Prehistoria en la Península Ibérica
El Paleolítico (1.400.000 – 10.000 años atrás)
Durante el Paleolítico, la península ibérica fue habitada por distintos homínidos como Homo antecessor, Homo heidelbergensis, Homo neanderthalensis y Homo sapiens. Las características principales de este periodo fueron:
- Forma de vida: Eran nómadas, vivían en pequeños grupos sin jerarquías sociales definidas.
- Subsistencia: Se alimentaban de la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres.
- Tecnología: Ya dominaban y utilizaban el fuego.
- Yacimientos: El yacimiento más importante de este periodo es Atapuerca (Burgos).
- Arte: Destaca la pintura rupestre francocantábrica, caracterizada por representar animales con gran realismo, localizada en el interior de cuevas como Altamira (Cantabria).
El Neolítico (10.000 – 4.500 años atrás)
En el Neolítico, las comunidades humanas experimentaron cambios fundamentales:
- Sedentarización: Abandonaron el nomadismo y se establecieron en poblados permanentes.
- Economía: Desarrollaron la agricultura y la ganadería.
- Nuevas tecnologías: Comenzaron a fabricar cerámica y tejidos.
- Sociedad: Aparecieron la propiedad privada, el comercio y una estructura social más compleja y jerarquizada.
- Arte: El arte más representativo es la pintura rupestre levantina. Se caracteriza por figuras humanas y animales esquemáticos formando escenas de caza, recolección o danza, generalmente en abrigos rocosos al aire libre, como en Valltorta (Castellón).
Al-Ándalus: Economía, Sociedad y Cultura
Durante la presencia musulmana en la península ibérica, Al-Ándalus desarrolló una sociedad y cultura florecientes.
Economía Andalusí
La economía se basaba en tres pilares fundamentales:
- Agricultura: Muy desarrollada, especialmente la de regadío en los fértiles valles del Ebro, Guadalquivir y Segura, con la introducción de nuevos cultivos y técnicas.
- Artesanía: Concentrada en las ciudades, destacando la producción textil (seda, lana), cerámica, cuero y objetos de lujo.
- Comercio: Muy activo, tanto a nivel local como internacional, conectando Al-Ándalus con el resto del mundo islámico y Europa. El zoco (mercado urbano) era el centro neurálgico de la actividad económica.
Sociedad Jerarquizada
La sociedad andalusí era diversa y estaba claramente jerarquizada:
- Musulmanes: Constituían el grupo dominante y mayoritario. Incluía a los árabes (la élite original), los bereberes (llegados del norte de África) y los muladíes (hispanovisigodos convertidos al islam). Gozaban de plenos derechos y privilegios.
- Dimníes: Eran las comunidades no musulmanas toleradas («protegidas»). Pagaban impuestos especiales a cambio de mantener su religión y cierta autonomía interna.
- Judíos: Desempeñaron un papel importante en la economía, la cultura y la administración.
- Mozárabes: Cristianos que vivían en territorio musulmán.
- Esclavos: Ocupaban la base social. Procedían principalmente de Europa del Este (eslavos) y África subsahariana (negros). Algunos esclavos llegaron a tener gran influencia e incluso gobernaron algunas taifas tras la caída del Califato.
Esplendor Cultural
La cultura andalusí alcanzó su máximo esplendor durante el Califato de Córdoba (siglo X) y los reinos de taifas (siglo XI). Se cultivaron diversas disciplinas:
- Ciencias: Destacó la astronomía, con figuras como Azarquiel.
- Filosofía: Sobresalió Averroes, conocido por sus comentarios a la obra de Aristóteles, que influyeron enormemente en el pensamiento europeo medieval.
- Literatura: La poesía tuvo un gran desarrollo, con autores como Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma.
Legado Judío
El legado judío fue fundamental en Al-Ándalus. Los intelectuales judíos fueron clave en la traducción de textos clásicos griegos al árabe y luego al latín, sirviendo de puente cultural. En filosofía, destaca Maimónides, quien intentó conciliar el judaísmo con el pensamiento aristotélico en su obra Guía de perplejos.
