Tras la muerte de Fernando VII, fue proclamada reina su hija Isabel. Su reinado se divide en dos grandes etapas: la etapa de Regencia, ya que cuando heredó el trono tenía 3 años, y el reinado efectivo de la reina. Durante su reinado, España se convirtió en un Estado liberal y nacional. Sus gobiernos llevaron a cabo el desmantelamiento del Antiguo Régimen de manera gradual.
La Época de la Regencia (1833-1843)
La Regencia de María Cristina de Borbón (1833-1840)
La regencia de María Cristina de Borbón comenzó con el estallido de la Primera Guerra Carlista, provocada por los partidarios del gobierno liberal isabelino. Las tensiones entre carlistas e isabelinos se habían heredado del reinado de Fernando VII. La guerra se desarrolló en tres etapas:
- Primera etapa: Los carlistas iniciaron una insurrección general en el país, excepto en el País Vasco y Navarra.
- Segunda etapa: Los carlistas organizaron expediciones en busca de apoyos, pero fueron abatidos por el general Espartero en la Batalla de Luchana.
- Tercera etapa: El ejército isabelino pasó a la ofensiva. Los carlistas se dividieron en partidarios de la guerra y del final de la misma, y el predominio de estos últimos condujo a la firma del Convenio de Vergara. Este acuerdo puso fin a la guerra en Navarra y el País Vasco.
Las consecuencias de esta guerra fueron la inclinación de la monarquía hacia el liberalismo, el protagonismo de los militares y los elevados gastos de la guerra.
Reformas y Gobiernos durante la Regencia de María Cristina
Cea Bermúdez llevó a cabo reformas importantes como la liberación del comercio, la industria y los transportes, la libertad de imprenta (aunque con censura previa) y la división de España en provincias. Pero sus claras tendencias inmovilistas provocaron la protesta de los liberales. Se nombró a Martínez de la Rosa, y se elaboró el Estatuto Real. Era una mezcla de carta otorgada y de reglamento para la convocatoria de Cortes. Negaba el principio de soberanía nacional y estableció unas Cortes bicamerales que carecían de iniciativa legislativa. Esto produjo la oposición de los liberales, que solicitaban cambios más radicales.
Martínez de la Rosa y el Conde de Toreno se habían mostrado incapaces de vencer a los carlistas y de calmar la situación. María Cristina decidió encargar la tarea de gobierno a Mendizábal. Su rápido cese y el nombramiento de un nuevo gobierno provocaron el Motín de La Granja de San Ildefonso. Se iniciaba así un periodo de gobierno progresista dirigido por Calatrava, en el que se dio un impulso definitivo a la ruptura con el Antiguo Régimen.
La soberanía del poder legislativo residía en el Rey y las Cortes, teniendo el Rey derecho de veto. Se mantuvo la división de poderes y los derechos individuales, unas Cortes bicamerales, y se retomaron las medidas desamortizadoras. Este periodo progresista duró 2 años. Las reformas liberales provocarían una oposición que llevaría a elecciones en octubre de 1837, sucediéndose varios gobiernos moderados que se esforzaron por acabar con la guerra carlista.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Durante la regencia de Espartero, se impuso el liberalismo autoritario apoyado en el ejército, lo que provocó la oposición de numerosos progresistas. La protesta contra Espartero provocó una insurrección general civil y militar. El general Narváez derrotó a las tropas de Espartero, y el gobierno provisional presidido por Joaquín María López anticipó la mayoría de edad de Isabel II con tan solo 13 años. Terminaba así la etapa de las regencias.
El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)
Isabel II inició un reinado de 25 años que puede distinguirse en varias fases.
La Década Moderada (1844-1854)
Isabel II nombró como jefe de gobierno al moderado Narváez. Durante los 10 años siguientes se sucedieron gobiernos moderados, caracterizados por una fuerte inestabilidad política y un liberalismo doctrinario. Se aprobó una nueva Constitución que reforzó los elementos conservadores: la soberanía compartida (aunque aumentaba el poder del monarca) y la limitación de los derechos y libertades. Se creó el cargo de Gobernador Civil y se aprobó una nueva Ley de Ayuntamientos, estableciendo una estructura administrativa piramidal. Además, para asegurar el mantenimiento del orden público, se creó la Guardia Civil. Se promulgaron diversas leyes para conseguir una mayor centralización y mejora de la administración.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Las medidas reformistas no remediaron la crisis que culminó en la huelga general de 1855. Concluyó con la destitución de Espartero por O’Donnell. El periodo que siguió, el Bienio Progresista, se caracterizó por un liberalismo realista y se produjo la alternancia de dos fuerzas políticas: los moderados dirigidos por Narváez y la Unión Liberal, que agrupaba a los moderados de izquierda y a los progresistas.
Las reformas más significativas de este periodo fueron el inicio de la elaboración de la llamada Constitución no nata (que no llegaría a promulgarse) y la Desamortización Civil de Pascual Madoz. También se abordaron reformas en la Ley de Imprenta, la ley electoral, el gobierno local y la milicia nacional.
En 1856, se volvió al modelo político anterior y se aprobó la Ley Moyano, por la que se ordenaba el sistema educativo.
La Unión Liberal y el Gobierno Largo de O’Donnell (1856-1866)
La crisis económica que estalló y las revueltas campesinas provocaron varios cambios de gobierno. O’Donnell formó un gobierno que consiguió el progreso económico, pero el unionismo fue incapaz de afrontar la oposición de los moderados y de la Corona.
La Disolución del Régimen Isabelino (1866-1868)
Los gobiernos moderados y el retorno de Narváez impusieron una forma autoritaria de gobierno que volvió a fracasar. De este modo, los progresistas pasaron de nuevo a la insurrección con el apoyo de los demócratas. En 1866 tuvo lugar una sublevación que provocó que O’Donnell se exiliara a Gran Bretaña. Finalmente, las distintas fuerzas de oposición al régimen firmaron desde el exilio el Pacto de Ostende, que acabaría con la monarquía. La insurrección obtuvo amplios apoyos populares y las tropas leales a la reina fueron derrotadas. Isabel II se exilió a Francia.
El Estado liberal respondía a los intereses de la burguesía grande y mediana, mientras que la pequeña burguesía y el proletariado solo fueron aliados circunstanciales, por lo que fracasaron en su empeño de cambio de régimen y de reforma política y social.