La Segunda República Española: Transición Política y Conflictos (1933-1936)

El Bienio Radical-Cedista (1933-1936)

La disgregación de las coaliciones de izquierda, debilitadas también por la llamada de los anarquistas a la abstención, favoreció la victoria de las opciones conservadoras, más organizadas que en 1931. Así, la CEDA de Gil Robles y el Partido Radical de Lerroux formaron una coalición de gobierno, cuya jefatura asumió el propio Lerroux.

El Bienio Radical-Cedista, que se extendió hasta enero de 1936, se caracterizó por la inestabilidad gubernamental, con diez gabinetes en dos años, y por el freno a la labor reformista anterior. Se intentó un Concordato con la Santa Sede que, no obstante, no llegó a buen puerto; se decretó una amnistía para los participantes en la Sanjurjada; se derogó la Ley de Términos Municipales y se devolvieron propiedades incautadas a los terratenientes, aunque la reforma agraria y el asentamiento no se suspendieron. Asimismo, se intentó una reforma de la Constitución, pero no se lograron las mayorías suficientes.

La entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA a comienzos de octubre de 1934 provocó una reacción de los partidos de izquierda, que argumentaron el riesgo de fascistización del gobierno, en un ambiente propicio para ello en el contexto europeo (autoritarismo de Dollfuss en Austria; triunfo de Hitler en Alemania). Así, la decisión de Alcalá-Zamora de llamar a la CEDA al gobierno fue respondida con la convocatoria de una huelga general revolucionaria con un seguimiento irregular, pero que tuvo gran repercusión en Cataluña y Asturias. En Cataluña, adquirió un carácter nacionalista y Lluís Companys proclamó El Estado Catalán dentro de la República federal española. Poco después, la Generalitat debió rendirse ante el general Batet.

En Asturias, la huelga tomó carácter de revolución, adquiriendo gran fuerza gracias a la unión de la CNT y la UGT. Los mineros se apoderaron de los almacenes de explosivos y Asturias quedó en gran medida bajo el control de los comités y milicias obreras. El Gobierno envió al ejército de Marruecos, coordinado por el general Franco y, con rasgos de auténtica guerra civil, se aplastó la sublevación. Se produjeron unos 1500 muertos y la represión consiguiente fue importante.

En mayo de 1935, se formó un nuevo gobierno presidido por Lerroux y con cinco ministros de la CEDA, dos más que en el gabinete anterior, y con Gil Robles en la cartera de Guerra. En este período, se incrementó la presión de los sectores más radicales de la CEDA, que se tradujo, por ejemplo, en una reforma agraria que suponía deshacer todo lo que se había avanzado desde 1931. Por ejemplo, establecía unas indemnizaciones por expropiación tan desorbitadas que era imposible afrontarlas.

Una serie de escándalos de corrupción (el escándalo del estraperlo y el caso Nombela), en los que resultaron implicados importantes miembros del Partido Radical, entre ellos el propio Lerroux, derivó en divisiones internas en el Gobierno presidido por Chapaprieta, que presentó la dimisión a finales de 1935. Gil Robles se postuló como Jefe de Gobierno y confirmó a Alcalá-Zamora que no aceptaría ningún jefe de Gobierno que no fuese de la CEDA. El Presidente de la República disolvió las Cortes y convocó elecciones para febrero de 1936.

El Gobierno del Frente Popular (Febrero-Julio 1936)

Para las elecciones de febrero de 1936, las fuerzas republicanas de izquierda se presentaron unidas en el Frente Popular, mientras las derechas se encontraban divididas. Pese a que el Frente Popular obtuvo poco más de un 2% de votos que el conjunto de las derechas, el hecho de presentarse en bloque permitió que, con la Ley Electoral vigente, lograse una importante mayoría parlamentaria.

El nuevo gobierno estuvo presidido por Azaña hasta mayo, cuando la destitución de Alcalá-Zamora le llevó a la Presidencia de la República, asumiendo la jefatura del Gobierno Casares Quiroga. Las líneas maestras del gobierno del Frente Popular fueron la reactivación de la labor reformadora del bienio reformista, sobre todo de la reforma agraria; la concesión de amnistía a los presos políticos; y el restablecimiento del Estatuto y de la Generalitat catalanes.

Determinados militares sospechosos de conspirar contra la República fueron destinados a lugares periféricos. Es el caso de Mola a Navarra, o Franco a Canarias.

En su corto período de existencia, el Gobierno del Frente Popular debió afrontar importantes desafíos. Sectores del ejército y de la derecha emprendieron una espiral conspirativa que culminaría en el golpe de julio, mientras el movimiento sindical encabezado por la UGT y la CNT, así como el sector del PSOE liderado por Largo Caballero, se radicalizaron. Se produjeron numerosas huelgas y miles de jornaleros ocuparon las tierras que habían sido desalojadas en el Bienio Radical-Cedista.

La radicalidad llegó a la calle, en la que proliferaron las acciones violentas protagonizadas por miembros de grupos de extrema izquierda y derecha. Así, el 12 de julio de 1936, pistoleros probablemente falangistas asesinaron al teniente de la Guardia de Asalto, José Castillo. Como respuesta, algunos miembros de ese cuerpo detuvieron al diputado monárquico José Calvo Sotelo, que fue asesinado. Este sería el pretexto último para la sublevación.

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