Las Reformas Borbónicas en los Virreinatos Americanos
En el siglo XVIII, la dinastía de los Borbones impulsó un conjunto de reformas en los territorios americanos con el objetivo de recuperar el control político y económico sobre las colonias y reforzar el poder de la Corona española.
Reformas Administrativas
Se reorganizó la administración para hacerla más eficiente y centralizada:
- Creación de nuevos virreinatos: Nueva Granada y Río de la Plata, segregados de los extensos virreinatos del Perú y Nueva España.
- Establecimiento de Capitanías Generales en zonas fronterizas o estratégicas (Venezuela, Chile, Cuba).
- Implantación de las intendencias, dirigidas por intendentes con amplios poderes (fiscales, militares, administrativos), para mejorar la recaudación de impuestos y fomentar la economía.
- Supresión de organismos tradicionales como la Secretaría de Indias y la Casa de Contratación de Sevilla (trasladada previamente a Cádiz).
- Marginación de los criollos (descendientes de españoles nacidos en América) de los altos cargos administrativos, que fueron ocupados mayoritariamente por peninsulares enviados desde España.
Reformas Económicas
Se buscaron medidas para aumentar los ingresos de la Corona y dinamizar el comercio:
- Fomento de la marina comercial y de guerra para proteger las rutas comerciales.
- Creación de compañías comerciales privilegiadas, como la Compañía Guipuzcoana de Caracas, que monopolizaba el comercio con Venezuela.
- Eliminación progresiva del sistema de flotas y galeones.
- Aprobación del Reglamento de Libre Comercio (1778), que permitía el comercio directo entre varios puertos españoles y americanos, rompiendo el monopolio de Cádiz y Sevilla.
Consecuencias
Estas reformas lograron una mayor eficacia administrativa y un aumento de los ingresos fiscales. América vivió una etapa de prosperidad económica: creció la población, se intensificó el comercio con España y se fundaron nuevas universidades. Sin embargo, el desplazamiento de los criollos de los puestos de poder generó un profundo malestar y resentimiento, alimentando el deseo de independencia que se manifestaría en las décadas siguientes.
La Segunda República Española: Radicalización y Crisis (1933-1936)
El Bienio Conservador (1933-1935)
Tras las elecciones de noviembre de 1933, que dieron la victoria a la coalición de derechas CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, encargó la formación de gobierno a Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical. Este gobierno contó con el apoyo parlamentario de la CEDA.
El nuevo ejecutivo procedió a revisar o paralizar muchas de las reformas emprendidas durante el bienio anterior (1931-1933):
- Se paralizó la reforma agraria y se devolvieron tierras expropiadas a la nobleza.
- Se disminuyó el presupuesto destinado a la educación.
- Se frenó la tramitación de los estatutos de autonomía (excepto el catalán, ya aprobado).
- Se aprobó una ley para volver a incluir la asignación económica al clero en los presupuestos del Estado.
Estas medidas provocaron una fuerte radicalización política y social. La tensión culminó en octubre de 1934, cuando la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno desencadenó una huelga general revolucionaria convocada por la UGT (Unión General de Trabajadores) y otros sectores de la izquierda. La huelga fracasó en la mayor parte de España, pero tuvo especial virulencia en dos focos:
- Barcelona: El presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. La sublevación fue rápidamente sofocada por el ejército al mando del general Domènec Batet. Companys y su gobierno fueron encarcelados y se suspendió temporalmente la autonomía de Cataluña.
- Asturias: Aquí la insurrección tuvo un carácter más organizado y violento, protagonizada por la Alianza Obrera (socialistas, comunistas y anarquistas). Se proclamó una Revolución Socialista, se ocuparon cuarteles de la Guardia Civil, se incendiaron iglesias y edificios religiosos, y se cometieron asesinatos. El gobierno envió a la Legión y a los Regulares (tropas coloniales marroquíes) al mando del general Francisco Franco, que aplastaron la revuelta con extrema dureza, causando alrededor de 1.300 muertos y miles de detenidos.
