Las Etapas de Al-Ándalus y la Formación de los Reinos Cristianos Peninsulares

La Evolución de Al-Ándalus

Emirato dependiente (711-756)

Esta etapa se corresponde con la conquista y el asentamiento de los musulmanes en la península ibérica. Los musulmanes llegaron a la Península para continuar su proceso de expansión territorial y ayudar a los hijos de Witiza en su lucha contra el rey visigodo, don Rodrigo. En el 711, Tariq, al mando de 12.000 bereberes, derrotó a don Rodrigo cerca del río Guadalete. En el 712, Muza —gobernador musulmán del norte de África— y su hijo Abd-al-Aziz acudieron con refuerzos, unos 18.000 árabes, y conquistaron la Península en apenas tres años.

Causas de la rápida conquista

  • La debilidad de la monarquía visigoda, enzarzada en enfrentamientos por el trono.
  • La actitud de la nobleza, que prefirió pactar con los invasores para conservar sus tierras.
  • La ayuda prestada por los judíos, cansados de la presión fiscal a la que estaban sometidos.

Solo en las montañas del norte de España (vascones, cántabros, astures y algunos nobles hispanogodos) se hicieron fuertes frente al invasor. Tras la conquista, la parte de la península dominada por los musulmanes, Al-Ándalus, se convirtió en una provincia del Califato omeya de Damasco, con capital en Córdoba y dirigida por un emir o gobernador. La frontera se situó en la cordillera Cantábrica y, más tarde, en la línea del Duero. El emirato dependiente fue una etapa de gran inestabilidad: el primer gobernador, Abd-al-Aziz, murió asesinado; se sucedieron 23 gobernadores en tan solo 45 años; y estallaron enfrentamientos internos entre los invasores por los repartos de tierras y las disputas tribales entre árabes. En el 750, la caída de la dinastía Omeya y su sustitución por la dinastía Abasí repercutiría en Al-Ándalus.

Emirato independiente (756-929)

Un superviviente de la matanza de los Omeyas, decretada por los Abasíes, se refugió en la Península y proclamó su independencia política frente al califa abasí de Bagdad, aunque siguió acatando su autoridad religiosa. De esta manera, Abd al-Rahman I (756-778) se convirtió en el primer emir independiente de Al-Ándalus. Durante dos siglos, aunque no faltaron los problemas, tanto internos (revueltas de árabes, muladíes y mozárabes) como externos (ataques de cristianos, francos y normandos), los Omeyas consiguieron crear un estado fuerte y organizado. Sin embargo, la situación cambió a finales del s. IX: se recrudecieron los conflictos tanto internos como externos (avance de los cristianos por el norte y de los fatimíes por el sur), lo que propició la debilidad del emir. A principios del s. X, Al-Ándalus era un mosaico de «reinos» que no reconocían la autoridad del emir. En esta situación accedió al poder Abd al-Rahman III, que se convertiría en el último emir omeya.

Califato de Córdoba (929-1031)

Representa la etapa más brillante de la historia de Al-Ándalus. Córdoba se convirtió en el centro económico y en el foco civilizador de Occidente.

Abd al-Rahman III (912-961)

Su fundador fue Abd al-Rahman III. Cuando accedió al poder, Al-Ándalus estaba al borde de la descomposición. Poco a poco fue acabando con los rebeldes del interior, sometió a los cristianos del norte (a los que convirtió en vasallos y les obligó a pagar tributos), impuso su autoridad en buena parte del norte de África y, para contrarrestar el peligro del Califato fatimí de Túnez, se proclamó califa en el año 929. Además, fortaleció el estado y el propio poder califal: reorganizó el ejército con mercenarios bereberes y eslavos, llevó a cabo una centralización fiscal y creó una aristocracia palatina vinculada a su persona.

Al-Hakam II (961-976)

Su hijo y sucesor, Al-Hakam II, favoreció un gran desarrollo cultural y artístico. Su reinado coincide con la etapa más brillante de la cultura andalusí.

