Bipartidismo restauracion

12. 5 El reinado de Alfonso XII: El sistema canovista y la Constitución de 1876


1. Introducción: La restauración de Alfonso XII y ejes políticos de la primera fase de la Restauración

El 29 de diciembre de 1874 el generalMartínez Campos encabezó un pronunciamiento en Sagunto y proclamó rey de España a Alfonso XII, hijo de Isabel II. Otros jefes militares se unieron a la proclamación y el general Serrano, presidente de la República, fue desautorizado por sus oficiales y se exilió temporalmente. Al día siguiente, se formó en Madrid un gobierno provisionalpresidido por Antonio Cánovas del Castillo, que gozaba oficialmente de la confianza de Alfonso XII, a quien había redactado pocos días antes el llamado Manifiesto de Sandhurst, en el que se exponían los principios del futuro régimen de la Restauración.

El 9 de enero de 1875 el joven rey entró en España, donde fue recibido con una gran cordialidad oficial y popular. La monarquía borbónica acababa de ser restaurada.

Los ejes políticos esenciales que marcan la primera fase de la restauración son el fin de la guerra carlista, el establecimiento del bipartidismo, la alternancia pacífica en el poder y la política exterior.

La primera acción política del nuevo rey fue desplazarse al norte de la Península para conducir la guerra contra los carlistas. Mientras se dirigía a la zona del conflicto, Alfonso XII ofreció una amplia amnistía en la que proponía a todos olvidar el pasado y unirse a la monarquía constitucional que él representaba. El general carlista Cabrera aceptó la amnistía, incluso dirigió un manifiesto a las tropas carlistas invitándolas a poner fin a esta guerra. Pero el conflicto no se resolvió de forma definitiva hasta marzo de 1876, fecha en el que Carlos VII, el pretendiente carlista, vencido definitivamente pasó con sus tropas a Francia. Los carlistas ya no volvieron a levantarse en armas aunque su pensamiento tradicionalista se mantuvo vivo, comenzaron a participar en la vida política y se situaron en la extrema derecha del arco parlamentario.

Cánovas aprovechó el fin de la guerra para derogar en 1876 las exenciones fiscales y del servicio militar del País Vasco y Navarra, restos de los antiguos privilegios forales.

Cánovas impulsó un régimen bipartidista inspirado en el modelo inglés, con el fin de acabar con las tensiones que habían marcado la política del país a lo largo del siglo XIX, y asegurar la estabilidad del régimen nacido con la Restauración.

Su intención era crear dos grandes partidos políticos que pudieran aglutinar diferentes criterios, siempre y cuando se ajustaran a la legalidad que él mismo había diseñado. Esto significa dejar fuera del sistema a las organizaciones políticas que no aceptaran la monarquía restaurada y la dinastía borbónica. En consecuencia, los partidos que dominaron la escena política durante la Restauración fueron el Conservador y el Liberal.

Cánovas lideró el Partido Liberal Conservador, conocido después como Partido Conservador.
Y Sagasta, por su parte, lideró el Partido Liberal Fusionista, llamado después Partido Liberal.

El Partido Conservador había ganado las elecciones y, bajo su hegemonía, se redacto la Constitución  de 1876. A partir de su aprobación, la vida política del país de basó en la alternancia pacífica de los dos grandes partidos en la gestión del poder del Estado.

El bipartidismo se consolidó definitivamente tras la muerte prematura del rey Alfonso XII, en 1885, sin sucesión masculina y estando la reina embarazada. Los dos grandes partidos acordaron el turno político para garantizar la estabilidad del régimen (en un supuesto acuerdo conocido como Pacto de El Pardo)
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2. El sistema canovista y la Constitución de 1876

Cánovas del Castillo fue un hombre práctico en política y confiaba más en el éxito concreto de las ideas que en la pureza de los pensamientos. Este político, encargado de dirigir el país y de dotarlo de un nuevo marco político de actuación, creyó que principios como la patria, la monarquía, la dinastía histórica, la libertad, la propiedady el gobierno conjunto del rey con las Cortes eran incuestionables y claves en la organización política (“constitución interna”), por lo que tenían que formar parte de la Constitución de manera indiscutible. En consecuencia, sostenía que los sectores que no los aceptaran no podían tener cabida en el sistema ni en la elaboración de la Constitución. Pero salvo estos fundamentos básicos, el resto de las cuestiones del Estado sí podían ser objeto de debate político. Gracias a esa actitud, el nuevo régimen consiguió aglutinar la mayor parte de la clase política dentro del juego institucional.

La Constitución empezó a debatirse en febrero de 1876 y, aunque los conservadores tenían mayoría absoluta en el Parlamento, cedieron con frecuencia a las propuestas del Partido Liberal. El resultado fue que, aparte de los principios que Cánovas consideraba básicos, los principales temas ideológicos en los que se enfrentaron los dos partidos dinásticos, conservadores y liberales, fueron objeto de negociación mediante una redacción flexible. Las divergencias más importantes se centraron fundamentalmente en el concepto de soberanía y la confesionalidad del Estado.

Algunas de estas diferencias se solucionaron mediante una redacción esquemática de los artículos, que dejaba su concreción para leyes posteriores. De esta forma, cada Gobierno podría adoptar la formulación que mejor se adecuara a su ideología. En cuanto a la religión, se llega a una solución de tolerancia mutua. Por una parte, el estado se declaraba confesional y se obligaba a mantener el culto católico y a sus ministros, aspecto que identificaba a los conservadores. Pero, por otra parte, los liberales conseguían la libertad de conciencia.

Muchos de los contenidos expresados en esta Constitución se encontraban ya en la de 1869. Las diferencias más importantes con ésta eran las atribuciones que se adjudicaban a la monarquía, mucho más amplias en la Constitución de la Restauración.

Con la Constitución de 1876, cada Gobierno pudo legislar con sus ideas, pero manteniendo cierto respeto hacia la obra realizada anteriormente por su adversario. Durante el periodo de la Restauración, independientemente del tipo de sufragio, las elecciones nunca fueron transparentes.
Si un presidente se veía obligado a dimitir, el rey encargaba la formación de un nuevo Gobierno al líder de la oposición, quien disolvía las Cortes y convocaba unas elecciones que siempre ganaba por mayoría absoluta, ya que las organizaba desde el Ministerio de la Gobernación con la colaboración de los alcaldes, los gobernadores civiles y caciques de los pueblos y de las ciudades.

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