El Fascismo y el Nazismo: Orígenes, Ideologías y Consolidación del Poder en Europa

El Fascismo Italiano: Contexto y Orígenes

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Italia se encontraba en una situación de profunda crisis. Más de 700.000 hombres habían muerto. Numerosas industrias fueron destruidas, los salarios bajaron, y el número de parados, al igual que la inflación, aumentó drásticamente. Además, en los acuerdos de paz no se entregó a Italia lo prometido, como Fiume y Dalmacia, territorios acordados en el Tratado de Londres (1915). Esto avivó el sentimiento de los adeptos del irredentismo (reivindicación de territorios habitados por italianos).

La inestabilidad política era palpable: entre 1919 y 1922, la monarquía italiana vio sucederse cinco gobiernos. En el norte de Italia, un movimiento de huelgas masivas llevó a los obreros a incautar fábricas y a los campesinos a ocupar las tierras de los grandes terratenientes. Estos movimientos fueron duramente reprimidos por el miedo a una revolución social, similar a la rusa.

El Surgimiento del Fascismo

En esta situación de crisis y descontento, apareció la figura de Benito Mussolini. En 1919, Mussolini creó los Fasci de Combate, un grupo paramilitar conocido como los Camisas Negras. Con ellos, pretendía frenar el auge del movimiento obrero, atacando violentamente a los sindicatos y a sus líderes.

Los Fasci se transformaron en el Partido Nacional Fascista, el cual se presentó como el recurso más eficaz para detener los movimientos revolucionarios en Italia. Su programa se basaba en la construcción de un Estado fuerte que garantizase la propiedad privada y una política exterior expansionista. El nuevo partido contó con el apoyo de la pequeña burguesía, la financiación de los grandes propietarios agrícolas e industriales, y la tolerancia de la Iglesia Católica y del monarca Víctor Manuel III.

A pesar de que en las elecciones de 1922 el Partido Fascista solo consiguió 22 diputados de un Parlamento de 500, Mussolini demostró su fuerza. Con 300.000 Camisas Negras, desmanteló la huelga de los sindicatos socialistas y anarquistas. Para presionar al rey y exigirle el gobierno, organizó una Marcha sobre Roma con sus milicias. En octubre de 1922, el monarca, presionado por las fuerzas conservadoras, lo nombró jefe del gobierno.

La Dictadura Fascista en Italia

Entre 1922 y 1925, Mussolini llevó a cabo un proceso de restricción de las libertades y de persecución de sus adversarios (socialistas, comunistas y democristianos), aunque inicialmente mantuvo el parlamento. Sin embargo, después de las elecciones de 1924, ganadas por la coalición de Mussolini gracias a la violencia ejercida hacia sus oponentes, instauró un régimen autoritario.

El Estado y el Partido Fascista quedaron totalmente identificados en un régimen en el que Mussolini se atribuyó plenos poderes y se hizo llamar Duce. Los partidos políticos fueron prohibidos, sus líderes perseguidos y encarcelados, y el Parlamento fue sustituido por una Cámara de los Fasci. Las huelgas fueron prohibidas y los sindicatos sustituidos por un sistema de corporaciones por oficios que englobaban a representantes de los obreros, de los patrones y del Estado.

El Estado ejercía un fuerte control a través del partido, que dirigía todos los aspectos de la vida social y dominaba los medios de comunicación. También controlaba la economía y apoyaba a las empresas privadas con pedidos militares y fuertes subvenciones.

El Nazismo en Alemania: De la República de Weimar al Tercer Reich

En 1918, antes de finalizar la Primera Guerra Mundial, el Káiser Guillermo II abdicó y se proclamó la República de Weimar, que estableció su capital en la ciudad de Weimar y adoptó una constitución democrática. Alemania tuvo que asumir la derrota militar y aceptar las duras condiciones de paz impuestas por los vencedores en el Tratado de Versalles, que le arrebataba territorios, reducía su ejército y le imponía fuertes reparaciones económicas.

Los años de posguerra fueron para Alemania de profunda crisis económica, miseria y paro. Las deudas de guerra y las reparaciones provocaron una elevada inflación y la depreciación del marco. La República de Weimar, gobernada por democristianos y socialistas, tenía en contra a amplios sectores de la población. Estaba amenazada tanto por movimientos revolucionarios de izquierda (como el levantamiento de la Liga Espartaquista o Comunista) como por varios intentos de golpes de Estado de la extrema derecha (como el Putsch de Múnich, protagonizado por las milicias nazis).

