Comentario de texto del estatuto real

Isabel II:  (1833-1868)


Tras la muerte de Fernando VII, a lo largo de dos regencias sucesivas, los factores políticos que parecían favorecer una transición pacífica del absolutismo al liberalismo impusieron el cambio de manera definitiva desde un absolutismo que admitía ya matices reformistas hasta un liberalismo muy conservador. Pero este proceso solo se pudo llevar a cabo en plena Guerra Civil, aunque en un plazo relativamente corto de tiempo; implicó, además, el comienzo de las reformas que conllevaban la desaparición del Antiguo Régimen

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

La muerte de Femando VII dejó el poder político en manos de su viuda María Cristina de Nápoles, quien en la práctica lo había desempeñado ya anteriormente. La figura más destacada de la política española en este período de transición fue Francisco Cea Bermúdez que prometíó cambios El más importante de sus colaboradores fue Javier de Burgos, al que se debe la división de España en provincias y también la institución de los futuros gobernadores civiles.

Una amnistía permitíó el regreso de los exiliados liberales que, procedentes de un liberalismo radical, con el paso del tiempo se habían vuelto más moderados. Con toda probabilidad fue la Guerra Civil la que impulsó a la regente a optar por ellos, como una especie de «tercera vía» entre los partidarios del Antiguo Régimen y los liberales exaltados. Al frente del gobierno puso a Martínez de la Rosa.
La decisión más importante de Martínez de la Rosa fue la promulgación del Estatuto Real en Abril de 1834. Equivalía a una carta otorgada y en la práctica el sistema del Estatuto sirvió para introducir en la vida política española la deliberación pública de los asuntos políticos. De acuerdo con el texto las Cortes quedaban divididas en dos estamentos” estamento de los próceres y estamento de los procuradores”.
Como puede apreciarse el grado de apertura era muy escaso. Las Cortes solo tenían que elaborar los presupuestos, pero los procuradores podían ejercer el derecho de petición y a través de este procedimiento se pasó casi de inmediato a reclamar una amplia declaración de derechos. De esta manera se inició una transición más decidida hacia el liberalismo.

La guerra carlista (1833-1840)


El primer despegue del liberalismo en la versión del Estatuto Real se produjo al mismo tiempo que España pasaba por la trágica experiencia de una Guerra Civil. Para muchos de los carlistas la guerra tuvo un componente religioso indudable, pero la mayoría de la jerarquía católica, siguiendo las instrucciones del Vaticano, apoyó a la regente, excepto una docena de obispos de las zonas muy carlistas. Por otro lado, es evidente que las regiones controladas por los sublevados fueron en su mayoría regiones forales, con instituciones y privilegios propios. La lucha del carlismo contra los liberales fue, sin duda, la del campo contra la ciudad, y es posible que campesinos perjudicados por la venta de bienes comunales nutrieran las filas de la sublevación.

Inmediatamente después de la muerte de Fernando VII se iniciaron en toda la geografía peninsular sublevaciones de pequeñas partidas, sobre todo en el País Vasco, Navarra y Cataluña.
En 1834 se incorporaron a su dirección algunos elementos militares como Tomás Zumalacárregui, al mando de las tropas carlistas, inclinando muy favorablemente la situación para los sublevados. Pero, al año siguiente, en el sitio de Bilbao acabó muriendo Zumalacárregui y los liberales obtuvieron alguna victoria importante. La reina regente logró el apoyo exterior que le sería muy útil para derrotar al adversario. Así los gobiernos liberales de España y Portugal suscribieron la Cuádruple Alianza con Gran Bretaña y Francia.
A partir de 1836 las operaciones militares consistieron en expediciones mediante las cuales los carlistas querían extender la sublevación más allá de sus lugares de implantación, mientras sus adversarios los perseguían sin obtener sobre ellos una victoria resolutiva.

La última fase de la guerra tuvo como protagonistas militares al liberal Baldomero Espartero y al carlista Rafael Maroto.
Las victorias del primero, que ya contaba con un ejército mucho más potente y organizado, y la división interna en las filas carlistas, facilitaron la liquidación de la guerra.
1839, el convenio de Vergara selló con un abrazo entre los dos generales la liquidación de la guerra . Tan solo hasta 1840 perduró la resistencia en la zona del Maestrazgo al mando del general Cabrera, que hubo de huir a Francia ese mismo año.


