Qué tratado puso fin al pacto de familia entre España y Francia


10.1La muerte sin descendencia de Carlos II desencadenó un grave enfrentamiento en torno a las dos candidaturas al trono: el archiduque Carlos de Habsburgo y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Cumpliendo el testamento de Carlos II, Felipe fue proclamado rey, e inicialmente reconocido en Europa. Pero la actitud Luis XIV y la posibilidad de una futura unificación de Francia y la Corona española, llevaron a Inglaterra, Austria y los Países Bajos a firmar en 1701 la Alianza de La Haya, coalición de estados europeos que se enfrentó al bando borbónico. La Guerra de Sucesión (1702-1715) se desarrolló en Europa y en la Península. Al principio fue favorable a la coalición, en 1704 los británicos tomaron Gibraltar. En 1705 se produjo el desembarco del archiduque Carlos en Valencia y la rápida conquista de los reinos de la Corona de Aragón. Pero en 1707 se produjo la batalla de Almansa, que permitíó a Felipe V recuperar sucesivamente los reinos de Valencia y Aragón. Sin embargo, en Italia y en los Países Bajos, la guerra era desfavorable para los Borbones, que estaban planteando abandonar la guerra. Cuando, en 1711, el archiduque Carlos se convirtió en emperador, sus aliados, alarmados por si acumulaba ambos imperios, ofrecieron a Luis XIV una negociación. El Tratado de Utrecht, firmado en Abril de 1713, puso fin a la guerra europea y significó el reconocimiento de Felipe V a cambio de la separación definitiva de las coronas de Francia y España. Se cedíó al Imperio austríaco los Países Bajos y las posesiones en Italia. Inglaterra obtuvo Gibraltar y Menorca y consiguió ventajas comerciales: el asiento de negros y el navío de permiso. En Cataluña la guerra se prolongó, temían el incumplimiento de las garantías ofrecidas a Inglaterra en Utrecht. De hecho, las tropas borbónicas, tras ocupar toda Cataluña, cercaron Barcelona, que sucumbíó, finalmente, tras una larga resistencia, el 11 de Septiembre de 1714. 
10.2Felipe V fue un hombre inestable y enfermo. Fueron los administradores franceses los que llevaron adelante la política del rey. Apartaron de las decisiones de gobierno a la aristocracia española. En 1714, su segunda esposa, Isabel de Farnesio, su propio programa político. Obsesionada por conseguir reinos para sus hijos, propició una política exterior agresiva para recuperar los dominios de Italia. Con ella llegaron los consejeros italianos, el cardenal Alberoní. En 1724, tras una grave crisis depresiva, abdicó y entregó la Corona a su primogénito, Luis l. Pero el reinado fue muy breve contrajo la viruela y fallecíó. Isabel de Farnesio convencíó entonces a su marido de que recuperara el trono. En 1726 se convirtió en el principal secretario José Patíño, que realizó un ambicioso programa de rearme. Fruto de ello fue la conquista del reino de Nápoles y Sicilia en 1734, para su hijo Carlos. Se iniciaron los pactos de familia con Francia.
Fernando VI (1746-1759), enfermizo, como su padre,.Por eso el marqués de la Ensenada gestiónó un programa político, encaminado a reforzar el Estado absoluto. Se trataba de conseguir el crecimiento económico que permitiera modernizar al país, y potenciar y salvaguardar el Imperio colonial. Se disfrutó un periodo de paz, imprescindible para afrontar el programa de reformas internas. Se intentó la reforma fiscal, para la que se realizó el Catastro de Ensenada, pero sólo se consiguió aumentar los ingresos de la Hacienda. Se suprimieron los impuestos que gravaban el tráfico interior de grano y se liberalizó el comercio colonial. La actuación más significativa fue el reforzamiento de la Armada. Precisamente, fue la política naval, que amenazaba a Inglaterra, lo que provocó la caída de Ensenada. Un gobierno, más conservador, paralizó las reformas.

