SEGUNDA guerra carlista resumen

El carlismo y la Guerra Civil. La cuestión foral

Los carlistas pretenden la vuelta al Antiguo Régimen; apuestan por el poder absoluto del monarca, que emana de Dios según ellos; y por la defensa de la religión, que consideran atacada por los liberales. El lema carlista “Dios, Patria y Rey».
A estos elementos se suma la defensa del foralismo.
ÇCon la aprobación de los Decretos de Nueva Planta tras la Guerra de Sucesión (1700 – 1715), que supuso la llegada al trono de España de la dinastía de los borbones, Cataluña y Aragón habían perdido sus fueros. Navarra y el País Vasco, por el contrario, conservaron los suyos al haber apoyado al candidato Borbón (Felipe V).çEl carlismo, en oposición a la idea liberal de uniformidad política y jurídica, apuesta por la restauración y el mantenimiento de los fueros tradicionales. Esto explicaría el fuerte apoyo que recibe en los territorios que perdieron sus leyes propias con la llegada de los Borbones; dando más importancia a otros fenómenos de la época como el crecimiento de las ciudades y la industrialización. El arraigo carlista es especialmente fuerte en las zonas rurales donde se mostraban temerosos con la extensión de la sociedad urbana e industrial que ponían en cuestión las formas de vida tradicional.çEl movimiento carlista desencadenó tres conflictos armados –los dos primeros durante el reinado de Isabel II
, que representaron un grave problema para la estabilidad política de España durante buena parte del Siglo XIX.çLa primera guerra carlista (1833-40) fue la más violenta y dramática, con casi 200.000 muertos. Comenzó en Octubre de 1833, a los pocos días de fallecer Fernando VII, cuando el infante Don Carlos María Isidro fue proclamado rey por sus seguidores con el nombre de Carlos V.
El nuevo gobierno “isabelino”, con escasos recurso, tardó en enviar tropas; esto permitíó al general carlista Zumalacárregui formar un importante ejército con más de 20.000 hombres. La rebelión carlista se consolidó de ese modo en las zonas rurales de Navarra y el País Vasco. Fortalecido por estos éxitos don Carlos ordena a Zumalacárregui sitiar Bilbao (1835). çDesde 1835 y hasta 1837, la guerra se mantuvo en una situación de equilibrio. El general liberal Espartero rompíó el sitió de Bilbao, mientras las guerrillas carlistas obtuvieron importantes victorias en el Maestrazgo. El Bajo Aragón fue dominado por los carlistas (general Cabrera)
 configurándose como nueva gran zona carlista. Desde 1837 y hasta 1839 la contienda se decanta a favor de las tropas gubernamentales. El agotamiento carlista era evidente lo que terminó por provocar la división interna del movimiento entre intransigentes –partidarios de seguir la guerra- y moderados, encabezados por el general Maroto – partidarios de llegar a un acuerdo honroso.çLas negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Convenio de Vergara (Agosto de 1839) que marcó el fin de la guerra en el norte; en el convenio establece la legitimidad de Isabel
II como reina de España, pero realiza algunas concesiones, así se reconocen los empleos y grados del ejercito carlista, y se recomienda al gobierno “armonizar” la Constitución con los fueros propios de Navarra y las tres provincias vascas. .çLa segunda guerra carlista se prolongó entre 1846 y 1849, estalló al fracasar el intento de concertar un matrimonio entre la reina Isabel II y el nuevo pretendiente carlista Carlos VI, hijo de d. Carlos María Isidro. Su principal escenario estuvo en el campo catalán, aunque hubo episodios aislados en otras zonas. La derrota del carlismo obligó al general Cabrera a exiliarse en Francia; allí también permanecíó el pretendiente al trono.çHubo una tercera guerra carlista (1872 – 76), estalló tras la expulsión de Isabel II y la llegada de un nuevo rey, Amadeo de Saboyá. Con la caída de la monarquía isabelina, el nuevo pretendiente carlista, que se hacía llamar Carlos VII, entró en España a comienzos de 1872 provocando un nuevo conflicto bélico. La guerra tuvo como escenarios principales Cataluña, Navarra y el País Vasco La amenaza carlista se mantuvo durante todo el “Sexenio Absolutista” pero finalmente el carlismo fue de nuevo derrotado en 1876  ya durante el reinado de Alfonso XII.  La derrota provoca el nacimiento del nacionalismo vasco.


