto y asociación. Se instauró una monarquía parlamentaria con Cortes bicamerales. Serrano asumió la regencia mientras Prim buscaba un monarca que cumpliera con los ideales democráticos y fuera aceptado internacionalmente.

El Reinado de Amadeo I (1871-1873)

Las Cortes eligieron a Amadeo de Saboya como monarca. Sin embargo, el asesinato de Prim en 1870 y la falta de apoyo debido a la oposición de carlistas, alfonsinos, republicanos y conservadores, dificultaron su reinado. Su origen extranjero, su respeto a la libertad religiosa y la independencia del Estado generaron conflictos con la Iglesia. Enfrentó protestas, la guerra de independencia en Cuba y, finalmente, abdicó en 1873.

La Primera República (1873-1874)

La abdicación de Amadeo I generó un vacío de poder que llevó a la proclamación de la Primera República. Esta duró solo un año debido a la falta de apoyo, tanto de los federalistas (que defendían un modelo descentralizado) como de los unitarios (que apoyaban un sistema centralizado), y a la oposición de gran parte de la población. Conflictos como la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y el intento de dividir España en estados independientes (cantonalismo), debilitaron aún más a la República. Hubo cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall (quien dimitió tras no poder aprobar una Constitución federal), Nicolás Salmerón (quien dimitió por negarse a firmar condenas de muerte relacionadas con la insurrección cantonal) y Emilio Castelar (quien, tras ser destituido por las Cortes, reforzó el ejército).

El final del Sexenio Democrático llegó con el golpe de Estado de Pavía, que disolvió las Cortes. Martínez Campos proclamó el regreso de la monarquía con Alfonso XII, marcando el inicio de la Restauración Borbónica y la vuelta a una monarquía parlamentaria.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *