Al-Ándalus: La conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y Califato de Córdoba
En el año 711, los musulmanes conquistaron la Península Ibérica debido al movimiento expansionista del Islam y la crisis visigoda. Tras su victoria en la Batalla de Guadalete, la conquista se completó rápidamente gracias a la superioridad militar. La Península pasó a ser una provincia del Imperio Islámico llamada Al-Ándalus, con capital en Córdoba, que constituyó el Emirato dependiente de Damasco. Al-Ándalus se independizó políticamente del califato de Damasco, aunque mantuvo lazos religiosos. Esta etapa, el Emirato Independiente (756-929), se caracterizó por las continuas rebeliones internas y el avance de los reinos cristianos en el norte. El Califato de Córdoba (929-1031) se formó con la proclamación de Abderramán III como califa, llegando así a una época de esplendor económico, político, cultural y militar. Tras la muerte del califa, se sucedieron una serie de rebeliones que causaron la desintegración del califato.
Al-Ándalus: Reinos de Taifas. Reino Nazarí.
Tras la muerte de Almanzor, se produjo la disolución del Califato en el año 1031, a causa de diversas rebeliones de gobernadores que independizaron sus territorios, creando así los reinos de Taifas. Algunos reinos intentaban mantener la paz con los reinos cristianos a través de tributos anuales, pero, a pesar de esto, los cristianos continuaron con la Reconquista, llegando a conquistar Toledo en 1085. Ante este avance, los reinos de Taifas buscaron apoyo en los pueblos africanos. A finales del siglo XI, los almorávides invadieron la Península, terminaron con los reinos de Taifas y contuvieron el avance cristiano. Sin embargo, los almorávides fueron derrotados en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Tras esto, el avance cristiano fue incontenible. Solo sobrevivió el Reino Nazarí de Granada hasta finales del siglo XV, que logró subsistir mediante el pago de impuestos y el reconocimiento de la soberanía del rey de Castilla. Finalmente, con los Reyes Católicos, en 1492, se produjo la incorporación definitiva del Reino de Granada a la Corona de Castilla.
Al-Ándalus: Economía, sociedad y cultura.
Al-Ándalus prosperó económicamente. Su base era la agricultura, que alcanzó un gran desarrollo gracias a la introducción del regadío y nuevos cultivos como el arroz o el algodón. En las grandes ciudades florecieron las actividades artesanales, como la producción textil y de papel o el curtido de pieles. El comercio tuvo gran importancia, destacando la exportación de oro y de esclavos (negros y eslavos), así como el dinamismo del mercado de la ciudad, denominado Zoco.
La sociedad de Al-Ándalus era muy compleja y se dividía en diferentes estratos según la raza y la religión. La minoría aristocrática árabe, de origen autóctono, controlaba la riqueza y los cargos políticos y militares. Esta estaba enfrentada con la nobleza de servicio, compuesta por bereberes y muladíes, quienes eran funcionarios y leales al Estado. En el tercer estrato social se encontraban los judíos y mozárabes, a quienes se les permitía vivir en la ciudad, pero debían pagar impuestos por no ser musulmanes.
Culturalmente, Al-Ándalus fue producto de la fusión de tradiciones orientales e hispanas. Durante el Califato de Córdoba se impuso el árabe como lengua oficial, aunque convivió con el latín y el hebreo, dejando una profunda huella en campos como la filosofía, las matemáticas, la poesía, la medicina o la lengua.
Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad estamental.
Los reinos cristianos estaban organizados políticamente en torno a tres instituciones principales: las Cortes, donde se reunían representantes de los tres estamentos para aconsejar al rey y hacerle peticiones; la monarquía, que se apoyaba en las Cortes para realizar las tareas de gobierno; y los municipios, controlados por las oligarquías urbanas y reforzados por los fueros otorgados en la repoblación concejil. Las principales entidades políticas eran la Corona de Castilla (unificada en 1230) y la Corona de Aragón (formada en 1164).