Hisham II y el fin del Califato (976-1031)

En el año 976, accedió al trono su hijo Hisham II, de solo trece años de edad. En su nombre gobernaron tres miembros de la familia de los amiríes: Al-Mansur y sus hijos, Abd al-Malik y Sanchuelo. Con los dos primeros, el califato mantuvo su dominio sobre la Península. Al-Mansur (977-1002) realizó más de cincuenta razias o aceifas contra los cristianos del norte y les obligó a pagar parias y a soportar guarniciones musulmanas en su territorio. Abd al-Malik (1002-1008) proporcionó al califato sus últimos años de prosperidad, pero murió pronto, al parecer envenenado. La situación cambió con la subida al poder de Sanchuelo (1008-1009). Su nombramiento como sucesor del califa provocó un motín que acabó con su vida. El pueblo de Córdoba nombró a Muhammad como nuevo califa. Una vez iniciada la revuelta, no fue fácil detenerla: árabes, bereberes (apoyados por los castellanos) y eslavos (apoyados por los catalanes) se enfrentaron para imponer a su candidato como califa. Tras veinte años de conflictos, Al-Ándalus se fragmentó en varios reinos independientes o taifas.

La Fragmentación de Al-Ándalus: Taifas e Imperios Norteafricanos

Primeros reinos de taifas (1031-1086)

Surgieron en el 1031 con la disgregación del califato. Se dividían en taifas árabes (Zaragoza, Toledo, Badajoz, Córdoba y Sevilla), bereberes (Málaga y Granada) y eslavas (Tortosa, Valencia, Denia-Baleares y Murcia). Aunque pagaban parias a los cristianos del norte para mantener la paz, estos decidieron conquistarlas: en el año 1085, Alfonso VI de Castilla ocupó Toledo, trasladando la frontera a la línea del Tajo. Las taifas se vieron obligadas a pedir ayuda a los almorávides.

Imperio almorávide (1086-1144)

Los almorávides vinieron a la península, derrotaron a Alfonso VI en Sagrajas o Zalaca (1086), unificaron las taifas e integraron a Al-Ándalus como provincia en el Imperio almorávide norteafricano. Con el tiempo, los ataques de los cristianos, el descontento popular por la subida de impuestos y su intransigencia religiosa provocaron su disgregación en pequeños estados.

Segundos reinos de taifas (1144-1146)

Surgieron a partir del año 1144. Los nuevos reinos de taifas no pudieron hacer frente a los ataques de los cristianos, que se apoderaron de nuevos territorios (Lisboa, Cáceres, Cuenca, Lérida, Tortosa…) y se vieron obligados a solicitar ayuda, de nuevo, a los musulmanes del norte de África.

Imperio almohade (1146-1212)

Los almohades llegaron a la Península en el año 1146; unificaron las taifas, a pesar de la resistencia de alguna de ellas (ej.: la de Ibn Mardanis, el «rey Lobo» de Murcia), y derrotaron a Alfonso VIII de Castilla en Alarcos (1195). Ante el peligro musulmán, los reyes cristianos se unieron en una cruzada contra el islam y derrotaron a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). A partir de este momento, la frontera se estableció en Sierra Morena y se inició la descomposición de Al-Ándalus.

Terceros reinos de taifas y el Reino nazarí de Granada (1212-1492)

Su formación coincidió con el apogeo reconquistador de Fernando III de Castilla y de Jaime I de Aragón. De manera que, en el s. XIII, solo sobrevivió uno de estos reinos de taifas: el Reino nazarí de Granada (1246-1492). Surgió con el Pacto de Jaén entre Fernando III y Muhammad I. Gobernado por la dinastía de los Banu Nasr o Nazaríes, mantuvo su independencia gracias a tres factores: una hábil gestión diplomática (se hizo vasallo de Castilla y pactó con los benimerines del norte de África), la estabilidad (debido a la escasa presencia de minorías religiosas) y la llegada masiva de andalusíes procedentes de los territorios reconquistados (lo que aumentó la población y el potencial económico). En el s. XIV alcanzó un gran esplendor con Yusuf I y su hijo, Muhammad V; pero, en el s. XV, las luchas internas por la sucesión al trono provocaron su ruina. El 2 de enero de 1492, Boabdil entregó la ciudad de Granada a los Reyes Católicos.

