Historia del crecimiento economico

INTRODUCCIÓN


El concepto de revolución industrial


Emplearemos el concepto de revolución industrial para identificar un proceso global de transformación que tuvo lugar a lo largo de un amplio periodo de tiempo entre 1760-1850, y que supuso la transición desde una economía preindustrial (de crecimiento lento y baja productividad) a la economía industrial.

Podríamos identificarlo por una serie de cambios apreciables. En primer lugar, con un crecimiento económico continuado, que lleva consigo un incremento de la producción de bienes y servicios, de la inversión y de la renta. En segundo lugar, ese continuado crecimiento económico se encuentra vinculado a un proceso de mecanización, resultado del desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas a los procesos de producción y que permitieron un crecimiento acelerado de la productividad.

En tercer lugar, la extensión y generalización de las nuevas tecnologías industriales modificaron la naturaleza de las unidades de producción. Los talleres artesanales autosuficientes fueron sustituidos por fábricas que requerían cuantiosas inversiones y producían para el mercado nacional o exterior.

En cuarto lugar, las transformaciones del sector industrial, que desplazaron a lo largo del periodo a las formas artesanales, junto con los cambios del sector agrario y las innovaciones en los transportes, contribuyeron a modificar las estructuras de los mercados. Se produjo un proceso de especialización local y regional junto a una integración del mercado nacional, junto a un crecimiento de las transacciones en los mercados exteriores.

Finalmente, el conjunto de transformaciones enunciadas terminaron por consolidar cambios estructurales profundos: los sectores secundario y terciario desplazaron al sector primario como principal componente de la estructura económica, y la estructura social también sufrió una destacada alteración con la consolidación de la burguesía y la clase trabajadora como nuevas clases emergentes.

Las condiciones favorables de Europa


Se ha comprobado que factores como el clima, la localización geográfica o los recursos naturales han desarrollado un papel de mera facilitación, pero no han sido suficientes para determinar el dinamismo de una sociedad (Zamagni, 2001: 14). Como señala esta autora, “el verdadero papel estratégico en la determinación del dinamismo de las diversas sociedades lo han jugado las visiones filosóficas-religiosas del mundo y la organización de la sociedad que de ellas se desprende”.

Entre los principios filosóficos-religiosos que han guiado las dinámicas de cambio habría que destacar: la persona humana como valor sagrado e inviolable (que predispone contra el absolutismo y el esclavismo y favorece la difusión de la libertad, la igualdad y los derechos de la persona; la exaltación del espíritu como racionalidad, que favorece el desarrollo de la filosofía, la ciencia y la educación; la superioridad del hombre sobre la naturaleza, que incita a la acción transformadora sobre el medio circundante.

La Europa preindustrial destacó como el área donde las libertades individuales llegaron a alcanzar un mayor grado de tutela gracias a la existencia de una pluralidad de instituciones políticas (la fragmentación del poder) y culturales (universidades). Además, la libertad fue tutelada cada vez más por medio de una justicia codificada y objetiva (habeas corpus, la carga de la prueba) y una autoridad pública que estaba cada vez más en condiciones de hacer respetar las leyes.

Europa supo desarrollar un ambiente particularmente favorable a la innovación (tecnológica e institucional), especialmente después del humanismo y del Renacimiento, porque existía una mayor libertad y una mayor seguridad del derecho, que proporcionaba bases más seguras al cálculo económico vinculado a la inversión, y suministraba más apoyo a la iniciativa individual por parte de los poderes públicos.

En esa estructura de la sociedad europea, en medio de contradicciones y retrocesos, se dio el nacimiento de instituciones y prácticas económicas indispensables para la revolución industrial. Algunas de estas prácticas económicas fundamentales fueron: la banca y las prácticas bancarias (el cheque, la cuenta corriente, la transferencia, la letra de cambio, etc.); el uso de la partida doble; el seguro; el contrato de venta en comisión, el préstamos de capitales, la sociedad anónima; el servicio postal; la bolsa; la patente (que tutelaba la explotación comercial de un nuevo invento); y, en suma, los códigos de comercio.

Podemos concluir que ha sido esa larga preparación de un marco institucional adaptado a la ampliación y mejor organización de los mercados, y a la tendencia a manufacturas en mayor escala y con mecanismos cada vez más automatizados, movidos por energía inanimada (sobre todo hidráulica), la que ha estimulado los inventos estratégicos que determinaron el nacimiento de la revolución industrial en Europa.

Las ventajas del pionero: Gran Bretaña

Gran Bretaña logró reunir de forma más rápida y completa el mayor número de condiciones favorables al crecimiento económico.

En primer lugar, contó con una buena dotación de recursos naturales:
Clima templado y lluvioso apto para el desarrollo agrícola y ganadero; energía hidráulica para la industria; abundancia de carbón y de otros minerales; ríos navegables que abarataban el comercio interior y fácil acceso al exterior (ningún rincón del país distaba más de cien kilómetros del mar).

No sólo poseía un clima moderado y abundante en recursos hidráulicos, y no sólo se encontró con una reserva de carbón y otros recursos naturales, sino que estuvo en condiciones de desarrollar la propia cultura y el propio sistema político
Institucional, de manera que dispuso de antemano de las mejores condiciones para la innovación y la inversión.

En el ámbito político hay que destacar la evolución de la monarquía absolutista hacia un régimen con mayor poder de la representación parlamentaria, progresivamente fortalecida desde el siglo XVII y que llegó a alcanzar el control total de las finanzas públicas. Se fue construyendo un marco político en el que los representantes de los grandes propietarios agrícolas (landlords), la gentry (pequeña nobleza, comerciantes, altos funcionarios y militares) y los grandes comerciantes, pactaron medidas para incentivar el crecimiento económico y proporcionar una mayor movilidad a los factores productivos para favorecer las iniciativas empresariales.

Un buen ejemplo de esas medidas fueron las leyes de cercamientos, la libertad para instalar industrias (con la consiguiente limitación de los privilegios feudales), la reforma de la hacienda (establecimiento del control parlamentaria, ampliación de los ingresos, extensión de una deuda pública segura, bajos tipos de interés), flexibilidad en la creación de sociedades mercantiles o sistema de patentes.

Asimismo, el Estado promovió la participación en las exploraciones geográficas y la colonización de nuevos territorios, facilitando la implicación en el comercio internacional, la mejora de los transportes marítimos y la creación de grandes compañías comerciales especializadas en determinadas rutas. Además, el Estado practicó una política mercantilista en apoyo de las empresas nacionales con la aprobación de una serie de leyes de gran importancia. En 1651 se promulgaron las Leyes de Navegación, que obligaron a que casi todo el comercio desde y para Gran Bretaña se realizara en naves británicas, evitando la utilización de puertos de otros países europeos como etapas intermedias. Así le fue arrebatada la primacía del comercio marítimo a los Países Bajos y se favoreció el crecimiento de la industria de construcciones navales en Gran Bretaña. Otra ley destacada fue la Calico Act (1701 y 1721), que, al prohibir la importación de tejidos de algodón estampados indios, constituyó un potente estímulo para la consolidación de una industria nacional propia desarrollada a partir de la importación de algodón en rama de las colonias.

Gracias a la amplia variedad de recursos naturales y el estímulo del marco institucional se multiplicaron las iniciativas empresariales orientadas al mercado en las principales actividades económicas (la agricultura, la industria, el comercio, las finanzas). La mejora de la productividad, alcanzada por la incorporación permanente de la innovación tecnológica que llevaron a cabo numerosas empresas, permitió a Gran Bretaña superar los límites de la sociedad preindustrial.

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