El régimen señorial marcaba el límite del poder real. Los grandes territorios eran controlados por la alta nobleza, que disfrutaba de privilegios jurisdiccionales. Sin embargo, su poder se vio afectado por eventos como la Reconquista (culminada en 1492), la Peste Negra (1346) y las crisis de subsistencia.
La sociedad estamental marcaba la división jurídica por nacimiento entre privilegiados (la nobleza y el clero) y no privilegiados (pueblo llano). Eran grupos económicamente heterogéneos, diferenciados por sus obligaciones con la Corona. Mientras los privilegiados controlaban el poder político, las cargas fiscales y la propiedad, los no privilegiados sostenían el Estado con el pago de impuestos y, a la vez, quedaban apartados política y socialmente.
Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de Navarra al final de la Edad Media.
Hasta el siglo XI, la organización política en la Península se basaba en la propiedad particular del rey, es decir, en la libre adjudicación y el derecho consuetudinario. Sin embargo, a partir del siglo XI, se propuso fortalecer el poder real. Para ello, se utilizaron estrategias como la promulgación de leyes escritas, la teoría del origen divino del poder y el cobro de impuestos indirectos, lo que llevó a la creación de una administración más centralizada.
Aragón y Castilla tuvieron modelos de organización diferentes. Aragón, por su parte, era una monarquía federada que incluía territorios como Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares, donde el poder del rey estaba limitado por las Cortes debido al modelo pactista. Castilla, sin embargo, era una monarquía unitaria donde se unificaban las leyes de Castilla y León y se ejercía un mayor control de las ciudades a través de los alcaldes. El Reino de Navarra tuvo un modelo de monarquía pactista similar al de Aragón. En algunos de estos territorios se creó la figura del virrey, representante del rey en cada Estado.
La España del siglo XVIII. Expansión y transformaciones económicas: agricultura, industria y comercio con América. Causas del despegue económico de Cataluña.
Las reformas económicas realizadas por los Borbones fueron positivas, aunque limitadas. La demografía creció de 7 a 10 millones de habitantes, mejoró el clima y, con ello, la agricultura. Se aprovecharon las tierras deshabitadas de Sierra Morena y surgieron nuevos cultivos procedentes de América, como el maíz. La industria fue fomentada a través de las manufacturas reales. Se impulsaron las plantaciones de exportación, lo que diversificó la economía, junto con el desarrollo de la minería. El Decreto de Libre Comercio (1778) permitió la apertura de 27 puertos en América y 13 en la Península Ibérica, aboliendo la Casa de Contratación. Esto impulsó el comercio, destacando el de Barcelona con el algodón. Otras medidas tomadas incluyeron la creación de la Lotería Nacional en 1764, el Banco de San Carlos en 1782, y la promulgación de la Real Cédula de 1783 que permitía a cada persona dedicarse a la profesión que deseara, dignificando así los oficios.
Ideas fundamentales de la Ilustración. El despotismo ilustrado: Carlos III.
La Ilustración es un movimiento que surgió en Francia y que buscaba transformar las condiciones de vida a través del fomento de la cultura, la educación y el pensamiento crítico basado en la razón. En España no tuvo el mismo éxito masivo, ya que solo fue apoyado por una minoría de élite que, además, era mayoritariamente católica. Esto derivó en el Despotismo Ilustrado, que buscaba modernizar y dinamizar el país sin abolir el Antiguo Régimen. Las reformas ilustradas alcanzaron su esplendor con el reinado de Carlos III, influenciado por figuras como Jovellanos y llevadas a cabo por ministros como Ensenada y Floridablanca. Sin embargo, esto generó la oposición de la nobleza, el clero y el campesinado, manifestada en el Motín de Esquilache en 1766. Este evento hizo que Carlos III ralentizara las medidas tomadas. Los ilustrados crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País, instituciones privadas dedicadas al fomento del desarrollo económico de las provincias.