Los Últimos Años del Franquismo: De la Tecnocracia al Declive

La Tecnocracia y el Dominio del Opus (1957-1969)

Aunque no modificó sus principios esenciales, el régimen adquirió una apariencia más moderna para garantizar su continuidad. Era necesario dotarlo de instituciones viables que propiciaran su pervivencia. Por ello, en 1962 Franco remodeló el equipo ministerial y nombró un vicepresidente, el general Agustín Muñoz Grandes. En este y en los gobiernos sucesivos, el peso «tecnocrático» fue cada vez mayor. Se procedió, además, a promulgar una nueva Ley Orgánica del Estado (1967), votada en referéndum en diciembre de 1966 (el segundo celebrado después de 1947), que diseñaba en líneas generales la España posterior a la muerte de Franco.

Junto a algunos tímidos intentos de apertura, como la Ley de Prensa de 1966, promovida por Manuel Fraga, con la que, al menos formalmente, desaparecía la censura previa, se mantuvo una línea continuista, como se puso de manifiesto con la sustitución en 1967 de Muñoz Grandes en la vicepresidencia del Gobierno por Luis Carrero Blanco.

En julio de 1969 Franco presentó la designación de don Juan Carlos como sucesor al trono de la nación ante el Consejo del Reino, y un día después a las Cortes. Dos días más tarde don Juan Carlos juró lealtad a los Principios del Movimiento y a las Leyes Fundamentales.

A partir de 1969 nos encontramos ya con un Franco anciano y que por primera vez parece dejarse llevar por sus allegados.

Las notas dominantes del último período franquista fueron:

  • La incertidumbre sobre la futura sucesión, acentuada cada vez más por la situación de parálisis en la toma de decisiones del dictador.
  • Una oposición cada vez más fuerte.
  • La protesta social, iniciada por la Iglesia y la universidad, que se extendió a casi todos los sectores del país en 1973, con la crisis del petróleo.

Al margen de estas «concesiones», el régimen endureció su represión a partir de 1967. En esta etapa comenzaron a abundar, entre los partidarios de Franco, civiles y militares que consideraban que se estaba yendo por una línea excesivamente «liberal» y pedían la vuelta al espíritu de la sublevación militar de 1936. Este sector del franquismo fue denominado por la oposición el “búnker”, es decir, el último refugio de resistencia del sistema.

Desde 1957 la política exterior franquista se fijó como objetivos el acercamiento a la Europa comunitaria, el mantenimiento de una estrecha relación con los EEUU y la recuperación de Gibraltar. España alcanzó durante este tiempo la mayor aceptación internacional dentro del régimen.

En este campo se mantuvieron los acuerdos con Estados Unidos y se solicitó el ingreso en la CEE (1962). Aunque no se logró, se firmaron varios acuerdos comerciales con algunos países europeos.

Prosiguió, asimismo, el proceso de descolonización de las posesiones españolas en África: se produjo la independencia de Guinea Ecuatorial (1968), y la cesión de Ifni a Marruecos (1969). Sin embargo, la independencia del Sahara Occidental fue bloqueada por Carrero Blanco, lo cual tendría consecuencias muy negativas en el futuro.

El Declive del Régimen (1969-1973)

Tras el nombramiento de Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado en julio de 1969, el que era vicepresidente del gobierno, almirante Carrero Blanco, se esforzó en sentar las bases de una transición pacífica hacia la Monarquía.

Después del escándalo político-financiero originado por el caso Matesa (uso indebido de créditos por esta empresa), Franco separó del gobierno a los ministros responsables, y a Fraga, que dio publicidad al delito. El vicepresidente Carrero Blanco, en octubre de 1969, se hizo cargo del nuevo gobierno, que trazó un amplio programa político tendente a relanzar la economía y la apertura al exterior.

Sin embargo, los intentos de mejorar sus relaciones con la Iglesia y resolver el problema obrero con la nueva Ley Sindical, fracasaron. El malestar laboral fue creciendo y ETA se mostró especialmente activa. La respuesta del gobierno fue endurecer en 1971 la Ley del Orden Público de 1959.

En 1973 Carrero Blanco fue asesinado por un comando de ETA. Franco nombró presidente del Gobierno a Carlos Arias Navarro, representante de la línea «dura» del franquismo, que había sido Director General de Seguridad y ministro de Gobernación (instituciones encargadas de la represión y el orden público).

La Agonía del Régimen (1973-1975)

El nuevo presidente de Gobierno, Arias Navarro, de espíritu autoritario y continuista, defraudó cualquier esperanza de apertura. López Rodó y los tecnócratas fueron apartados del poder. El nuevo Gobierno, compuesto por ministros de extracción falangista, fue incapaz de conciliar unos propósitos aperturistas teóricos con una represión práctica que decepcionó a los franquistas más conservadores (que acusaban al Gobierno de débil) y también a los aperturistas deseosos de reformas.

El régimen se desintegraba. La incertidumbre del gobierno era clara. La oposición democrática actuaba cada vez más abiertamente. La crisis económica desembocó en un malestar social generalizado. El terrorismo alcanzó la mayor virulencia de la historia del régimen.

Al final del franquismo aparecieron nuevamente dos de las claves de sus orígenes: la represión política y el aislamiento propiciado por los países democráticos, sobre todo después de la ejecución del joven libertario catalán Salvador Puig Antich (1974), y las ejecuciones en septiembre de 1975 de cinco acusados de actividades violentas.

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