Rusia Antes de la Revolución: El Imperio de los Zares
Rusia era en 1900 un inmenso imperio que abarcaba desde el mar Báltico, por el oeste, hasta el océano Pacífico, por el este. Estaba formada por un gran número de pueblos y tenía más de 140 millones de habitantes. Desde el punto de vista político, lo más destacado era el gobierno absolutista (autocrático) de los zares, siendo uno de los sistemas más autoritarios de Europa.
Atraso Económico y la Base Agraria
Al entrar en el siglo XX, Rusia se encontraba entre los países más atrasados de Europa. Desde el punto de vista económico, existía un gran atraso. Además, la industrialización era muy débil y se concentraba en puntos muy concretos. La agricultura seguía siendo la base de la economía, pero estaba muy atrasada y era poco rentable.
En 1861 desapareció el régimen feudal y la servidumbre campesina, pero la tierra continuaba estando en manos de unos pocos. La nobleza controlaba la propiedad de la tierra y los campesinos debían pagar grandes cantidades de dinero al Estado y a los terratenientes por el uso de la tierra.
La Débil Industrialización
La estructura industrial del país era muy débil y se concentraba en lugares muy concretos. Se basaba en la extracción de carbón, petróleo y hierro en las zonas de los Urales, Bakú y Donetz. El desarrollo del ferrocarril y la construcción del Transcaspiano, Transaraliano y Transiberiano se realizó con capitales europeos. Estas líneas ferroviarias posibilitaron la ocupación de los extensos dominios asiáticos. La poca industria existente se encontraba en manos extranjeras.
Estructura Social y Desigualdades
La sociedad presentaba grandes desigualdades. El poder se concentraba en dos clases principales:
- La Nobleza: Tenía casi todo el poder: público, civil y militar. Además, poseían grandes propiedades agrarias. Gran parte de la aristocracia vivía en la corte.
- El Clero: Tenía una gran importancia en un país muy religioso. Su máxima autoridad era el Zar, quien ostentaba poderes políticos y religiosos y elegía los cargos eclesiásticos. Ante las duras condiciones de vida, muchos rusos se consolaban con la religión y otros buscaban entrar en la Iglesia para escapar de su miseria.
Clases Medias y la Intelligentsia
En cuanto a las clases medias, se puede decir que en Rusia casi no existían. Estaban formadas por un reducido grupo llamado la Intelligentsia, compuesto por profesionales liberales e intelectuales.
El Campesinado y la Propagación Anarquista
El campesinado constituía cuatro quintas partes de la población, es decir, la inmensa mayoría de los habitantes del imperio. Sus condiciones de vida no habían cambiado significativamente desde el decreto de liberación de los siervos de 1861, ya que desde entonces debían pagar una suma muy elevada por su libertad, lo que frenaba su desarrollo. Las medidas proteccionistas para favorecer la industria provocaban la subida de precios, dejando a los campesinos indefensos ante esa circunstancia. Ante tal situación, la doctrina anarquista se propagó muy rápidamente por el campo ruso.
Los Obreros
Los obreros eran una minoría en el país; en 1914 eran solo tres millones. Estaban sometidos a unas condiciones de vida muy duras: vivían hacinados en barracones, sin condiciones sanitarias y con jornadas de hasta dieciséis horas. Además, estaba prohibida cualquier organización obrera o cualquier reunión para discutir sus problemas.
Se produjo un aumento de la población que pasó de 125 millones de habitantes en 1897 a 174 en 1914.
El Absolutismo Zarista (Autocracia)
Desde el punto de vista político, lo más destacado era el gobierno absolutista (autocrático) de los zares. El poder del zar era inmenso: concentraba todo tipo de poderes y gobernaba por decretos sin contar con ningún parlamento. Su persona era considerada sagrada, ya que reunía importantes atribuciones religiosas, considerándose a sí mismo el representante de Dios en la tierra. Además, era el jefe del ejército y, con este instrumento y con la policía zarista (la Okhrana), mantenía amordazada a la oposición política, que tenía que recurrir a la clandestinidad. El zar se involucraba en guerras imperialistas de las que los rusos salían derrotados.
Existía una gran corrupción en la corte, con personajes que creaban malestar, como Rasputín.
El Holocausto y la Política Antisemita Nazi
La Persecución Durante la Segunda Guerra Mundial
La actitud del pueblo alemán frente a esos desmanes fue de pasividad y tolerancia, siendo muy pocos los que abiertamente se opusieron a ellos.
La II Guerra Mundial agudizó la política antisemita nazi. Los judíos hubieron de abandonar sus hogares y fueron recluidos en guetos y campos de concentración. Esto afectó no solo a los de nacionalidad alemana, sino también a aquellos que pertenecían a los países conquistados por la Wehrmacht (Ejército alemán) o que caían bajo la órbita nazi.
Guetos y Resistencia
El gueto más importante fue el de Varsovia, donde fueron recluidos cientos de miles de personas condenadas a vivir hacinadas y mal alimentadas. En abril de 1943, los judíos de dicho gueto se sublevaron ante la masiva política de deportaciones a campos de concentración que realizaban los nazis. La resistencia duró varias semanas, tras la cual, el gueto fue arrasado.
Campos de Concentración y Exterminio
Junto a los guetos, los judíos fueron recluidos en campos de concentración cercados por muros, alambradas y vigilados desde torretas. En la década de los treinta se construyeron algunos, como los de Buchenwald o Dachau, pero durante la Segunda Guerra Mundial se incrementó su número y capacidad.
Allí fueron internados los disidentes del régimen, soldados enemigos, homosexuales, gitanos y, por supuesto, judíos. Los prisioneros eran sometidos a trabajos forzados hasta la extenuación, en la fabricación de componentes militares para el ejército alemán y otros menesteres; cuando se veían imposibilitados para hacer frente al ritmo de trabajo, eran eliminados.
Con la puesta en práctica de la “solución final”, es decir, la eliminación sistemática de todos los judíos bajo jurisdicción alemana, se crearon campos especiales, dotados de instalaciones capacitadas para hacer frente al exterminio masivo de personas.
Auschwitz-Birkenau y Lublin-Majdanek poseían cámaras de gases venenosos para las ejecuciones y hornos crematorios para eliminar los cuerpos.
Consecuencias y Legado
Las condiciones de vida en esos campos eran infrahumanas y el trato que los prisioneros recibían a manos de sus guardianes, normalmente miembros de las SS (Schutz-Staffel), era brutal. Muchos fueron sometidos a experimentos médicos, y otros castigados cruelmente. Se calcula que unos 4 millones de prisioneros, en su mayor parte judíos, murieron en los campos nazis.
Al final de la contienda, el «holocausto», es decir, la gran matanza de judíos, había llegado a superar los 6 millones. Los que sobrevivieron lo hicieron en tremendas condiciones y la experiencia les marcó durante el resto de sus vidas. Muchos de ellos no volvieron jamás a sus hogares y optaron por emigrar, fundamentalmente, a Palestina, donde en 1948 se creó un estado judío, el actual Estado de Israel.