Hacia un liberalismo pleno:


Desde Septiembre de 1835 -después de la creación de un amplio movimiento de Juntas en toda la Península pidiendo la reuníón de Cortes, una nueva ley electoral y libertad de imprenta- se puso un nuevo gobierno con Juan Mendizábal al frente. En los siete meses que estuvo en el poder la revolución liberal dio un paso irreversible, Creó las Diputaciones Provinciales para controlar el movimiento de las Juntas. Convirtió en «Guardia Nacional» la antigua milicia y multiplicó sus efectivos de manera considerable, menos de la mitad tomaron las armas porque se permitíó por vez primera el servicio militar -no obligatorio, sino por sorteo a cambio de una cantidad de dinero.

En cuanto al problema de la hacienda trato de resolverlo  repartiendo por provincias unas ciertas cuotas de ingresos obligatorios, y sobre todo, con la desamortización de los bienes de la Iglesia. La desamortización eclesiástica propiamente dicha se plasmó en dos disposiciones, la primera consistente en la supresión de las órdenes religiosas (1835) y la segunda (1836) destinada a determinar el sistema de venta de los bienes nacionalizados.
La venta de los bienes desamortizados se haría en pública subasta. Gran parte de las compras fueron realizadas por la burguésía.
También participaron en estas compras los funcionarios civiles o militares de escasa fortuna.

La tensión política, unida a la persistencia del peligro carlista y a los rumores de que se iba a solicitar la ayuda francesa para el mantenimiento del orden, provocó, en Agosto de 1836, la sublevación de sargentos en La Granja que impusieron a la regente un cambio en la dirección política

. María Cristina aceptó la vuelta a la Constitución de 1812,

La tarea más importante de las Cortes, tras unas elecciones celebradas después del verano, fue la elaboración de una nueva Constitución, la de 1837.
La Constitución de 1837 contemplaba la existencia de una soberanía compartida entre el rey y las Cortes, ya que en ella se dice que el poder legislativo corresponde a las Cortes con el rey. Así, la Monarquía queda configurada como un auténtico poder moderador.

Otro rasgo de esta fórmula constitucional de 183 7 es la definición de dos cámaras con las denominaciones con que han llegado a la actualidad:

Congreso de los Diputados y Senado

La Constitución hace alusión a la Milicia Nacional y contiene una declaración de derechos, entre los que explícitamente se cita la libertad de imprenta y no declara al catolicismo como única religión verdadera y no prohíbe la existencia de otras religiones.

La Regencia de Espartero (1840-1843)


Después de la emigración de María Cristina a París fue un ministerio regencia a cuyo frente estaba el general Espartero.
Su prestigio procedía de haber personificado la victoria liberal frente a los carlistas, lo que le proporciónó en ese momento una legitimidad superior a la dinástica que residía en la regente. Su carácter tendíó más bien a ser autoritario, lo que había hecho que no todos lo aceptaran como dirigente único. A finales de 1841 cobro fuerza el progresismo, con la aparición por vez primera de sectores políticos que hacían expresa declaración de republicanismo.
Sin embargo, este sector político no supuso un auténtico peligro para Espartero hasta que su oposición se vio multiplicada por el intento de introducir un arancel modestamente librecambista.

A partir de un determinado momento, los procedimientos autoritarios del regente le enfrentaron con la prensa liberal, en su mayor parte progresista.
Dichos procedimientos autoritarios de Espartero fueron especialmente perceptibles en lo que respecta a la sublevación de Barcelona, en la capital catalana se produjo un movimiento de carácter popular en el que formaron parte republicanos y obreros de la industria textil.
El movimiento fue espontáneo, nacido de una protesta en contra de los impuestos, y requirió el desplazamiento del regente hasta la ciudad. En Diciembre de 1842, Barcelona fue bombardeada hasta su completo sometimiento y recibíó como castigo la obligación de pagar una contribución extraordinaria.Los sucesos de Barcelona supusieron el comienzo de su final. Por primera vez el regente se vio obligado a ceder el gobierno a un dirigente progresista no dependiente de él .
Los progresistas  que venían conspirando a través de una sociedad secreta denominada Orden Militar española.
En el mes de Junio de 1843,
Narváez desembarcó en Valencia y poco después Espartero abandonó el país.

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