La dictadura de Franco en España: represión y control

El régimen de Franco en España

El régimen implantado en toda España en 1939, al ganar Franco la Guerra Civil, representó el regreso de unas formas autoritarias muy duras de dominio económico y político por parte de aquellos sectores sociales que habían rechazado las reformas de la 2ª República. En todo el Estado, las derechas se prestaron desde el principio a colaborar con el «nuevo orden», nacido para salvaguardar los privilegios de las clases oligarcas. Un régimen que aniquiló el sistema democrático republicano basado en el pluralismo ideológico, y lo sustituyó por la dictadura personal del general Franco, quien iba a permanecer en el poder hasta su muerte en 1975. Fue la dictadura más larga de nuestra historia contemporánea.

Las cifras de la tragedia

Las víctimas mortales durante la Guerra Civil española se calculan en torno a trescientas mil (unos mil canarios muertos y alrededor de setenta mil que volvieron enfermos o mutilados).

Acabada la Guerra, el bando vencedor continuó practicando el procedimiento de neutralizar cualquier intento de crítica u oposición al régimen instaurado. Según los restringidos datos de la España oficial, al final de 1939 había 270 mil detenidos por la Dictadura (sin contar con los campos de concentración y «batallones de trabajadores», cuyo número excedería los cien mil). De los presos, 7 mil eran maestros. Más dificultades de recuento presentaban las ejecuciones, pero las investigaciones recientes ofrecen un balance cercano a 50 mil. El acuerdo entre historiadores resulta mayor cuando deducen que fueron más de 300 mil los que tuvieron que exiliarse en la inmediata posguerra. Entre ellos iba lo más granado de nuestro profesorado universitario y de la elite intelectual y científica.

Fascismo «a la española»

El franquismo se asentó mediante el uso sistemático de la represión y la anulación de las libertades democráticas, siempre apoyado por unas clases dominantes que sostenían aquel régimen dictatorial, procurando atender a las exigencias de esta minoría privilegiada con mayor riqueza. Así que estas cedieron gran parte del poder político al dictador.

El Generalísimo no tuvo reparo en asumir plenamente la autoridad ni en adoptar el título de Caudillo providencial, elegido por Dios para salvar la patria. Con el deseo de mantener bajo control al movimiento obrero, el franquismo optó por el sindicalismo vertical: empresarios y trabajadores estuvieron integrados en un único sindicato: la Central Nacional Sindicalista. A la par, el Frente de Juventudes y la Sección Femenina desempeñaron con relativa eficacia la captación ideológica de los adolescentes, sobre todo en el campo.

En cuanto al poder ejecutivo, Franco era quien presidía el Consejo de Ministros. A lo largo de su gobierno se produjeron relevos ministeriales en vez de cambios de gobierno. Incluso cuando en el verano de 1942 se quiso dar al Régimen una aparente representatividad, y se procedió a instituir las Cortes «orgánicas», la ley que las creó dejaba claro el papel de esta como mero «instrumento de colaboración» en la tarea legislativa del jefe de Estado. Por ello, el caudillaje omnipotente sí constituyó una modalidad de fascismo.

Ejército e Iglesia

Con Franco, el Ejército y la Iglesia recuperaron su relevancia como brazo de fuerza y aparato de persuasión respectivamente, al servicio del bloque de poder. Además, la prensa y la radio, forzadas a las severas directrices del Estado, se convirtieron en vehículos de propaganda de las consignas ideológicas del Régimen.

Para entender el comportamiento de las Fuerzas Armadas en la Dictadura, hay que partir de que Franco era un general, y los principales grados del escalafón serían copados por aquellos mandos cuya «adhesión inquebrantable» a la figura del caudillo estaba demostrada.

El respaldo del Ejército a la política de Franco se vio recompensado con la nutrida participación de militares en sus sucesivos gobiernos, ya que de los 113 ministros que eligió el dictador, fueron escogidos entre la plana mayor de las Fuerzas Armadas, a cuya jurisdicción estuvo sometido el orden público.

Es incuestionable la vinculación de la Iglesia con el nuevo régimen desde los primeros días de la Guerra Civil, cuando tomó partido a favor de los sublevados contra la República. Contribuyó a consolidar el franquismo al que aportó un importante fundamento doctrinal: el Estado español adoptó e impulsó el catolicismo como forma de vida. Esta comunión Iglesia-Estado se tradujo en una penetrante influencia del clero en nuestra sociedad durante todo el periodo de posguerra, ya fuera por la acción pastoral o por la enseñanza.

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