Los alemanes e italianos simpatizaban ideológicamente con los sublevados»

Apoyos a los sublevados


El bando sublevado recibió ayuda de Italia y Alemania de forma masiva y pagadera en materias primas, especialmente en minerales, se le dio la concesión de 73 yacimientos estratégicos de los que andaba necesitada la industria de guerra alemana (hierro, cobre, plomo, mercurio, pieles, lanas, etc.).Los motivos de Italia y Alemania para prestar apoyo a los sublevados fueron de tipo político y estratégico. La victoria de Franco representaba el triunfo del fascismo y daba prestigio a todos los regímenes autoritarios. Además el apoyo a los sublevados abría la posibilidad de ejercer influencia sobre un nuevo aliado que podía ser útil para la política internacional en el futuro.Dichas ayudas ítalo-germanas consistieron básicamente en:- La intervención de unidades militares como la italiana Corpo di Truppe Volontarie (40.000 hombres), o la alemana Legión Cóndor (6000 hombres).



Además de abundante material bélico.- Cobertura naval y aérea durante todo el conflicto, especialmente decisiva en el paso de las tropas estacionadas en África a través del Estrecho de Gibraltar. Reconocimiento inmediato del Gobierno de Franco a través de diferentes iniciativas diplomáticas.Franco contó también con el apoyo del gobierno portugués (la división de los Viriatos y el cierre de la frontera), y de los fascistas irlandeses (la Legión de San Patricio). No obstante, el respaldo diplomático más importante para los sublevados lo proporcionó, sin duda, el papado, que alentó a los católicos de todo el mundo a apoyar lo que la Iglesia española calificó de cruzada. El Estado vaticano reconoció al régimen franquista ya en el verano de 1937.


Apoyos al Gobierno republicano

Los gobiernos conservadores de Gran Bretaña, Francia y EEUU se abstuvieron de apoyar al Gobierno de la II República, ya que temían las repercu­siones del éxito de una posible revolución social en España y promovieron una política de apaciguamiento hacia los fascismos, por miedo a provocar a la Alemania nazi.Ante este panorama, el Gobierno republicano español, solo contó con el apoyo de la URSS a partir de septiembre de 1936, y con una minúscula ayuda de México, que proporcionó sobre todo municiones y acogió a numerosos exiliados republicanos al término de la guerra.Por este apoyo soviético, la España republicana, quedaba vinculada al comunismo según la opinión pública internacional.La ayuda soviética, que consistió en armamento, tuvo que ser pagada con el oro del Banco de España, el llamado “oro de Moscú” (510 toneladas con un valor de 530 millones de dólares).La ayuda humana le llegó a través de las Brigadas Internacionales: unos 60.000 voluntarios de 30 países, sin demasiada experiencia militar, pero disciplinados que vinieron bajo el lema: “España será la tumba del fascismo”. 



Canalizados por los partidos comunistas europeos, estos jóvenes eran de ideología comunista (80 %), socialista o liberal. Vinieron a España para luchar contra la propagación del totalitarismo en el continente europeo y para salvar la democracia republicana en España. Veían la guerra española como una grave cuestión de la política internacional.Su base de entrenamiento fue Albacete. Fueron distribuidos en seis Brigadas que estaban formadas por batallones que solían agrupar a los soldados de cada país (Telemann a los alemanes, Lincoln a los norteamericanos, Garibaldi a los italianos, etc).Su intervención ayudó a detener al ejército rebelde a las puertas de Madrid en el otoño de 1936. Fueron retirados de España a finales de 1938 y unos 18.000 de ellos quedaron enterrados aquí.El balance de todos estos apoyos fue favorable, sin duda, al bando de los sublevados. La intervención de la Italia fascista y de la Alemania nazi a favor de los sublevados fue determinante para la victoria de estos. De hecho numerosos analistas consideran que el descompensado apoyo internacional que obtuvo cada bando en la contienda explica en gran medida el desenlace de la misma.

Primera fase: La “Guerra de columnas”


En los primeros meses, la guerra es claramente desfavorable para la República. Ello es debido al avance de las columnas del ejército sublevado. Navarra, con Mola y Sevilla, con Franco, son los dos grandes centros difusores de columnas rebeldes.La toma de Madrid se convirtió en el objetivo primordial para los sublevados.Sin embargo, la expansión de Mola sobre Madrid queda detenida al norte del Sistema Central por las milicias republicanas creadas en la capital (donde se integran también fuerzas regulares).Mayor éxito tuvo la expansión desde el sur. En agosto de 1936 el ejército de África ha cruzado el estrecho, gracias a la colaboración de la aviación y la marina de Hitler y Mussolini.


Las tropas de Franco y Yagüe, tras unirse a los soldados de Queipo de Llano en Sevilla, avanzaron a través de Extremadura sin que el Gobierno republicano (carente de un ejército operativo y de un mando unificado) pudiera detenerlos. Así se controla Badajoz, Talavera y Toledo, y libe­raron a la guarnición rebelde que se había hecho fuerte en el Alcázar de esta última ciudad, uniendo así las dos zonas de la península que dominaban los sublevados.En septiembre se efectúa, a través de la sierra de Gredos, el enlace entre las fuerzas sublevadas del Norte y del Sur; el territorio y el Ejército rebelde quedan unificados en un solo bloque. Se daban las condiciones y se imponía la designación de un mando único en las fuerzas rebeldes. El elegido fue Franco. El 1 de octubre, Franco se convierte en Jefe del Gobierno del Estado.En el frente norte, la toma de Irún por las tropas del general Mola fue la operación de mayor importancia; porque cortaba el acceso del ejército repu­blicano del norte a la frontera con Francia. Poco después (septiembre de 1936), San Sebastián se rindió sin lucha alguna.




Segunda fase: La batalla de Madrid


A partir de noviembre de 1936, el conflicto se con­virtió en una guerra de desgaste. Los frentes se estabilizaron, se incrementó la intervención extranjera y se creó aceleradamente un nuevo ejército popular republicano.La causa de la guerra de desgaste fue, sin duda, la inesperada resistencia de Madrid, bombardeada por aire y asediada por todos lados, excepto por la carretera de Valencia.El Gobierno republicano, por su parte, se trasladó a Valencia, convencido de que Madrid caería pronto. La resistencia fue dirigida a partir de ese momento por una improvisada Junta de Defensa, presidida por el general Miaja. 


Esta Junta recibió los primeros refuerzos extranjeros favorables a la República: los voluntarios de las Brigadas Internacionales, además de armamento soviético.El ejército republicano rechazó un primer ataque frontal de la ciudad por el oeste, a la altura de la Ciudad Universitaria. Al no lograr la toma rápida de la ciudad, Franco decidió poner en marcha una operación para rodearla, en la que se sucedieron tres batallas:– La de la carretera de La Coruña (hasta enero de 1937), para cortar la comunicación de Madrid con la sierra.– La del río Jarama (febrero de 1937), en la que las tropas rebeldes atacaron la carretera de Valencia por el sur.La de Guadalajara (marzo de 1937), un cerco a Madrid por el nordeste que terminó con una estrepitosa derrota del ejército rebelde y, en particular, de las tropas italianas enviadas por Mussolini. 


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