Bloque 6.1: El Reinado de Isabel II y las Guerras Carlistas
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
En 1833, tras la muerte de Fernando VII, se inicia la Primera Guerra Carlista, un conflicto dinástico crucial entre los carlistas (defensores del absolutismo y las ideas del Antiguo Régimen) y los isabelinos o liberales. La guerra se desarrolló en cuatro etapas:
1833-1835: Formación del foco de insurrección vasco-navarro
Las tropas carlistas fueron dirigidas por Zumalacárregui, consolidando su presencia en el País Vasco y Navarra.
1836-1837: Fase de las expediciones nacionales
Se produjeron incursiones fuera del País Vasco y Navarra. La primera expedición, en 1836, fue liderada por Gómez, quien fue derrotado en Luchana por Espartero. En 1837, tuvo lugar una nueva expedición real.
1837-1839: Iniciativa isabelina
Esta etapa estuvo dirigida por Espartero, quien logró derrotar a los carlistas. En 1839, Espartero firmó con Maroto el Acuerdo de Vergara, que puso fin a la guerra en el País Vasco y Navarra.
1839-1840: Final de la guerra en el Maestrazgo
Espartero tomó Morella y venció a Cabrera, dando por terminada la Primera Guerra Carlista.
Posteriormente, se produjeron otros conflictos carlistas: la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), conocida como la Guerra dels Matiners en Cataluña, motivada por el fracaso de la boda de Isabel II; y la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), tras la cual el carlismo se consolidó como un partido ultraconservador.
El Reinado de Isabel II (1833-1868)
El reinado de Isabel II se divide en tres etapas principales:
Regencia de María Cristina (1833-1840)
Los años 1833-1835 fueron una fase de transición. En abril de 1834, se aprobó el Estatuto Real, una carta otorgada para convocar Cortes, que eran meramente consultivas. Estas Cortes estaban compuestas por dos cámaras: una alta (elegida por la reina) y una baja (elegida por sufragio censitario).
En 1835, algunos progresistas llegaron al poder, reimplantando la Constitución de 1812, pero pronto elaboraron una nueva en 1837. La Constitución de 1837 reconocía la soberanía nacional, la división de poderes y el reconocimiento de derechos. Las leyes eran elaboradas por el rey y un Parlamento bicameral, con una cámara alta (el Senado) y una baja (el Congreso de los Diputados), elegida por sufragio censitario.
Entre 1836 y 1837, se llevó a cabo la Desamortización de Mendizábal, que buscaba expropiar bienes del clero regular con el fin de recaudar fondos tras la Primera Guerra Carlista y mejorar la agricultura.
De 1837 a 1840, los moderados regresaron al poder con el apoyo de la reina. Sin embargo, Espartero, de ideología progresista, desplazó a María Cristina del poder y se proclamó regente.
Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero gobernó de manera autoritaria, apoyado por el ejército, lo que generó un caudillismo militar en el gobierno. En 1841, desamortizó bienes del clero secular y abolió el diezmo. Su apoyo al librecambismo perjudicó gravemente la industria textil catalana, provocando revueltas en Cataluña, especialmente en Barcelona. En 1842, Espartero bombardeó Barcelona, lo que llevó a una insurrección generalizada. Finalmente, en 1843, Narváez derrotó a las tropas de Espartero en Torrejón de Ardoz, forzando su exilio al Reino Unido.
Reinado efectivo de Isabel II (1843-1868)
Isabel fue proclamada mayor de edad a los 13 años. Durante su reinado, se culminó la construcción del Estado Liberal. Esta etapa se divide en:
Década Moderada (1844-1854)
El líder de esta etapa fue Narváez. En 1845, se promulgó una nueva Constitución de carácter moderado, con sufragio muy restringido y soberanía compartida entre la Corona y las Cortes. Se mantuvieron los fueros del País Vasco y Navarra, y la Hacienda fue centralizada. En 1844, se creó la Guardia Civil, y en 1848, se aprobaron el Código Civil y el Código Penal. En 1851, se firmó un Concordato con la Santa Sede, que frenó las desamortizaciones y devolvió tierras no vendidas a la Iglesia. Hubo una constante intromisión de la Corona en la vida política y del ejército a través de pronunciamientos militares (a menudo progresistas).
En 1854, triunfó el pronunciamiento de Vicálvaro, liderado por O’Donnell, apoyado por revueltas populares que crearon juntas revolucionarias. Se publicó el Manifiesto del Manzanares, redactado por Cánovas y firmado por Espartero y O’Donnell, lo que permitió a los progresistas llegar al poder.
Bienio Progresista (1854-1856)
Durante este periodo, se implementaron importantes reformas económicas, como la Desamortización de Madoz, que afectó a los bienes de los ayuntamientos. Se promulgó la Ley de Ferrocarriles y se creó el Banco de España.
Última etapa del reinado (1856-1868)
En 1856, los partidos moderados, en coalición con la Unión Liberal, regresaron al poder. Progresistas y Demócratas conspiraron para volver al gobierno. Entre 1859 y 1860, el gobierno intervino en asuntos extranjeros en México, Marruecos y la Cochinchina. Esta fue una etapa de gobiernos autoritarios, que a menudo prescindían de las Cortes.
La crisis económica de 1866 llevó a la Unión Liberal, Demócratas y Progresistas a firmar el Pacto de Ostende (Bélgica), cuyo objetivo era la democratización política, la recuperación económica y el derrocamiento de Isabel II.
En septiembre de 1868, estalló la Revolución de la Gloriosa. La escuadra en Cádiz, dirigida por el almirante Topete, se sublevó con el apoyo de Prim y Serrano (unionista). Las tropas leales a la reina fueron vencidas en la Batalla del Puente de Alcolea (Córdoba). Isabel II se exilió a Francia, sin gran apoyo popular.