Bases del sistema canovista

1 Introducción.  El final del Sexenio dará pasó a la Restauración de la Monarquía, un largo período de la España contemporánea que se extiende hasta el Golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. La Restauración sería periodo de estabilidad constitucional, de modernización económica y de alejamiento del ejército de la vida política, pero también lo fue de dominio de la burguésía oligárquica, de caciquismo, de falseamiento electoral, etc.
        2.Antecedentes .En el periodo que transcurríó entre 1833 y 1868 se había producido en España la implantación del liberalismo, etapa durante la cual se transformó la estructura del Estado, dando paso a una monarquía constitucional y parlamentaria. El deterioro de la monarquía de Isabel II dio paso en 1868 al llamado Sexenio Revolucionario. Durante este periodo, las fuerzas burguesas, con el apoyo de los sectores populares, iniciaron una experiencia de gobierno democrático que, bajo la forma de monarquía o de república, diera satisfacción a los intereses de los diferentes grupos sociales.
3. Desarrollo del tema El final de la república
Desde Febrero de 1873 a Diciembre de 1874 se mantuvo la I República. El problema carlista, la guerra en Cuba, los alzamientos cantonalistas, la crisis de gobierno (Pi i Margall, Salmerón y Castelar) y la oposición del resto de grupos políticos provocaron el final de la corta experiencia republicana. En 1874, el pronunciamiento militar de Martínez Campos proclamaba rey de España a Alfonso XII.

Los fundamentos del sistema de la restauración


Las bases del sistema canovista. La Restauración es el sistema político ideado por Antonio Cánovas del Castillo quien creía en la existencia de unas “verdades básicas” indiscutibles, porque formaban parte de la propia Historia, entre estas destacaba la “monarquía legítima”, encarnada por la dinastía borbónica, a esta “verdad básica”, se unían otras como la propiedad privada o la unidad de España. Con estas ideas se creó el sistema de la Restauración o Canovista, caracterizado además por su conservadurismo y un parlamentarismo liberal “no democrático”. Además, la Restauración pretendía superar algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente: el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el reinado de Isabel II, el intervencionismo de los militares en la vida política y la proliferación de enfrentamientos civiles.

La Constitución de 1876


Las bases del nuevo sistema quedaron fijadas en la Constitución de 1876, de carácter moderado e inspirada en parte en la de 1845. Se trataba de una constitución más abierta en la cual la defensa de valores tradicionales fuese compatible con la incorporación, a medio plazo, de algunos de los principios democráticos de 1868. La Constitución establecía la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, institución que estaba al margen de cualquier decisión política. Reconocía a la Corona como uno de los pilares del nuevo régimen y se le otorgaba el derecho de veto, la potestad legislativa compartida con las Cortes y el nombramiento de ministros.

Las Cortes se organizaron en dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado. Se proclamó la confesionalidad católica del Estado y, en consecuencia, se restablecíó el presupuesto de culto y clero. La declaración de derechos era amplía, pero se remitían a leyes ordinarias posteriores que tendieron a restringirlos.
Los pilares básicos sobre los que se apoyaba el sistema canovista eran la Corona, los partidos dinásticos y el ejército. La monarquía se consideraba una institución incuestionable y permanente que se hallaba por encima de cualquier decisión política. Su papel era ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la alternancia en el poder entre los partidos políticos. Su papel era ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la alternancia en el poder entre los partidos políticos. El poder debía ser compartido de forma alternativa entre los dos grandes partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que renunciaban los golpes de fuerza (pronunciamientos) como mecanismo para acceder al gobierno. El tercer pilar era el ejército al que se quería alejar definitivamente de la intromisión en la vida política como había ocurrido durante todo el S. XIX: Riego, Narváez, O´Donell, Prim o Espartero (el proceso de despolitización del ejército fue más aparente que real).
El fin de los conflictos bélicos. La Restauración va a traer el fin de los conflictos bélicos y por lo tanto la estabilidad al régimen. Algunos representantes del carlismo reconocieron a Alfonso XII, mientras que el resto del carlismo sería reducido paulatinamente bajo el mando del general Martínez Campos. En 1876 don Carlos cruzó la frontera francesa hacia el exilio y la guerra se dio por finalizada. Consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral, quedando los vascos sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar comunes a todo el Estado. Ahora bien, se estipula un sistema de “conciertos económicos”, concediendo cierta autonomía fiscal (ellos recaudan los impuestos directamente y luego lo envían a la administración central).
El final de la guerra carlista permitíó el envío de nuevas tropas a Cuba, donde en un par de años se puso fin al conflicto bélico. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas políticas y administrativas. El incumplimiento de estas reformas marcaría el inicio de nuevos conflictos en 1879 y 1895.

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