La Crisis de 1898: Causas, Desarrollo y Consecuencias de la Pérdida Colonial Española

La Guerra Colonial y la Crisis de 1898

Antecedentes: El Proceso de Independencia en América

La crisis de la Monarquía Borbónica, la desastrosa política colonial y la difusión de las ideas revolucionarias liberales fueron los acicates del proceso de independencia en las colonias americanas. Este proceso se había iniciado en 1808, durante la Guerra de la Independencia. Los focos secesionistas fueron el Virreinato del Río de la Plata, donde San Martín proclamó la independencia de la República Argentina, y el Virreinato de Nueva Granada y Venezuela, liderado por Simón Bolívar.

El movimiento independentista, iniciado en 1808, culminó en la década de 1820 con la total independencia de la América hispana, a excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

La Primera Guerra de Ultramar (Guerra de los Diez Años)

En 1868 se inició, con el llamado Grito de Yara, un conflicto en la isla de Cuba conocido como la Guerra de los Diez Años. La insurrección, dirigida por algunos propietarios criollos, contó con el apoyo popular.

La Guerra de Ultramar (1879-1898)

Tras la Paz de Zanjón, los naturales de Cuba esperaban que se les otorgasen los mismos derechos que a los españoles de la península (participación en el gobierno, libertad de comercio, etc.). Siguiendo el modelo bipartidista peninsular, se crearon en Cuba dos grandes partidos:

  • Partido Autonomista (integrado por cubanos), que pedía autonomía para la isla.
  • Unión Constitucional (partido proespañol).

El Partido Liberal de Sagasta llegó a legalizar la abolición formal de la esclavitud en 1888. Sin embargo, la incapacidad de la administración para introducir reformas estimuló los deseos de emancipación. José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la consecución de la independencia, apoyada también por Estados Unidos. En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los productos importantes de la isla que no procediesen de la península.

La Gran Insurrección y la Guerra Chiquita

En 1879 comenzó un nuevo intento de insurrección contra la presencia española en la isla, que dio lugar a la llamada Guerra Chiquita. Más tarde, el Grito de Baire (1895) marcó el inicio de la insurrección definitiva.

La Estrategia de Weyler y la Represión

Cánovas envió un ejército al mando de Martínez Campos, quien entendía que la pacificación de la isla requería una fuerte acción militar. Martínez Campos no pudo controlar la rebelión y fue sustituido por el general Valeriano Weyler. Weyler organizó las concentraciones de campesinos y trató duramente a los rebeldes, ejecutando a muchos de ellos. La población civil también fue víctima del hambre y de las epidemias.

En el plano militar, la guerra no era favorable a los soldados españoles debido a su desarrollo en plena selva (la manigua). El ejército español no estaba entrenado para hacer frente a una guerra de este tipo.

El Asesinato de Cánovas y la Autonomía Tardía

En 1897, tras el asesinato de Cánovas, el nuevo gobierno liberal destituyó a Weyler y encargó el mando al general Blanco, con una estrategia de conciliación. Para ello, decretó la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino y la igualdad de derechos. Las reformas llegaron demasiado tarde y los independentistas, que contaban con el apoyo de EE. UU., se negaron a firmar el fin de la guerra, que fue unilateralmente declarado por el gobierno español.

La Rebelión en Filipinas

En 1896 se produjo una rebelión en las islas Filipinas. La colonia del Pacífico contaba con una débil presencia militar. Los intereses económicos españoles eran menores, pero se mantenían por su producción de tabaco y el intercambio comercial con Asia.

La Intervención de Estados Unidos y el Desastre

EE. UU. había fijado su área de expansión en la región del Caribe y en el Pacífico. El interés de EE. UU. por Cuba le llevó a proposiciones de compra. La ocasión para intervenir en la guerra la dio el incidente del acorazado estadounidense Maine, que estalló en el puerto de La Habana.

La escuadra mandada por el almirante Cervera partió hacia Cuba, pero fue derrotada en la Batalla de Santiago. En diciembre de 1898 se firmó la Paz de París, por la cual España abandonaría Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El ejército español regresó vencido.

Consecuencias del Desastre del 98

Crisis Política y Moral

A pesar de la crisis de 1898, sus repercusiones políticas inmediatas fueron menores de lo esperado. La guerra comportó notables pérdidas materiales. La necesidad de hacer frente a las deudas contraídas promovió una reforma de la Hacienda llevada a cabo por el ministro Fernández. Tampoco aconteció una gran crisis política y el Sistema de la Restauración sobrevivió.

No obstante, la Crisis del 98 fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica. La derrota sumió a la sociedad en un estado de desencanto y pesimismo nacional.

El Movimiento Regeneracionista

El fracaso de la Revolución de 1868 dejó huella en los intelectuales progresistas. Un grupo de ellos se reunió en la Institución Libre de Enseñanza, creada en 1876 cuando muchos catedráticos abandonaron la universidad al no permitirles libertad de cátedra. La Crisis de 1898 agudizó la crítica regeneracionista.

Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y elevar el nivel educativo, sintetizado en el lema: «Escuela y Despensa».

Impacto en el Sistema de la Restauración y el Ejército

El Desastre del 98 significó el fin de la hegemonía del sistema de la Restauración y la aparición de una nueva generación de políticos que empezaron a actuar en el nuevo reinado de Alfonso XIII. Sin embargo, la política reformista no llevó a cabo las profundas reformas necesarias.

La derrota militar tuvo también consecuencias en el Ejército. En su seno fue tomando cuerpo el convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia en la vida política del país.

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