Crisis del siglo XVII: Felipe III, Felipe IV y Carlos II

LA ESPAÑA DEL siglo XVII 9.1


Los Austrias del siglo XVII:

Gobierno de validos y conflictos internos

Los validos son una figura que aparece en varios países de Europa a lo largo del siglo XVII. Se trataba de un personaje, casi siempre miembro de la aristocracia, en el que el rey depositaba su confianza, entregándoles las decisiones de gobierno. En el caso de los Austrias esta figura aparece por la falta de personalidad de los reyes para el gobierno y la utilidad que constituía para el rey que el valido fuese el objeto de las críticas políticas, mientras el monarca quedaba a salvo. Los validos no supusieron la creación de una institución, sino que su nombramiento dependía del rey y se hacía en le persona en que la corona depositaba su confianza. Una vez nombrados los validos intentaron gobernar al margen de los consejos, mediante juntas compuestas por sus partidarios para controlar la administración y evitar el control de los Consejos. La administración se llenaba de hombres de confianza del valido que procuraba apartar a sus opositores. Este sistema aumentó la corrupción, pues los validos otorgaron toda clase de cargos y beneficios a sus protegidos o familiares. Al sistema de validos se opusieron los nobles, que se veían apartados de la Corte y perdían su poder en los Consejos, los letrados que formaban los Consejos, que se vieron desplazados por los protegidos del valido, y las clases populares que acabaron identificando el sistema de validos con el desgobierno y la decadencia. Los principales validos fueron: El Duque de Lerma, en el reinado de Felipe III, quien se rodeo de todos su clientela desplazando a los Consejos y aprovechó su puesto para enriquecerse de forma escandalosa. Trasladó la capital a Valladolid, su lugar de nacimiento, y logró evitar la acción de la justicia haciéndose nombrar cardenal. Durante su valimiento los más destacable son las paces firmadas (Tratado de Londres, 1604, y Tregua de los Doce Años, 1609) y la expulsión de los moriscos, que afectó muy negativamente a la situación económica de Valencia y Aragón. El Conde Duque de Olivares, en el reinado de Felipe IV, quien intentó una serie de reformas para conseguir mantener la herencia dinástica y la reputación de la monarquía. Con el fin de desarrollar la economía de los reinos creó la Junta Grande de Reformación que intentó el crecimiento demográfico y económico y la austeridad en el gasto público. La Unión de Armas supuso un intento de que todos los territorios de la monarquía contribuyesen a su mantenimiento a través de la creación de un ejército sufragado por los reinos cada uno según su riqueza y población, lo que le generó la oposición de algunos lugares como Cataluña o Portugal. Durante el reinado de Carlos II los validos se fueron sucediendo


. En la minoría la reina Doña Mariana de Austria nombró al padre Nithard y a Fernando de Valenzuela. Luego fue Don Juan José de Austria, hermanastro del rey, quien se autoproclamó primer ministro con un golpe de fuerza, aunque contaba con mucha aprobación popular. En el final del reinado El Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa intentaron una serie de medidas económicas y fiscales para sacar a la monarquía de la crisis en que se encontraba. Los conflictos internos. En 1609 Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de sus reinos, bastantes impermeables a la cristianización, aislados y sospechosos de contactos con los piratas berberiscos. La expulsión se aplicó primero en Valencia, luego en Aragón y por fin se extendió a los demás reinos. En total la expulsión afectó a unas 300.000 personas, afectando fundamentalmente a Valencia (un tercio de la población) y Aragón (un quinto de la población), y dentro de estos reinos a la nobleza que se vio privada de una mano de obra dócil y eficaz, La corona compensó a los nobles con los bienes de los expulsados y permitió imponer duras condiciones a los nuevos pobladores, lo que retardó mucho la repoblación. En 1631 el Conde Duque modificó el impuesto de la sal y lo amplió a Vizcaya donde sus habitantes se consideraban hidalgos y no tenían porque pagar este impuesto, se produjo una rebelión en Vizcaya que duró de 1631 a 1634. La necesidad de la sal para la salazón y el ganado y la idea de que el impuesto suponía un atentado contra los fueros, hizo que se produjesen los disturbios en Vizcaya que acabaron con la abolición del impuesto y el castigo a los responsables de las algaradas. A partir de la mitad del siglo se produjeron una serie de disturbios y rebeliones, muchas de las cuales tienen su raíz en la subida de impuestos y el alto precio del pan, poniendo como chivo expiatorio a los validos contra los que va a clamar la población al grito de “viva el rey y abajo el mal gobierno”. Las primeras revueltas de este tipo se produjeron en Andalucía a mitad de siglo, pero fue al final del siglo en un ambiente de confrontación política y crisis cuando se generalizaron. En Cataluña se produce una revuelta campesina conocida como de los “barretines” (1689), en la que los campesinos protestaron contra el acantonamiento de tropas y la recaudación de un donativo. Esta revuelta es sofocada por el virrey apoyado por los consellers de Barcelona. En 1693 en Valencia los sectores privilegiados del campo (abogados, clero, y síndicos) arrastran a los campesinos a una revuelta en contra de los impuestos señoriales. Los sublevados forman un ejército de agermanados que será derrotado por el virrey, aunque los cabecillas logran escapar y mantener la revuelta hasta que son capturados y ejecutados o mandados a galeras. Las malas cosechas y las subidas los precios agrícolas provocan crisis de subsistencias en Valladolid y Madrid. En la capital se le conoce como el Motín de los Gatos. Las masas instigados por agentes franceses se amotinan exigiendo la rebaja del precio del pan y otros artículos comestibles y la dimisión de Oropesa, partidario de la opción austriaca a la sucesión, que van a conseguir dejando libres las manos a partido francés que logra la designación como heredero de Carlos II de Felipe de Anjou.

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