¿Qué diferencias pueden establecerse en la evolución política y social de las zonas republicana y franquista?

ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LA ESPAÑA REPUBLICANA

El estallido de la guerra dejó a ambas zonas en una situación caótica, dado que los cuadros organizativos se encontraban desarticulados. Esta situación fue especialmente grave en el territorio de la República, donde el poder de los partidos, de los sindicatos y de las milicias era tan grande, que nunca se consiguió la unidad de mando y de criterio, necesarios para ganar una guerra.

La República contó con el apoyo de las centrales sindicales y de los partidos de izquierdas: PSOE, PCE y los sindicatos CNT y UGT.

Nada más producirse el golpe militar, se llevó a cabo un intento frustrado de constituir un gobierno de conciliación con los rebeldes  liderado por Martínez Barrio. Al fracasar esta opción, el gobierno presidido por José Girai armó a las milicias  obreras, que se convirtieron en las defensoras de un gobierno republicano donde no participaban.

La rebelión de los militares desencadenó una revolución social de tipo colectivista que atentaba contra la propiedad privada, donde la UGT y la CNT crearon organismos propios que amenazaban con total autonomia e independencia del Gobierno.

Los anarquistas (CNT-FAI) y el POUM) consideraron que había llegado el momento de hacer la revolución social. Las empresas y fábricas se vieron colectivizadas y quedaron bajo control obrero. En los campos proliferaron las ocupaciones de tierras.

Esta revolución fue acompañada por una dura e indiscriminada represión sobre políticos y personas sospechosas de colaborar con los rebeldes o simplemente de simpatizar con las derechas. El clero fue sistemáticamente perseguido. Se habla de 67.500 sacerdotes, monjes y curas asesinados y 7 obispos.

Estas acciones afectaron negativamente a la imagen de la República y el Gobierno se vio impotente para controlarlas y detenerlas.

Dentro de las fuerzas del Frente Popular y especialmente el PCE, ante la marcha desfavorable de la guerra, consideraban que si no se ganaba la guerra, se perderían todos los logros de la República. Era preferible dejar la revolución para más tarde. Loa socialistas y comunistas defendían esta idea y se opusieron a la revolución perseguida por los anarquistas, lo que les llevó a un enfrentamiento con ellos. El gobierno debía acabar con las incautaciones. 

El prestigio del partido comunista crecía día a día.En mayo de 1937 Juan Negrín fue impuesto como presidente del gobierno por la URSS. Al defender el orden y la disciplina a toda costa, jugaron un papel importante en la reorganización militar. Las tropas republicanas combinaron milicias políticas de partidos y sindicatos con soldados del ejército. Esta forma de hacer la guerra y la revolución simultaneamente se convirtió en el programa básico de la CNT, FAl, el POUM y algunos sectores de la UGT.

El esfuerzo posterior de los distintos gobiernos  se encaminó a la reconstrucción del estado y de un ejército popular disciplinado Las Brigadas Mixtas no tuvieron la misma eficacia que un ejército de verdad. En líneas generales, la República intentó atraerse a los partidos nacionalistas, en Cataluña ampliando las competencias y al País Vasco dotándolo de Estatuto.

Entre febrero y abril de 1939 se desencadenó el final del Gobierno republicano. La salida de España del equipo de Negrín tras la calda de Cataluña precipitó los acontecimientos.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA EN LA ZONA NACIONAL

En el comienzo de la guerra, la sublevación no dejó de ser un pronunciamiento militar clásico, que tenia por objeto derrocar al Gobierno. En las primeras semanas no existió ningún tipo de proyecto político común entre los militares sublevados., salvo el de crear una «dictadura militar» para restaurar el orden. Se pretendía instaurar un régimen autoritario que repudiara al Frente Popular, al comunismo, al anarquismo y al separatismo, y establecer una represión sistemática para quienes apoyaran al gobierno republicano. Junto al ejército, estaban fuerzas políticas como los milicianos carlistas y los falangistas. Entre estas fuerzas destacaban los monárquicos, que se oponían al régimen republicano. A parte de las fuerzas políticas también diversas personalidades apoyaron el alzamiento aunque este fue sobre todo militar, estableciendo mando y orden. La encargada de administrar esta política contrarrevolucionaria fue la Junta de Defensa Nacional de Burgos, presidida por el general Cabanellas. Franco entró en la Junta en agosto. Hasta el final mantuvo una actitud indecisa. El germen del nuevo estado surgió entre septiembre y noviembre de 1936, cuando Franco fue elegido para ostentar el mando militar y político con los títulos de Generalísimo y Jefe del Gobierno del Estado Español. El 1 de octubre de 1936, Franco tomó posesión de sus cargos en Burgos. La Junta tuvo su sede en esta ciudad, mientras que el cuartel general se estableció en Salamanca. En abril de 1937 por el Decreto de Unificación se crea el Movimiento Nacional, lo que obligó a los carlistas y a los falangistas a unirse, asumiendo Franco la Jefatura Nacional del Movimiento, reuniendo a todos los poderes políticos y militares. Al liderazgo militar y político, se sumó el carismático y religioso, lo que convertía a Franco en Caudillo. La Iglesia Católica apoyó la sublevación, recuperando todos los privilegios que la República le había quitado. El Estado se declaraba católico. En compensación, la Iglesia bendijo la rebelión como “Cruzada de Liberación Nacional”. En el plano político fueron anuladas todas las reformas, así como la legislación socio-laboral de la República, y fueron eliminados los partidos y sindicatos. En materia social se aprobó en marzo de 1938 el Fuero del Trabajo, por el que España se convertía en un Estado Nacional Sindicalista, cuyas tres células básicas eran la familia, el municipio y el sindicato vertical.

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