La Guerra de Marruecos y el Desastre de Annual (1921)
El Desastre de Annual, ocurrido en 1921, marcó un punto de inflexión en la historia contemporánea de España. Sus consecuencias fueron profundas y multifacéticas:
- Acusaciones militares: Los militares culparon a los políticos de exigir resultados sin proporcionar los medios adecuados, percibiendo al parlamento como una institución incompetente.
- Desacreditación política: La oposición política aprovechó el desastre militar para desacreditar al régimen y responsabilizar al propio monarca, Alfonso XIII, por haber alentado al general Silvestre a una operación tan imprudente.
- Descontento popular: La guerra de Marruecos generaba poco entusiasmo nacionalista; era percibida como muy costosa e impopular, especialmente entre las clases medias.
La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
Entre 1922 y 1923, la monarquía española se enfrentaba a una disyuntiva crucial para su supervivencia: una auténtica democratización o la deriva hacia un régimen autoritario. En la década de 1920, la aparición de dictaduras como solución a los problemas nacionales era una tendencia frecuente en Europa, y España no fue una excepción.
El Golpe de Estado Militar del General Primo de Rivera (1923)
El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, declaró el estado de guerra en su región y difundió un manifiesto titulado “Al país y al ejército españoles”. Este documento, de tono regeneracionista, prometía poner fin al terrorismo, el separatismo, el desorden y la politización de la guerra de Marruecos.
Diversas causas convergieron para propiciar este golpe militar:
- La radicalización del movimiento obrero, manifestada en huelgas frecuentes, desórdenes públicos y el fenómeno del pistolerismo.
- Un régimen político desprestigiado, incapaz de hacer frente a los problemas nacionales.
- Unas fuerzas políticas opositoras con creciente eco en la opinión pública.
- Un ejército deseoso de recuperar el prestigio perdido tras el Desastre de Annual.
La reacción política y social ante el golpe fue escasa. El ejército, la burguesía y las fuerzas conservadoras apoyaron la sublevación, al igual que el propio monarca. El rey accedió a las pretensiones de Primo de Rivera y lo nombró presidente del gobierno. La opinión pública, en general, acogió con agrado o indiferencia al nuevo gobierno, que parecía sintonizar con un rechazo generalizado hacia la vieja política caciquil.
El Directorio Militar (1923-1925)
Primo de Rivera conformó un equipo de gobierno compuesto exclusivamente por militares, conocido como el Directorio Militar. Aunque la Constitución no fue derogada, la vida parlamentaria cesó: se disolvieron las Cortes y se prohibió la existencia de partidos políticos. Asimismo, se disolvieron diputaciones y ayuntamientos, y los concejales fueron sustituidos por vocales asociados, designados por sorteo, mientras que los alcaldes eran nombrados directamente por el gobierno. Numerosos militares ocuparon cargos de gobernadores provinciales, lo que en suma significó una militarización de la administración.
Durante este periodo, se creó una nueva fuerza política: la Unión Patriótica, concebida como un movimiento político oficial o partido único. Se esperaba que quienes ocupaban cargos en la administración se afiliaran a esta Unión Patriótica. El estado de excepción se mantuvo vigente hasta 1925.
El Directorio Civil (1925-1930)
a) Actuación Política y Militar de Primo de Rivera
En 1925, Primo de Rivera transformó el Directorio Militar en Directorio Civil, con la intención de perpetuarse en el poder y dotar de estabilidad a un régimen autoritario que había surgido como algo temporal. Restableció el Consejo de Ministros (1925), compuesto mayoritariamente por civiles de extrema derecha y algunos militares, todos ellos miembros de la Unión Patriótica. La misión de estos ministros era emprender proyectos reformistas económicos y sociales.
En su intento de crear un «Estado nuevo», convocó una Asamblea Nacional Consultiva (1927) con el objetivo de aprobar un texto legal que legitimara el nuevo régimen, rompiendo con el parlamentarismo liberal. El sistema de representación propuesto no sería a través de partidos políticos, sino de corporaciones (profesionales, locales, sociales). Sin embargo, esta iniciativa contó con escasos apoyos entre la clase política y no llegó a prosperar.
Para el control del orden público, creó un Somatén Nacional, una especie de milicia cívica compuesta por propietarios y clases medias, bajo la tutela del ejército. En cuanto a la cuestión regional, reprimió el catalanismo, prohibiendo el uso del catalán en actos oficiales y suprimiendo la Mancomunidad de Cataluña en 1925. El resto de los regionalismos y nacionalismos fueron ignorados.
