Crisis económica del Siglo XVII (crisis agrícola,de la artesanía y del la industria y comercial)

Explica los principales factores de la crisis


El siglo XVII comenzó con una situación de crisis económica y de cre­ciente pérdida de hegemonía de la Monarquía Hispánica. Esta situación, que se inició a finales del Siglo XVI, tenía que ver con el endeudamiento de la corona tras las sucesivas guerras del reinado de Felipe II. La mayor parte de los ingresos del Estado se gastaron en el pago de la deuda, y los intentos de incrementar la presión fiscal, sostenida sobre todo por Castilla, agudizaron los efec­tos de la crisis.

La crisis demográfica

Desde 1580, aproximadamente, se venía observando una desaceleración, y en al­gunos casos incluso un descenso, del crecimiento demográfico. El comportamiento de la demografía no puede atribuirse a una única causa sino a la conjunción de di­versos factores de carácter tanto estructural como coyuntural. Entre los factores estructurales, hay que señalar la relación entre el modelo demográfico antiguo, con altas tasas de natalidad y mortalidad, y la evolución de la agricultura, principal medio de sustento de la población. Si se producen malas cosechas, cosa que ocurrirá durante el Siglo XVII, se produce una crisis de subsistencia, hambre y muerte.Entre los factores coyunturales, destacan la emigración a las Indias, especialmente de hombres jóvenes, las continuas guerras empren­didas en el Siglo XVII, que afectan también a jóvenes en edad de procrear, las epidemias de peste y la expulsión de los mo­riscos, en 1609.Entre 1596 Y 1602, coincidieron en la Península una serie de malas cosechas con la llamada Peste Atlántica, que se extendíó rápidamente por Castilla, provocando más de medio millón de muertos. Cataluña, la mayor parte de Valencia y Murcia quedaron, en cambio, libres de los efectos de esta epidemia.El ritmo y las carácterísticas del descenso demográfico fueron diferentes en los dis­tintos territorios de la monarquía: En el norte peninsular se produjo un crecimiento sostenido. La crisis se vio mi­tigada por la elevada densidad de población y por la introducción del maíz, que mejoró la dieta alimenticia. En el centro, el crecimiento demográfico de Castilla descendíó rápidamente des­de el último tercio del Siglo XVI y continuó durante todo el Siglo XVII. El sur sufríó, un fuerte descenso, ya que fue duramente castigado por las crisis de la agricultura y las epidemias. En los territorios de la antigua Corona de Aragón, algunos de sus territorios, como Aragón, Murcia y Valencia, se vieron muy afec­tados por la expulsión de los moriscos en 1609. Valencia perdíó un tercio de su población y uno de sus segmentos más dinámicos, tanto desde el punto de vista económico como demográfico. Sin embargo, se vio muy poco afectada por la peste.Aunque para finales del Siglo XVII se habían recuperado los niveles de población de sus inicios, la distribución de ésta se había alterado significativamente: el interior se despobló en beneficio de la periferia y se produjo una pérdida de peso de la po­blación urbana a favor de la rural.

La crisis económica



desde el punto de vista económico, las dificultades más intensas y duraderas se pro­dujeron en Castilla. El descenso de la producción agrícola fue debido a la caída de la demanda y de la renta agraria, a la des­población y a la sucesión de plagas y malas cosechas. Este panorama se ve agravado por la excesiva concentración de la propiedad, que impide aplicar medidas de reforma, y por el estancamiento de los precios agrarios. En respuesta a la crisis, se produjeron cambios significativos en los cultivos de Andalucía y Castilla, como fueron, el avance de la vid a costa de los cereales, y el incremento de los cultivos comerciales, como el olivo y las moreras. En el área del Cantábrico, gracias a la in­troducción del maíz, y en la periferia mediterránea, la recuperación fue más rápida que en el interior peninsular. Las actividades ganaderas se vieron también envueltas en el ciclo recesivo, con la crisis de la Mesta. La industria textil sufríó importantes pérdidas, producidas por el descenso de la demanda, la descapitalización provocada por el exceso de presión fiscal y la ri­gidez de los gremios, que impedían la adaptación a las nuevas formas de producción artesanal que se estaban implantando en Europa (Sistema a domicilio). La creciente ruralización de la economía fue especialmente acentuada en Cas­tilla, mientras que en Cataluña y Valencia la reorganización de las es­tructuras artesanales permitíó remontar la crisis con relativa rapidez. Las medí­das proteccionistas y de apoyo a la industria de mediados de siglo ayudaron a esa recuperación, más evidente en la periferia mediterránea que en el interior peninsular. Las dificultades económicas afectaron igualmente al comercio interior, ya muy lastrado por las malas condiciones de los transportes y las barreras aduaneras existentes entre los territorios de las dos coronas. Más es­pectaculares fueron las dificultades del comercio exterior, fundamentalmente ameri­cano, que sufríó los efectos de los bloqueos marítimos llevados a cabo por Francia, Inglaterra y Holanda, la emergencia en América, de la economía criolla, el aumento de los costes de los fletes y la competencia de holandeses, fran­ceses e ingleses. La recuperación del comercio se produjo en torno a los años sesenta, gracias a la relativa pacificación y a la introducción de medidas que favorecieron el establecimiento de comerciantes extranjeros en España. Aun así, en 1700, sólo el 5 % de las mercan­cías embarcadas para América desde Cádiz eran españolas. En este contexto deben analizarse también las sucesivas crisis financieras y las ban­carrotas estatales de 1607, 1627, 1647 Y las más graves de 1652, 1662 Y 1666. Éstas significaron una pérdida generalizada de credibilidad de la monarquía entre los ban­queros españoles y europeos.

Las consecuencias de la crisis

Las consecuencias de la crisis económica se dejaron sentir a nivel económico y social: Se produjo un desplazamiento del dinamismo económico desde el centro ha­Cía la periferia. La riqueza se concentró en manos de la alta nobleza, sobre todo en Castilla, Andalucía y zonas de Aragón, en detrimento de otros sectores sociales. Se redujo el dominio territorial del realengo en favor de los dominios señoriales y se incrementó la presión sobre el campesinado. Se consolidaron poderosas y cerradas oligarquías locales, que hicieron vitali­cios y hereditarios los cargos municipales. A nivel popular, la desprotección se combatíó con el bandidaje y la mendicidad, fenómenos endémicos durante todo el siglo. La literatura picaresca de la época recoge los aspectos más evidentes de esta situación.

Un intento de respuesta a la crisis: los “arbitristas”

Los arbitristas entendían la decadencia como un conjunto de errores políticos que podían enmendarse aplicando medidas de buen gobierno. No cuestionaban la autori­dad real, sino que acusaban de la crisis al peso de la política exterior, la competencia extranjera, el gasto suntuario y la excesiva inversión en censos y rentas, que detraía capitales muy necesarios para la industria. Los problemas concretos que señalaron con más frecuencia fueron los siguientes: La descomposición interna de la monarquía por las rebeliones que surgieron en diversos territorios, como Portugal y Cataluña. La pérdida de los recursos procedentes de América en favor de los enemigos europeos de España, tanto por el pago de las deudas de la monarquía como por la incapacidad de ésta para cubrir con sus propios recursos comerciales y artesanales las necesidades de las colonias. El incremento de las actividades no productivas como la de rentistas, la obsesión por la hidalguía y la amortización de tierras, que convertían en “manos muertas”.La escasa inversión de capital en el comercio y la manufactura y el descenso de las capas medias de la población, siguiendo una tendencia inversa a la europea de la época.

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