Principales Puntos del Programa Nazi

  1. Exigimos la unión de todos los alemanes para constituir una Gran Alemania.
  2. Exigimos la abolición de los Tratados de Versalles y de Saint-Germain.
  3. Exigimos territorios y colonias para la alimentación de nuestro pueblo y para el establecimiento de nuestro exceso de población.
  4. Nadie, salvo aquellos por cuyas venas circula sangre alemana, sea cual sea su credo religioso, podrá ser miembro de la nación. Por consiguiente, ningún judío será miembro de la nación.
  5. Se abolirá todo ingreso no logrado por medio del trabajo, así como la servidumbre impuesta por el interés.
  6. Exigimos la nacionalización de todos los negocios que se han organizado hasta hoy en grandes compañías.

Adolf Hitler y el Partido Nazi (NSDAP)

Adolf Hitler, un soldado desmovilizado de la Primera Guerra Mundial que no había aceptado la derrota alemana, fundó en 1920 el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores de Alemania (NSDAP), del cual fue líder. El partido escogió como emblema la bandera roja con la cruz gamada y se dotó de una organización paramilitar, las Secciones de Asalto (SA).

Su ideología fue recogida en el libro Mi Lucha (Mein Kampf), donde expresó su desprecio por la democracia parlamentaria y su odio al bolchevismo. Asimismo, defendía el antisemitismo, la superioridad de la raza aria y la necesidad de forjar un gran imperio (Reich) que uniese a todos los pueblos de habla alemana.

Para atraer a las clases trabajadoras, Hitler no dudó en usar la demagogia: prometió trabajo para todos, reducir los beneficios industriales, mejorar los salarios y avanzar hacia una sociedad más solidaria. En sus discursos, acusó de ser los responsables de la crisis alemana a judíos, comunistas y demócratas.

Las milicias nazis se opusieron violentamente a la República de Weimar, protagonizando intentos insurreccionales. Se enfrentaron a las organizaciones y los militantes comunistas, presentándose como una garantía de orden social frente a la agitación revolucionaria.

El Nazismo en el Poder: La Consolidación de la Dictadura

El periodo entre 1924 y 1929 fue de mejora de las condiciones económicas y de una cierta estabilidad social en Alemania. Sin embargo, esta estabilidad se rompió con la Crisis de 1929, cuyas consecuencias resultaron muy duras para el país. La retirada del capital americano arrastró a muchos bancos alemanes a la quiebra, lo que provocó el cierre de fábricas, un aumento masivo del paro y un profundo descontento social. En 1932, Alemania contaba con más de seis millones de parados.

Impacto de la Crisis de 1929 y la Polarización Social

La sociedad se dividió en dos grandes bloques, inclinándose hacia las propuestas de los partidos extremistas:

  1. Burgueses arruinados, campesinos y obreros desesperados, atraídos por las promesas nazis.
  2. Los intelectuales y la mayoría de los obreros, que se inclinaron por el Partido Comunista.

En las elecciones de 1932, salieron elegidos 196 diputados nazis y 100 comunistas. Ante este resultado, las fuerzas conservadoras, alarmadas por la creciente influencia comunista, prefirieron llegar a un acuerdo con Hitler. Así, en enero de 1933, Adolf Hitler fue nombrado canciller en un gobierno de coalición, y juró la Constitución.

El Partido Nazi contó con el apoyo de importantes personalidades de la industria y de las finanzas, disponiendo de ayudas económicas de figuras como Thyssen y Krupp.

Hitler consiguió que el presidente Hindenburg le diera permiso para disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones, que se fijaron para marzo. Un decreto del gobierno prohibió la prensa y las reuniones de los opositores. Los registros y las persecuciones se multiplicaron, y en la calle las Camisas Pardas sembraron el pánico y el terror. El 27 de febrero se produjo un incendio del Reichstag, del que fueron culpados los comunistas. Este atentado sirvió de excusa para suspender las libertades individuales, suprimir el control judicial sobre las detenciones y restablecer la pena de muerte.

Aunque el Partido Nazi no consiguió la mayoría absoluta (obtuvo el 43% de los votos, mientras que comunistas y socialistas sumaron el 30%), consiguió el apoyo de los diputados del Centro Católico. El parlamento le concedió plenos poderes y la facultad de promulgar leyes sin necesidad de trámite. La concentración de poderes en manos de Hitler se completó en 1934, después de la muerte de Hindenburg, cuando acumuló las funciones de canciller y presidente, proclamándose Führer (jefe del Partido) y Canciller del Reich.

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