1. Introducción: El golpe de Estado militar. Se ha señalado algunas veces el asesinato de Calvo Sotelo como elemento desencadenante de la contienda. El punto de partida son las elecciones de febrero de 1936, pues sus resultados son rechazados por algunos generales del ejército apoyados por los monárquicos, la CEDA y Falange Española. El gobierno se desligó de algunos generales de ideología conservadora con influencia dentro del ejército. Franco recibió el mando de Canarias; Goded fue a Baleares y Mola a Navarra como Comandante Militar, organizador de la rebelión, y Sanjurjo, el máximo dirigente. Iniciado en Melilla el día 17 de julio, constituyéndose una junta militar, se conforma un cuerpo de unos 40,000 efectivos, entre ellos, La Legión, en rebeldía contra el Gobierno de la República. Al mismo tiempo, Franco se sublevaba en Canarias y volaba a Tetuán para tomar el mando de la rebelión.
2. Características de la sublevación militar. La sublevación fracasó en Madrid, donde las milicias populares armadas asaltaron el Cuartel de la Montaña, en el que habían quedado rodeados los insurrectos. En Barcelona se impusieron rápidamente los anarcosindicalistas. En el resto, el pronunciamiento militar resultó insuficiente. Asturias y su extensa zona minera se mantuvieron en poder de los obreros, junto con Santander y el País Vasco. La sublevación triunfó en Zaragoza, Granada y Córdoba. En el norte, Mola dominó Navarra y también triunfó en Galicia y Castilla la Vieja y León. El poder del Estado se desmembró. Surgieron comités en pueblos y ciudades que controlaban la justicia y la policía. Se trataba de una contienda en la que participaban todos los sectores de la población. La lucha social e ideológica provocó una revolución político-social en todo el territorio. En las zonas donde el pronunciamiento triunfó, se desarrolló una violenta reacción que iba más allá de la anulación de las reformas republicanas, puesto que se atacaban todas las formas democráticas e incluso liberales. La sublevación fue promovida de modo general por las clases elevadas y por gran parte de la oficialidad del ejército. La clase obrera fue la base de la resistencia republicana. La clase media quedó dividida entre dos bandos, por motivos ideológicos y religiosos. El gobierno de la Generalitat tuvo que transigir con el predominio revolucionario de las milicias anarcosindicalistas a fin de preservar su autonomía. Euskadi luchó en defensa del régimen democrático ante la promesa de obtener un Estatuto de Autonomía. Una parte del ejército y la Guardia Civil no secundó la insurrección. La iglesia apoyó a los insurrectos y predicó la «cruzada». En el bando republicano, el ejército logró una gran transformación. Los milicianos voluntarios, en su inmensa mayoría, que habían conseguido armas en los cuarteles, formaban un conjunto heterogéneo, agrupados por afinidades ideológicas y mandados en los primeros tiempos por líderes sindicales o políticos.
3. La intervención internacional. Bando sublevado: Alemania: aportación aérea (Legión Cóndor), armamento y soldados. Italia: apoyo con su armada, armamento y soldados. Los dos países colaboraron en el paso del Estrecho de las tropas de Marruecos. Portugal: dejó que en sus puertos desembarcaran suministros alemanes e italianos. Voluntarios diseminados entre las tropas «nacionales». La República estuvo apoyada por: URSS: envió a España técnicos y oficiales del ejército y toda suerte de armamento, especialmente aviones y tanques. Las Brigadas Internacionales: voluntarios llegados de todos los puntos del mundo. Su mayoría eran de ideología de izquierda, y se mezclaban demócratas, socialistas, anarquistas o comunistas. Ante el riesgo de que la guerra española generase un conflicto a nivel continental, a iniciativa de Gran Bretaña y Francia se creó un comité de No-Intervención. Se convocó en Londres, aunque no consiguió que ambos bandos dejaran de recibir ayuda del exterior.
