La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930): Un Legado en la Historia de España

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

Introducción

En un intento más de salvar al país de la crisis del sistema de la Restauración, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado en 1923. El golpe, que se transformó en dictadura, fomentó el desarrollo económico y mantuvo la paz social a cambio de suspender la Constitución, prohibir la actividad política y controlar la prensa. Primo de Rivera se presentó a sí mismo como un «cirujano de hierro» decidido a solucionar los graves problemas de España. Pero al final del periodo, España volvió a encontrarse con los mismos problemas que antes del golpe militar.

Desarrollo

El Golpe de Estado del General Primo de Rivera

Aunque la instauración de la Dictadura del general Primo de Rivera coincide con la aparición de otros regímenes autoritarios en la Europa de entreguerras, sus causas están relacionadas con cuestiones propias: la descomposición del sistema político, la «cuestión marroquí», agravada por el desastre de Annual (1921) y el «Informe Picasso» que determinaba las responsabilidades del mismo; la crisis económica y social, que intensificó la inflación, el paro y la conflictividad. Por esto, amplios sectores de la sociedad estaban dispuestos a aceptar una solución autoritaria para resolver los problemas del país. Primo de Rivera fue quien declaró el golpe y el 12 de septiembre declaró el estado de guerra y exigió la dimisión del Gobierno de Madrid. Al mismo tiempo, entregó a la prensa el «MANIFIESTO AL PAÍS Y AL EJÉRCITO». Este documento proclamaba la constitución de un Directorio Militar y enumeraba los problemas a resolver: terrorismo, impiedad religiosa, Marruecos, inmoralidad política. El Gobierno no supo reaccionar y Alfonso XIII acabó apoyando abiertamente al general sublevado. España dejó de ser una monarquía parlamentaria y se convirtió en un régimen autoritario. Tan solo el Partido Comunista y la CNT mostraron una oposición abierta al nuevo régimen; también algunos intelectuales constituyeron la más clara oposición al régimen.

El Directorio Militar (1923-1925)

Primo de Rivera se convirtió en el presidente del Directorio Militar y decretó, en un primer momento, la Ley Marcial, con la que se pretendía resolver el problema del orden público. La dictadura contó como medio de propaganda con el diario La Nación. El golpe de Estado trajo consigo la inmediata suspensión de las garantías constitucionales, la disolución de las Cortes y la prohibición de los partidos políticos. Toda la administración quedó en manos del Ejército, sustituyendo a los gobernadores civiles por gobernadores militares. Para consolidar el control de los municipios, creó la Unión Patriótica, una especie de partido único integrado por personas no vinculadas hasta entonces a la política. Una de las cuestiones más controvertidas fue la referente a los regionalismos. En un principio, el golpe fue bien recibido entre las clases altas catalanas; sin embargo, Primo de Rivera cambió radicalmente de postura hacia el más estricto centralismo.

También, la «cuestión marroquí» estaba más presente que nunca en la sociedad española. En 1925, Abd-el-Krim atacó el Marruecos francés, lo que propició la colaboración franco-española que se materializó en el desembarco de Alhucemas en 1925 y condujo a la rendición del líder rifeño. La «cuestión de Marruecos» se convirtió en el mayor éxito de la Dictadura e hizo creer a Primo de Rivera que su fórmula de gobierno funcionaba y que había que prolongarla.

El Directorio Civil (1925-1930)

Primo de Rivera sustituyó el Directorio Militar por el Directorio Civil. La etapa que se inauguró ahora estuvo marcada por un fuerte intervencionismo estatal, tanto en lo económico como en lo social. Entre los logros económicos (favorecidos por el contexto de los «felices años 20») se realizaron grandes obras públicas: renovación de la red vial de España; modernización de las vías férreas; obras hidráulicas… Por otra parte, dentro de una política sociolaboral, se trató de mejorar las condiciones de los trabajadores. Sin embargo, lo más llamativo fue la creación de la Organización Corporativa Nacional, a semejanza de las corporaciones fascistas italianas. La oposición política y social iba en aumento: los miembros de la vieja política, los republicanos, los intelectuales, los estudiantes y el propio Ejército. A todo ello hay que sumar la grave situación económica, consecuencia de la crisis de 1929, panorama ante el cual Primo de Rivera presentó su dimisión al Rey en 1930. El dictador murió dos meses después.

Conclusión

El nuevo presidente del Consejo de Ministros nombrado por Alfonso XIII, Dámaso Berenguer, no supo restablecer la normalidad constitucional. La lentitud en la vuelta a la legalidad hizo que este periodo se conozca como «Dictablanda». La fuerte oposición se hacía cada vez más latente. Tras Berenguer, el almirante Aznar convocó elecciones municipales que acabaron convirtiéndose en un referéndum a favor o en contra de la Monarquía. La victoria de los partidos antimonárquicos en las principales ciudades determinó el colapso del sistema. El 14 de abril de 1931, con el pueblo en las calles, Alfonso XIII abandonó España y se proclamó la Segunda República.

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