El Liberalismo en España: Transformaciones y Conflictos (1833-1874)

A la muerte de Fernando VII, en 1833, comenzó en la historia de España un proceso imparable de cambios políticos, sociales y económicos. En el reinado de Isabel II se llevaron a cabo las reformas fundamentales para el establecimiento de un régimen liberal muy moderado.

1. La Revolución Liberal-Burguesa

Esta revolución podemos definirla como un proceso violento de sustitución de la sociedad feudo-señorial del Antiguo Régimen por una nueva sociedad liberal-burguesa y capitalista. Implica profundos cambios políticos y económicos. Todas estas transformaciones se producen bajo la hegemonía de la burguesía como clase social dominante.

Esta gran inestabilidad política se veía incrementada en 1830 por otros acontecimientos que oscurecían el futuro del absolutismo y las esperanzas de los carlistas. Antes del nacimiento de Isabel, su padre había hecho publicar la Pragmática Sanción, redactada por las Cortes en 1830, permitiendo reinar a una mujer. Fernando VII confirmó los derechos sucesorios de su hija Isabel y formó un nuevo Gabinete presidido por Cea Bermúdez.

En septiembre de 1833 moría Fernando VII y María Cristina heredaba la corona de España en nombre de su hija.

2. La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Las tensiones acumuladas salieron a la luz en forma de una guerra civil, enfrentando a absolutistas y liberales. Tuvo su principal teatro de operaciones en el País Vasco y Navarra, pero también se extendió por casi todo el norte. El bando cristino actuó con lentitud; por el contrario, Tomás de Zumalacárregui pudo disponer de un tiempo precioso para convertir un ejército en toda regla, con gran conocimiento del terreno.

2.1. Fases de la Guerra

2.1.1. Primera Fase

El absolutismo monárquico, la intransigencia religiosa y la defensa de los fueros y del régimen tradicional de propiedad de la tierra constituyeron los elementos fundamentales de la ideología carlista. El primer carlismo fue una verdadera reacción rural contra el progreso político y cultural.

Con el reconocimiento de los fueros vascongados por Don Carlos, el carlismo se atrajo a la población campesina norteña. En un comienzo contó con el apoyo de aquellos sectores que se oponían a las reformas liberales. Eran los grupos sociales que nutrían los escuadrones de voluntarios realistas, muy activos en la persecución de vecinos y preparados de hecho para tomar las armas frente al liberalismo.

El ideario carlista no consiguió convencer a las clases ilustradas, contrarias al integrismo religioso del pretendiente, ni a la burguesía y el proletariado urbano, que se alistaron en las milicias locales, defensoras de la reina regente.

Rusia, Austria y Prusia dieron su apoyo a Don Carlos, mientras que el Reino Unido, Francia y Portugal apoyaron a María Cristina. Durante la «carlistada», España fue un hervidero de idealistas, buscadores de aventura y reporteros.

2.1.2. Segunda Fase

La movilización de los voluntarios realistas en todo el país, cuyos generales masivamente se inclinaron por María Cristina. Sin embargo, los carlistas lograron los primeros éxitos contra el ejército de la reina. Carlos V pudo sentirse monarca en un territorio comprendido entre el Ebro y el Cantábrico, con su gobierno y leyes propias; su objetivo era Madrid.

La toma de las capitales del País Vasco era la obsesión de los líderes carlistas, de ahí el atractivo fatal del sitio de Bilbao, que malgastó las posibilidades de una victoria última sobre los liberales. Las tropas carlistas fueron derrotadas en Navarra. En diciembre de 1836, después de la batalla de Luchana, el general Espartero levantó el sitio de Bilbao. En 1836 y 1837 tuvieron lugar expediciones militares carlistas intentando crear nuevos frentes. Don Carlos no se decidió a entrar en Madrid, lo que fue entendido como un fracaso.

El carlismo, incapaz de ampliar su radio de acción, vio cómo las partidas guerrilleras siguieron operando y el ejército liberal caía frecuentemente en emboscadas. Todo allanaba el camino hacia el final de la guerra, que se hizo inminente cuando Maroto mandó fusilar a los generales contrarios al acuerdo de paz.

2.1.3. Tercera Fase

Las conversaciones secretas de Maroto con Espartero culminaron en el Convenio de Vergara. El general liberal se comprometía al mantenimiento de los fueros vascos, mientras que los partidarios de Maroto reconocían a Isabel II como reina. La pacificación del País Vasco permitió a los liberales concluir la guerra en 1840.

Entre 1833 y 1876, el conflicto carlista se manifestaría a través de tres guerras civiles. A lo largo de un siglo de existencia, el carlismo fue un movimiento de protesta contra las corrientes dominantes de la época.

3. La Evolución Política (1833-1843)

Tras la muerte de Fernando VII, la primera propuesta de los consejeros de María Cristina fue realizar unas reformas que parecían necesarias, a fin de alcanzar un «justo medio».

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