4. Etapas de la Guerra Civil.
a) Paso del Estrecho. Franco gestionó la ayuda de barcos y aviones italianos y alemanes para que el ejército de África cruzara el Estrecho de Gibraltar. Los sublevados controlaban los puertos estratégicos. Franco dispuso de aviones y un acorazado alemán; Italia proporcionó barcos y aviones para transportar tropas. Las tropas marroquíes consolidaron y aumentaron sus posibilidades en Andalucía. Luego avanzaron hacia Extremadura. El General Mola dirigía el ejército del Norte. En agosto, los ejércitos del Norte y del Sur se habían encontrado. Madrid seguía siendo el principal objetivo para acabar pronto la guerra.
b) La batalla de Madrid. El Gobierno republicano se trasladó a Valencia. Largo Caballero militarizó las milicias populares y les repartió armas. En Madrid se constituyó una Junta de Defensa, formada por fuerzas militares y de orden público y por las milicias populares. Más tarde, estas fuerzas se verían reforzadas por la llegada de las Brigadas Internacionales. Después del primer ataque, se reforzó el sistema defensivo de la capital. El segundo intento de ocupar Madrid fue la batalla del Jarama, nuevo fracaso de los sublevados. Posteriormente, desde Guadalajara se intentó montar una gran operación envolvente para ocupar Madrid, con la ayuda del ejército italiano, pero los republicanos lograron, en una dura lucha, pasar al ataque e impedir la caída de su capital. Giro importante en la guerra. Los republicanos organizaron las Brigadas Mixtas, compuestas de unos 4,000 efectivos de distintos Cuerpos y Armas. El General Franco replanteó su estrategia y organización, dirigiéndose a otros puntos para aislar la capital y reducir el territorio ocupado por el Frente Popular.
c) Conquista de Málaga. Dominio nacionalista en el Norte. El 8 de febrero de 1937, la ciudad de Málaga y su territorio cayeron en manos franquistas. Los últimos reductos de la cornisa cantábrica pasaron a manos de las tropas de Franco, con la participación de los requetés carlistas y de la aviación alemana (que destruyó totalmente, en una operación sangrienta, la ciudad de Guernica). El ejército republicano trató de recuperar la iniciativa y se planearon las operaciones de Brunete y de Belchite, con el fin de distraer las fuerzas enemigas. La situación militar es cada vez peor para la República. Largo Caballero dimitió y le sucedió el también socialista Negrín. Los anarquistas ya no estaban en el Gobierno y su fuerza empezaba a declinar.
d) Batallas decisivas de 1938 y fin de la Guerra. A finales de 1937, el ejército Popular entró en Teruel, pero la ciudad fue recuperada por los nacionales, a los que Franco dirigió hacia el Mediterráneo, cortando en dos el territorio de la República. La terrible batalla del Ebro fue una gigantesca pugna de desgaste en la que la República perdió gran parte de efectivos y agotó sus últimos recursos. Tras su victoria, los nacionales pudieron conquistar fácilmente Cataluña; las fuerzas republicanas se refugiaron en Francia. El derrumbamiento del ejército republicano permitió al ejército sublevado en Madrid no encontrar resistencia y dar por terminada la guerra (1/4/39).
5. La evolución política de la España republicana.
a) Inicios de la guerra. Gobierno de Santiago Casares Quiroga (hasta 18 de julio) y de José Giral (19 de julio hasta septiembre de 1936). Dos Españas enfrentadas. Primera etapa, caracterizada por la desorganización general y la multiplicidad de poderes. Pero, mientras en el bando nacional se centraliza y fortalece el mando político fundido con el militar, en el republicano la acción directiva unitaria tiene muchas dificultades y nunca se logra de modo completo. La reacción de las masas obreras contra el levantamiento militar fue revolucionaria. Tras un frustrado intento pacificador de Azaña y Martínez Barrio, formó Gobierno José Giral, que tuvo que abrir los parques de armamento a las organizaciones. Impotente ante la marea revolucionaria, trató de frenarla legalizando muchas de sus iniciativas.