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El gobierno de Felipe V tenía como primer objetivo la centralización, lo que significaba terminar con los diferentes reinos, leyes e instituciones. Los decretos de Nueva Planta (Valencia en 1707, Aragón en 1711 y Cataluña y Mallorca en 1716) eliminaron los fueros e instituciones propias, todo el territorio quedó uniformizado según el modelo de Castilla, menos en la Ley Sálica de 1713, que impónía la línea masculina. Sólo vascos y navarros, por su apoyo a Felipe V, conservaron los fueros. Hubo cambios de carácter administrativo y económico, con el fin de reforzar el Estado. Reformas en la Hacienda Real, recaudación más igualitaria por territorios, se introdujo un nuevo impuesto, llamado catastro, en Cataluña; se centralizaron y se modificaron los sistemas de recaudación, el resultado fue un aumento de los ingresos del Tesoro. El gobierno del reino pasó a manos de cinco secretarios de Despacho: Estado, Guerra, Hacienda, Gracia y Justicia y Marina e Indias. Los secretarios pasaron a dirigir la vida política, y fueron el precedente de los actuales ministros. De los Consejos sólo quedaron el de Indias, con menos competencias, y el de Castilla, el único que conservó poder. La administración territorial: El país se dividíó en provincias, al frente de las cuales se situaba una triple estructura: una autoridad judicial, en las audiencias; una militar, los capitanes generales; y una civil y económica, los intendentes. El ejército experimentó una total transformación. Se separaron las diferentes armas. Se introdujeron los grados, jefes y generales modernos. Se introdujo el servicio militar. Grande esfuerzos para recuperar la marina de guerra. El gobierno insistíó en la autoridad de la Corona sobre la Iglesia española, lo que se denomina el regalismo: El derecho del rey a elegir a los prelados, a cobrar las rentas y a limitar la jurisdicción de la Iglesia. Se inició la política económica de promoción de la industria y el comercio. A la supresión de las aduanas estatales y libre circulación de productos se unieron las medidas mercantilistas, como la prohibición de importar manufacturas textiles o la de exportar grano. Se fundaron las primeras Reales Fábricas y se intentó reanimar el comercio colonial con las compañías de comercio.  

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El gobierno de Carlos Ill corresponde, en líneas generales, a la tendencia política que conocemos como despotismo ilustrado. El Estado absoluto pero con el papel del gobernante como benefactor de su pueblo e impulsor de las reformas necesarias para el progreso. Introducir cambios en la vida económica, para mejorar la agricultura, la producción industrial y el comercio, era, ante todo, para fortalecer al Estado y sin tocar los intereses de los privilegiados. En el terreno de la agricultura, durante todo el reinado se habló de la reforma agraria, y se encargó un informe sobre los males de la agricultura, que dio lugar al brillante estudio de Jovellanos. Pero Carlos III no estaba dispuesto a tocar los privilegios, por lo que sólo se centraron en la colonización de Sierra Morena o construcción del canal de Castilla. Los reformistas ilustrados intentaron igualmente promover las manufacturas, el Estado fundó fábricas. Y se promulgó la Real Cédula de 1783, por la que Carlos Ill declaraba «honrosos» los

oficios, pero los nobles, y los burgueses continuaron con las inversiones no productivas. En 1778 un decretó amplió el libre comercio colonial de los puertos españoles. La medida estimuló el comercio colonial e hizo crecer los beneficios. Preocupados por la difusión de las innovaciones técnicas, las Sociedades Económicas de Amigos del País, que se extendieron por muchas ciudades. Se organizaron cursos de agronomía, oficios y técnicas manufactureras. Pero sus resultados fueron escasos. Los ministros de Carlos ID abordaron la reforma de la Universidad, para promover la investigación, pero tuvo escaso éxito. Con la situación de la Hacienda real y el fuerte endeudamiento, se decidíó emitir los vales reales. El éxito de las emisiones llevó a aceptar el proyecto que en 1782, para crear el Banco Naciónal de San Carlos, el primer banco nacional. Se creó la Lotería Nacional. Por último, en la política de urbanismo e infraestructuras, se construyeron carreteras, postas y se modernizó Madrid, reforma urbanística de Sabattini. 
10.5. Se  concentró en la recuperación de Menorca y Gibraltar y en la defensa del Imperio colonial. En ambos objetivos, el enemigo era Inglaterra y la aliada Francia. En  el reinado de Felipe V, el objetivo de Isabel de Farnesio de conseguir coronas para sus hijos obligó a asumir una política de guerra en Italia. A partir de 1733 se firman con Francia los llamados pactos de familia, que unían a las dos ramas de Borbones frente a Inglaterra. El primer fruto fue la conquista de Nápoles y Sicilia para el príncipe Carlos. La penetración comercial inglesa en la América española desencadenó una guerra colonial contra Gran Bretaña entre 1739. Tras la firma del segundo pacto de familia, España apoyó a Francia en la guerra de sucesión de Austria,  consiguiendo para el príncipe Felipe los ducados de Parma y Piacenza.El reinado de Fernando VI constituye un periodo de diplomacia pacífica, tras firmarse la paz con Inglaterra en 1749. Carlos III adoptó desde el inicio de su reinado una política belicista, firmó con Francia el tercer pacto de familia (1761) y entró en la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra. Se perdíó y Francia cedíó sus colonias del norte de América y España la Florida a Inglaterra. España en compensación recibíó la Luisiana francesa. Se redobló el gasto militar y naval y se mantuvo la tensión diplomática constante con Inglaterra. En 1776 estalló la guerra entre las colonias inglesas de América del norte y Gran Bretaña. España entró en el conflicto, arrastrada por Francia, en apoyo de los Estados Unidos contra Inglaterra. Esta vez el resultado fue positivo, en 1783 Inglaterra tuvo que devolver la Florida y Menorca.En conjunto, la política exterior española, antes de 1790, tuvo resultados dudosos. El objetivo esencial, el mantenimiento del Imperio colonial, pudo alcanzarse. Sin embargo, el endeudamiento producido amenazaba sobre el futuro.

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