La Crisis del Antiguo Régimen y la Guerra de 1808 en España

El Reinado de Carlos IV y la Crisis del Antiguo Régimen

Carlos IV reinó en España entre 1788 y 1808, en un periodo marcado por la crisis del Antiguo Régimen. Aunque intentó seguir el reformismo ilustrado de su padre, su gobierno fue débil y dominado por Manuel Godoy, un ministro impopular.

España sufría una grave crisis económica: el modelo agrario era poco productivo, las malas cosechas de 1804-1805 provocaron hambrunas, epidemias y migraciones del campo a la ciudad. A esto se sumaba una crisis financiera, ya que el Estado tenía un gran déficit debido a su participación en guerras como la de Independencia de EE. UU. Para financiarse, el gobierno recurrió a la deuda pública y a la desamortización de bienes eclesiásticos en 1798, lo que agravó el malestar social.

Todo ello preparó el terreno para el descontento generalizado que desembocaría en la crisis política de 1808 y el inicio de la Guerra de la Independencia.

Política Exterior y el Ascenso de Godoy

La Revolución Francesa de 1789 generó temor entre las monarquías absolutas, incluida España. Inicialmente, el gobierno de Carlos IV, con el conde de Floridablanca como ministro, adoptó una postura de neutralidad y aplicó medidas represivas para frenar la difusión de ideas revolucionarias: censura, control de universidades y refuerzo de la Inquisición.

En 1792, Floridablanca fue sustituido por el conde de Aranda, más tolerante, pero tras la ejecución de Luis XVI, España entró en guerra contra la Francia revolucionaria. En ese contexto, Manuel Godoy ascendió al poder con el apoyo de los reyes, aunque su origen humilde generó el rechazo de la nobleza y el clero.

Manuel Godoy dirigió la Guerra de la Convención (1793–1795), que comenzó con éxitos españoles pero terminó en derrota frente a Francia. Con la Paz de Basilea (1795), España se retiró del conflicto y Godoy fue premiado con el título de «Príncipe de la Paz». Poco después, firmó el Segundo Pacto de San Ildefonso (1796), una alianza con Francia contra Inglaterra que marcó un giro en la política exterior española.

Esta alianza llevó a varios desastres navales, como la derrota en el cabo de San Vicente (1797) y, sobre todo, en la batalla de Trafalgar (1805), donde la flota franco-española fue destruida por los británicos. Las consecuencias fueron graves: el comercio con América se vio afectado, la economía empeoró y la popularidad de Godoy cayó aún más.

El Camino hacia la Guerra: 1808

En 1807, Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, que permitía la entrada de tropas francesas en España para invadir Portugal. Aunque el acuerdo preveía repartir Portugal entre Francia, España y el propio Godoy, Napoleón lo utilizó para ocupar España, lo que generó gran inquietud en la población y en la corte.

En marzo de 1808, el Motín de Aranjuez, instigado por el príncipe Fernando, puso fin al poder de Godoy. Su residencia fue asaltada y, ante la presión popular, Carlos IV abdicó en su hijo Fernando VII y destituyó al ministro. Sin embargo, Carlos IV pidió ayuda a Napoleón para recuperar el trono, desencadenando así la crisis definitiva.

En mayo de 1808, Napoleón convocó a Carlos IV y Fernando VII en Bayona, donde se produjeron las Abdicaciones de Bayona: Fernando devolvió la corona a su padre, quien la cedió a Napoleón, y este nombró a su hermano José Bonaparte como rey de España.

El 2 de mayo, el pueblo de Madrid se levantó espontáneamente contra la marcha de la familia real y la ocupación francesa, siendo brutalmente reprimido. Este hecho marcó el inicio de la Guerra de la Independencia.

La Guerra de la Independencia (1808-1813)

El conflicto fue complejo: una guerra de liberación nacional, pero también guerra civil e internacional. Aunque una minoría de españoles, los afrancesados, apoyaron a José I buscando una modernización del país, la mayoría del pueblo se mantuvo fiel a Fernando VII, apodado «el Deseado», y protagonizó una resistencia popular masiva contra el dominio francés.

Fases de la Guerra:

Primera Fase (Junio-Noviembre de 1808): Victorias Españolas

Esta fase estuvo marcada por importantes victorias españolas. Destacó la resistencia de Zaragoza al primer asedio francés y, sobre todo, la Batalla de Bailén (19 de julio), donde el general Castaños derrotó por primera vez en campo abierto a un ejército napoleónico. Esta victoria obligó a José I a abandonar Madrid y supuso un gran impulso moral y propagandístico para la causa española.

Segunda Fase (Noviembre de 1808 – Enero de 1812): Apogeo Francés

Esta fase estuvo marcada por el apogeo francés. Napoleón, al sorprenderse por la resistencia española, envió un gran ejército para sofocar la rebelión. En pocas semanas, las tropas francesas ocuparon casi toda la península, salvo Cádiz, que resistió el asedio y se convirtió en el refugio de las autoridades legítimas, como la Junta Central y el Consejo de Regencia, quienes organizaron la resistencia y redactaron una nueva constitución.

Tercera Fase (1812-1813): Ofensiva Anglo-Española y Retirada Francesa

En la tercera fase, la retirada de tropas francesas para la invasión de Rusia debilitó el ejército de Napoleón. Las fuerzas anglo-españolas, dirigidas por el general británico Wellington, lanzaron una contraofensiva que culminó con la Batalla de Arapiles en 1812, lo que marcó el comienzo de la retirada francesa. En 1813, tras las batallas de Irún y San Marcial, los franceses fueron expulsados definitivamente de España. El Tratado de Valençay (diciembre de 1813) restauró a Fernando VII como rey de España.

Consecuencias de la Guerra

Las consecuencias de la guerra fueron devastadoras. En el ámbito humano, murieron alrededor de 500.000 personas. Económicamente, España quedó arruinada, con una Hacienda Pública en bancarrota. Además, el vacío de poder y la crisis de autoridad favorecieron los procesos de independencia de las colonias americanas, marcando el fin del imperio colonial español.

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