La repoblación cristiana selectividad

La repoblación se produjo al tiempo de la Reconquista. Del siglo VIII-XI, en el valle de Duero, tuvo lugar la repoblación oficial dirigida por los monarcas, monacal y privada (ocupación por campesinos: “presura” y “aprisio” en Cataluña) predominando pequeñas y medianas propiedades. En la 1ª mitad del Siglo XII, entre el Duero y el Tajo, repoblación concejil, otorgando cartas pueblas o fueros y un alfoz; basada en la pequeña propiedad. En la 2ª mitad del Siglo XII, entre el Tajo y Guadiana repoblación de órdenes militares (Calatrava, Santiago, Montesa…), recibiendo latifundios. En el Siglo XIII, repartimientos de tierras en Levante, Murcia y Valle del Guadalquivir, otorgando a nobles y soldados donadíos y heredamientos. La sociedad estaba dividida en tres grupos: caballeros (nobles), clérigos (monjes y sacerdotes) y campesinos. Los primeros establecían relaciones de vasallaje entre sí, y los más poderosos con el Rey, establecíéndose una estructura política piramidal en la que el rey dependía de los grandes nobles.

La sociedad de Al Ándalus estaba dividida en diferentes grupos étnicos, religiosos y económicos: La aristocracia árabe era propietaria de grandes latifundios en las mejores tierras y ocupaba los puestos clave en la administración; los bereberes eran campesinos o artesanos pobres y estaban marginados. Ambos eran musulmanes. Los hispanovisigodos que vivían bajo dominio musulmán y que formaban la mayoría de la población se dividían en dos grupos: los muladíes convertidos al Islam y los mozárabes, minoría cristiana que pudo conservar su religión a cambio del pago de impuestos. Los judíos, dedicados a los negocios mercantiles, residían en barrios diferenciados (juderías) y gozaron de consideración por su papel comercial y cultural. Otros grupos minoritarios eran esclavos: los eslavos, que formaban parte del ejército mercenario y que llegaron a ocupar altos cargos y poseer riquezas, una vez libertos, y los negros.

Los focos cristianos de resistencia del norte de la Península vivieron de los s. VIII al X una fase de estancamiento económico. En general se mantuvieron las tendencias de la época visigoda, acentuadas por las difíciles condiciones geográficas y políticas. La base económica era una agricultura y ganadería de subsistencia, con poca actividad mercantil y escasa circulación monetaria. A partir del s. XI, se produjo un cambio de coyuntura en toda la Europa cristiana, y comenzó una fase de recuperación demográfica y económica. En la Península, el s. XI coincidíó con la desintegración del califato de Córdoba, la cual favorecíó la expansión de los territorios cristianos y un continuo crecimiento demográfico ante la disponibilidad de nuevas tierras. Por otra parte, el aumento de la población no campesina, que necesitaba adquirir los alimentos que no producía, estimuló el comercio de los excedentes agrarios. Así, se puso fin a la economía cerrada de autoconsumo.


En  la  agricultura  los  musulmanes  impulsaron la  práctica  del  regadío,  con  novedades  tan significativas como la noria y ampliando el uso de acequias, al tiempo que difundieron nuevos cultivos como los cítricos, hortalizas, ….
En la ganadería, el descenso de la cabaña porcina por la prohibición coránica, se compensó con el desarrollo del ganado ovino o equino. La apicultura  vivíó un desarrollo espectacular.
En la minería sobresalíó la extracción de plomo, cobre, Mercurio y oro, que se obténía del lavado de diversos cursos fluviales.
La producción de manufacturas se desarrolló fuertemente en las grandes ciudades, en especial la producción textil, en la que destacaron los brocados cordobeses o los tejidos de Zaragoza.
La cerámica, las armas, la fabricación de papel y de vidrio, y el trabajo de las pieles y los metales preciosos tuvieron también presencia en las ciudades de Al-ÁndalusEn cuanto al comercio, actividad muy elogiada en los propios textos coránicos, se vio favorecido por la acuñación de dos tipos de monedas, el dinar de oro y el dírhem de plata, y por la densa red viaria heredada de tiempos romanos.

En la Corona de Castilla, a pesar de la expansión del poder señorial la autoridad de la monarquía se fortalecíó gracias, en gran medida, la difusión de las teorías políticas basadas en el Derecho romano que defendían la primacía absoluta del rey, cuyo poder se consideraba de origen divino.El fortalecimiento de la monarquía se aprecia en el proceso de centralización: fusión definitiva de las Cortes de Castilla y las Cortes de León y aparición instituciones nuevas: el Consejo Real. También hay una creciente intervención de la monarquía en los municipios. Se establecieron los regimientos, que acabaron con los restos de los antiguos concejos, más abiertos, y formado por unos pocos miembros de la nobleza y alta burguésía locales nombrados por el rey. Por otro lado, se establecíó la figura del corregidor, representantes de la Corona en los principales municipios.

En la Corona de Aragón, la estructura política era muy diferente. Por un lado, era una confederación de territorios con sus propias leyes e instituciones. Por otro lado, el origen del poder de la monarquía se encontraba en el concepto feudal de pacto entre el señor y sus vasallos. El rey se comprometíó a solicitar el consentimiento de las Cortes en asuntos importantes y a reunirlas, lo que limitó el poder del monarca. Las instituciones de la Corona de Aragón reflejaban su diversidad política: los virreyes, representantes del rey en su ausencia; las Cortes, una por cada territorio y dirigidas por la nobleza, el clero y la alta burguésía. Con el tiempo, adquirieron atribuciones políticas además de fiscales.

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