El mayor éxito de la dictadura fue la finalización de la Guerra de Marruecos. Francia y España unieron sus fuerzas en una acción militar conjunta contra Abd el-Krim, que se inició con el decisivo Desembarco de Alhucemas (1925). Tras la derrota de Abd el-Krim, quien fue deportado a las islas Reunión, España recuperó el territorio del Rif.
b) Política Económica y Social
La Dictadura aplicó una política de fuerte dirigismo económico, caracterizada por la intervención estatal y el fomento de monopolios. El Estado intervino activamente en la economía mediante el impulso de obras públicas e infraestructuras:
- Se crearon las Confederaciones Hidrográficas, iniciando la construcción de presas y pantanos a lo largo de los ríos.
- Se amplió la red de ferrocarriles y se mejoraron carreteras y caminos.
- Se construyeron numerosas escuelas.
- Se constituyeron grandes monopolios estatales como Telefónica y CAMPSA.
La conflictividad social disminuyó durante este periodo. Se crearon los Comités Paritarios por oficios para regular la vida laboral, sirviendo como árbitros en los conflictos laborales dentro de las empresas. La política social del dictador combinó la represión del movimiento sindical con un cierto paternalismo social: persiguió a la CNT, pero toleró a la UGT, que formó parte de los comités paritarios en las empresas. Se aprobaron leyes de protección social como el descanso dominical, la regulación del trabajo a domicilio y el Código del Trabajo.
c) La Oposición al Dictador y su Caída
Aunque la dictadura no reprimió con extrema dureza a la oposición política, sí recurrió a la censura, los procesos judiciales, el aislamiento de algunos líderes opositores y el enfrentamiento directo con políticos e intelectuales. Pocos políticos se exiliaron.
Entre las fuerzas opuestas al dictador se encontraban:
- Los antiguos partidos de la Restauración (Conservadores y Liberales).
- Republicanos históricos como Lerroux y nuevas figuras como Azaña.
- Determinados sectores del ejército, debido a enfrentamientos sobre los ascensos.
- Fuerzas políticas y sindicales perseguidas, como el nacionalismo catalán, el Partido Comunista o el sindicato anarquista CNT.
- La mayoría de los intelectuales. En las aulas universitarias, estudiantes y profesores expresaban su descontento de manera escrita y oral. Algunos, como Unamuno, sufrieron la represión de la dictadura con el destierro o el exilio.
A partir de 1928, la Dictadura comenzó a perder apoyos. Aumentaron las críticas y las conspiraciones contra el gobierno, y los republicanos empezaron a movilizarse. También hubo descontento entre empresarios e inversores, lo que provocó una fuga de capitales. La crisis económica de 1929 reavivó la conflictividad social. Además, el dictador se había convertido en un obstáculo para la monarquía, al haberse identificado el régimen con el rey.
Con el dictador gravemente enfermo, en enero de 1930, Primo de Rivera dimitió y se exilió en París, donde falleció poco tiempo después.
El Paso de la Monarquía a la República (1930-1931)
a) El Gobierno de la «Dictablanda» (General Berenguer)
Tras la dimisión de Primo de Rivera, el rey encargó el gobierno al general Berenguer, en un periodo conocido popularmente como la «Dictablanda». Su objetivo era regresar al sistema constitucional de la Restauración, pero el apoyo previo de la monarquía a la dictadura hacía inviable esta restauración. En enero de 1931, un nuevo gobierno de concentración, con monárquicos que aún apoyaban al rey Alfonso XIII, presidido por el almirante Aznar, anunció la convocatoria de elecciones: primero municipales y después nacionales.
b) La Oposición Republicana y el Pacto de San Sebastián
La oposición republicana había crecido significativamente, aunque estaba fragmentada en múltiples partidos de izquierda y de derecha, integrados por profesores universitarios, periodistas y abogados. En agosto de 1930, todas las organizaciones políticas republicanas firmaron el Pacto de San Sebastián, comprometiéndose a instaurar la República y creando un comité revolucionario, una especie de gobierno provisional clandestino, presidido por Niceto Alcalá-Zamora. Posteriormente, se sumaron a este pacto el PSOE y la UGT, intelectuales de renombre como Ortega y Gasset y Marañón, y la FUE (Federación Universitaria Escolar).
Algunos sectores del ejército que apoyaban la República protagonizaron una sublevación en Jaca (diciembre de 1930) que, aunque fracasó, llevó al fusilamiento de sus dirigentes, cuyos retratos fueron difundidos por los medios de la época como mártires de la causa republicana.
c) El Triunfo Electoral y la Proclamación de la II República
La Segunda República Española no llegó a través de un pronunciamiento militar, sino tras un triunfo electoral. El 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales. Todos los firmantes del Pacto de San Sebastián se presentaron unidos en una coalición electoral. El sistema caciquil de la Restauración apenas pudo controlar las áreas rurales, mientras que en las ciudades el triunfo republicano fue abrumador. A la vista de los resultados, el rey Alfonso XIII partió al exilio. El vacío de poder fue inmediatamente ocupado por la proclamación de la II República.