La represión de la Revolución de Octubre y escándalos de corrupción como el del estraperlo (sobornos relacionados con la autorización de una ruleta eléctrica) debilitaron enormemente al gobierno de Lerroux, que acabó dimitiendo. Tras varios gobiernos inestables, Alcalá Zamora decidió disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones para febrero de 1936.
El Frente Popular (Febrero-Julio 1936)
Ante las elecciones de febrero de 1936, las izquierdas (republicanos, socialistas, comunistas) y algunos partidos nacionalistas se agruparon en una coalición denominada Frente Popular, liderada por figuras como Manuel Azaña (Izquierda Republicana). En Cataluña, la coalición fue liderada por Lluís Companys (Esquerra Republicana de Catalunya). Los anarquistas de la CNT-FAI no participaron directamente, pero pidieron el voto para el Frente Popular.
La campaña electoral se desarrolló en un clima de enorme tensión y violencia. Tras la victoria ajustada del Frente Popular, hubo acusaciones mutuas de fraude electoral por parte de ambos bloques.
Las nuevas Cortes destituyeron al presidente Alcalá Zamora (acusándole de haber disuelto las Cortes anteriores sin justificación) y eligieron a Manuel Azaña como nuevo presidente de la República. El gobierno fue encargado a Santiago Casares Quiroga (republicano de izquierda), y estaba formado principalmente por republicanos, sin la participación directa de los socialistas, divididos entre el sector moderado de Indalecio Prieto y el más radical de Francisco Largo Caballero.
Primeras Medidas y Clima de Violencia
El nuevo gobierno tomó rápidamente algunas medidas significativas:
- Amnistía general para los condenados por los sucesos de la Revolución de octubre de 1934.
- Restauración del Estatuto de Autonomía de Cataluña y la vuelta de Companys al gobierno de la Generalitat.
- Reanudación de la reforma agraria, con la ocupación de fincas por parte de campesinos en algunas regiones.
Durante la primavera de 1936, la tensión social y la violencia política se dispararon. Se produjo la ilegalización de Falange Española tras varios incidentes violentos. Mientras tanto, líderes como Largo Caballero hablaban abiertamente de la necesidad de una revolución socialista. En este contexto, varios generales del ejército (Sanjurjo, Goded, Fanjul, Varela, Rodríguez del Barrio y Emilio Mola) comenzaron a preparar un golpe de Estado contra el gobierno del Frente Popular. Mola asumió la dirección de la conspiración en abril. Aunque inicialmente algunos conspiradores pretendían mantener una forma de República, sus intenciones eran claramente autoritarias y antidemocráticas.
El Detonante Final: Los Asesinatos de Julio de 1936
La situación se volvió crítica tras los asesinatos ocurridos en Madrid en julio de 1936:
- El 12 de julio fue asesinado el teniente José del Castillo, instructor de milicias socialistas y miembro de la Guardia de Asalto, conocido por sus enfrentamientos con falangistas.
- Como represalia, en la madrugada del 13 de julio (aunque a menudo se cita el 14), un grupo de guardias de asalto y militantes socialistas secuestraron y asesinaron a José Calvo-Sotelo, destacado líder monárquico y de la derecha parlamentaria (Renovación Española).
El asesinato de Calvo-Sotelo fue percibido por amplios sectores de la derecha y del ejército como la prueba definitiva de que el gobierno del Frente Popular era incapaz de mantener el orden o, peor aún, cómplice de la violencia revolucionaria. Este hecho precipitó la ejecución del golpe militar planeado por Mola, que se inició en Marruecos el 17 de julio y se extendió a la península el 18 de julio, dando comienzo a la Guerra Civil Española (1936-1939).