b) El Gobierno de Francisco Largo Caballero (de 4/9/36 hasta 17/5/37). Agravada la situación con el ataque enemigo a Madrid, se formó un «Gobierno de concentración» que presidió Largo Caballero. Dirigió su actuación a recomponer el poder de la República, que había estado totalmente fraccionado. Los partidos obreros del Frente Popular y los sindicatos tomaron la iniciativa, la mayoría de las veces con las armas en la mano. El consejo de Aragón estaba controlado por la CNT. En Cataluña, el poder libertario adquirió la hegemonía en los primeros momentos a través del Comité Central de Milicias Antifascistas. La Generalitat los apoyó. En otros lugares, el predominio de socialistas y comunistas, como en Santander o en Asturias, posibilitó la reorganización de los mecanismos del Estado. En Valencia, el Comité Popular mantuvo el equilibrio de todas las fuerzas frentepopulistas, así como la participación igualitaria de la UGT y la CNT. La guerra inició un proceso de transformaciones económicas y sociales, bajo la dirección de los sindicatos. Muchos propietarios abandonaron sus propiedades asustados por las posibles represalias personales, y otros fueron considerados colaboradores de los rebeldes. La colectivización fue vista por muchos socialistas y anarcosindicalistas como el único camino para acabar con la explotación y la miseria del campesino. El PCE atribuyó a las colectivizaciones la ineficacia y desorganización de los anarquistas. En mayo de 1937, en Barcelona, se enfrentaron los del PSUC y los republicanos con los anarquistas y los marxistas trotskistas del POUM. Existían dos formas de entender el proceso de la guerra: los que defendían acelerar la revolución y colectivizar tierras y fábricas; y los que centraban todo en la militarización, sin aventurarse en experimentos revolucionarios. Largo Caballero se resistió a la presión comunista, pero los reveses militares y las críticas de los republicanos y socialistas moderados minaron su situación, teniendo que dejar el poder.
c) El Gobierno de Juan Negrín y el golpe de Estado de Casado. En mayo de 1937 se formó un nuevo Gobierno presidido por Juan Negrín. Negrín tuvo que favorecer el ascenso político y militar de los comunistas, pues solo en la ayuda soviética se veía el medio de poder sostener una guerra tan larga y adversa. En marzo de 1939, una vez invadida Cataluña por las tropas franquistas, Negrín dio orden de seguir resistiendo en Madrid. Ante esto, el Coronel Casado dio un golpe de Estado y nombró un Consejo de Defensa, frente al ya inexistente Gobierno; excluyó a los comunistas e intentó llegar a una paz sin represalias con Franco.
6. La evolución política de la España sublevada.
a) Al inicio de la guerra. La insurrección militar no tuvo en un principio una definición política clara, apareciendo como un ataque al Gobierno, más que al régimen republicano. Esto coincidía con los idearios de los grupos políticos que apoyaban la insurrección (falangistas y carlistas), pero muchos jefes militares deseaban una dictadura militar, como el General Mola. En septiembre de 1936, Franco fue nombrado para presidir la Junta de Defensa (Burgos). Un decreto de finales de septiembre le confería el mando político y militar y le designaba como «jefe del Gobierno del Estado» y «Generalísimo de todos los ejércitos». Se estableció una Junta Técnica del Estado, dividida en comisiones. Los poderes de Franco se verían reforzados por la muerte de Mola y la ejecución de José Antonio Primo de Rivera.
b) Concentración de poderes. Se desarrolló un proceso de unificación entre el tradicionalismo carlista y Falange Española. Se desarrolló así el decreto de «unificación» de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, partido único también definido como Movimiento Nacional. Al mismo tiempo, se derogó la legislación social y laboral de la República, anulándose la Ley de Reforma Agraria y suprimiéndose todos los partidos y sindicatos.
c) La dictadura. La institucionalización del nuevo Estado culminó en enero de 1938 con la formación del primer Gobierno de Franco y la desaparición de la Junta Técnica. «Caudillo de España». Adaptando ideas sociales del falangismo y del fascismo italiano, se promulgó el Fuero del Trabajo, donde se definía al Estado como «Nacional» y «Sindicalista», rechazando tanto al capitalismo como al marxismo. Quedó abolida toda la legislación laicista de la República; apoyo de la jerarquía eclesiástica («Cruzada Nacional»). La Ley de Responsabilidad Políticas declaraba la responsabilidad de quienes se hubieran opuesto al Movimiento Nacional. Los sublevados solían fusilar, numerosas veces sin juicio, a quienes se habían destacado en defensa de la República. Igual ocurría en el bando republicano, ajusticiaban a todo aquel que era tachado de «fascista». Al final de la contienda, muchas familias se dispersaron buscando formas de salir de España. Otros permanecieron y fueron encarcelados.