Sistemas de Repoblación Cristiana

  1. Repoblación libre: presura o aprisio (siglos X-XI)

    Se utilizó en el valle del Duero y en la plana de Vic. En ella se ocupaban tierras sin dueño. Fue una repoblación individual realizada por campesinos a los que se reconocía la propiedad de la tierra, aunque también participaron nobles y eclesiásticos. El rey entregaba una carta puebla con las normas para la repoblación, exenciones y privilegios.

  2. Repoblación concejil (siglos XI y XII)

    Destacó en la zona sur del Duero y en los valles del Tajo y del Ebro. El concejo era una ciudad amurallada con una importante extensión de tierra o alfoz en torno a ella, a la que el monarca concedía importantes privilegios o fueros. En los concejos vivían campesinos y ganaderos que se comprometían a formar milicias concejiles para su defensa y para las mesnadas del monarca. En algunos lugares, como el valle del Ebro, los musulmanes conservaron sus tierras por medio de capitulaciones, pero tuvieron que abandonar sus casas en las ciudades y establecerse en barrios extramuros. Sus casas serían ocupadas por los cristianos, que recibieron lotes de tierras yermas.

  3. Repartimientos (siglo XIII)

    Se llevaron a cabo fundamentalmente en los valles del Guadiana y Guadalquivir, Valencia, Murcia y Baleares. La corona repartió la mayor parte del territorio entre los conquistadores: entregó pequeños lotes de tierra a los más humildes y grandes latifundios a nobles, clérigos y órdenes militares. Sin embargo, en algunos lugares, como al sur del Júcar, la mayoría de la población musulmana se mantuvo en sus tierras mediante la firma de capitulaciones.

La Evolución de los Reinos Cristianos

El Reino de Navarra

El reino de Pamplona experimentó una notable expansión hacia el sur a partir del siglo X y se transformó en el reino de Navarra. Conoció su máxima expansión en el s. XI con Sancho III “el Mayor” (1004-1035), de la dinastía Jimena, que logró reunir bajo su corona Pamplona, Aragón, Castilla y parte de León. A su muerte, el reino se dividió entre sus hijos: García Sánchez III, el primogénito, heredó el reino de Navarra; Ramiro, el condado de Aragón; y Fernando, el condado de Castilla. Tras la muerte de García Sánchez III, la historia de Navarra fue una sucesión de enfrentamientos con los reinos vecinos, e incluso fue anexionado por Aragón durante algún tiempo (1076-1134). Despojado de sus territorios vascos y riojanos y encerrado entre Castilla y Aragón, el reino de Navarra no pudo ensanchar sus territorios con la Reconquista; sin embargo, supo conservar su identidad e independencia con el apoyo de dinastías de origen francés: la de Champaña en el siglo XIII, las de Francia y Evreux a partir del s. XIV y la de Foix en el s. XV. Finalmente, sería incorporada a Castilla por Fernando el Católico en 1512.

El Reino de Castilla y León

Surgió en el s. XI con Fernando I, que unió Castilla y León; aunque, a su muerte, el reino se dividió de nuevo. Tras nuevas uniones y separaciones, Fernando III los unificó definitivamente en el s. XIII (1230). Los reyes leoneses y castellanos ampliaron su territorio gracias a la Reconquista:

  • Siglo XI: Dominaron la cuenca del Duero, conquistaron Toledo (1085) llevando la frontera hasta el río Tajo, y ocuparon Valencia. Alfonso VIII de Castilla lideraría una coalición de reyes cristianos contra los almohades, a los que derrotaría en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). La defensa de las nuevas tierras conquistadas dio lugar a la creación de órdenes militares: Alcántara y Santiago en León (s. XII) y Calatrava en Castilla (s. XII).
  • Siglo XIII: Ocuparon buena parte de Andalucía (Córdoba, Jaén, Sevilla y Niebla) y Murcia (1243).
  • Siglo XIV: Ocuparon Algeciras.
  • Siglo XV: En 1492, los Reyes Católicos culminaron la conquista del Reino nazarí de Granada.

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