REINADO DE Isabel II (1843-1868) Durante este periodo, los moderados contaron con el total apoyo de la Corona y, salvo breves interrupciones, se mantendrían en el Gobierno hasta 1868. El gobierno isabelino se caracteriza por: -Enfrentamiento abierto entre moderados y progresistas.-Gran influencia del ejército en la vida política, protagonizando pronunciamientos o convirtiéndose algunos militares en dirigentes políticos.-Abandono del papel moderador y de árbitro que tenía la Corona, que actúa con evidente parcialidad a favor de la política de los moderados. Los veinticinco años que duró su reinado se organizaron del siguiente modo: Década Moderada (1844-1854), Bienio Progresista (1854-1856) y Segunda Década Conservadora (1856-1868). 1). La Década Moderada. La Década Moderada comienza con el pronunciamiento del general Narváez al que la reina le encarga la formación de Gobierno. Líder del partido moderado, gobierna con mano dura, configurando un régimen político basado en el control total de la Corona sobre los mecanismos reguladores de la acción política. 5 Catalana. Las 2/3 partes de la industria textil del algodón se encontraban en esa regíón. Revolución Liberal en el Reinado de Isabel II ©José María Roás Triviño Página 4 Curso 2010-2011 Para ello, en primer lugar se deroga la Constitución de 1837 y se redacta una nueva, la de 1845. En ella se ampliaban los poderes de la Reina y del Gobierno, a la vez que se reducían los de las Cortes, y volvía a restringirse aún más el sufragio censitario. En segundo lugar, se puso en marcha un programa de reformas administrativas destinadas a limitar las actuaciones iniciadas por los progresistas (se suspendíó la venta de bienes desamortizados, se establecen impuestos uniformes,…) y a fortalecer el poder de la Corona (nueva Ley de Ayuntamientos con el nombramiento real de los alcaldes, división provincial del territorio,…). También es el momento en el que se crea el Banco de España y la Guardia Civil (para mantener el orden en las zonas rurales y proteger a los terratenientes –asegurando el derecho a la propiedad frente a los procesos desamortizadores anteriores-) y se elaboran el Código Civil y el Penal. Con la firma del Concordato con la Iglesia en 1851, se restaurarán las relaciones con la Santa Sede, rotas tras las desamortizaciones sufridas. La Iglesia aceptará la desamortización eclesiástica y, a cambio, el Estado declara la unidad religiosa y la confesionalidad, reconoce su intervención en la enseñanza e incluye el sostenimiento de la Iglesia con cargo a los presupuestos generales. El régimen moderado sufrirá un debilitamiento progresivo con la división interna del partido en tres tendencias (conservadora, de centro y progresista o “puritana”) y con el giro hacia el autoritarismo conservador a partir de 1847 con Narváez y Bravo Murillo. Finalmente los casos de corrupción (ferrocarril, puerto de Barcelona) darán pie a una nueva sublevación conocida como la Vicalvarada o Revolución de 1854 que dará paso al bienio progresista. 2). El Bienio Progresista (1854-1856) Se inicia con un pronunciamiento militar contra el gobierno en el cuartel de Vicálvaro en Madrid, la “Vicalvarada”, protagonizado por los generales Dulce y O’Donnell. Tras la victoria de las tropas rebeldes, Cánovas del Castillo redacta el Manifiesto de Manzanares cuya difusión provocará una auténtica movilización en la capital. No pretendía destronar a la reina, enemiga del constitucionalismo, sino forzarla a admitir las reformas democráticas interrumpidas en 1844. Finalmente, la reina nombra de nuevo al general Espartero (exiliado en Inglaterra) Presidente del Gobierno.De nuevo los progresistas pondrán su empeño en volver a las reformas políticas y económicas que los moderados se habían encargado de paralizar: 1. Redactarán una nueva Constitución que no llegará a promulgarse (“non nata”), la de 1855. Tendrá un carácter progresista: defendía la soberanía popular6 y un amplio elenco de libertades. 2. Se iniciarán importantes reformas, mediante la promulgación de leyes como las del Ferrocarril y algunas de apoyo a la banca y al comercio, aunque 6 Término que significa que la soberanía reside en el pueblo. Se acuña como oposición a “soberanía nacional”, término ambiguo y que, a la postre, en este periodo al final se restringía solo a aquellos con un alto nivel de rentas (sufragio censitario). Revolución Liberal en el Reinado de Isabel II ©José María Roás Triviño Página 5 Curso 2010-2011 destacará la elaboración de una segunda Ley de Desamortización, la “Ley Madoz”.

Desarmortizaciones

La reforma agraria liberal es el conjunto de medidas que toman los gobiernos de la 1ª mitad del Siglo XIX en España, tras la muerte de Fernando VII, para establecer en el campo un régimen de propiedad en el que la tierra quedara libre de todo tipo de ataduras y a la libre disposición de unos propietarios que debían ser individuales y privados. Esta iniciativa responde a la necesidad de modernizar la situación del campo español, pues la agricultura española se encontraba muy atrasada por varios motivos: 1. El bajo nivel tecnológico de las herramientas empleadas, como por ejemplo el arado romano 2. La baja productividad condicionada por las circunstancias meteorológicas (sucesión de períodos de sequías, inundaciones…) 3. La propiedad de la tierra estaba vinculada y amortizada, que quiere decir que esas tierras no podían venderse o comprarse y la poca que quedaba libre se vendía muy cara 4. Los privilegios de la ganadería trashumante organizada a través de la mesta, hacía que los agricultores no pudieran cercar sus tierras, así como las cañadas reales que se establecían sin tener en cuenta las propiedades rústicas o los cultivos. 5. Las tierras comunales se usaban para la caza, fundamentalmente, y las tierras de propios se concedían a ciertos labradores cada 4 o 5 años para que las trabajasen a cambio de una renta. 6. Los campesinos estaban sometidos a una serie de impuestos que dificultaban enormente el crecimiento de la economía española. Se calcula que el 68% de la tierra agrícola pertenecía al dominio señorial. En estas tierras vivía alrededor del 70% de la población española dedicados a tareas agrícolas. Estaban sometidos a una serie de tributos o impuestos feudales que arrancaban en su mayoría de la Edad Media, el diezmo gravaba el 10% de la cosecha anual en favor de la Iglesia. A esta grave situación le sumamos la insuficiencia de capital y de infraestructuras. En España había cierta carencia de capital interno para invertir, y en la mayoría de ocasiones iba destinado a costear el ejército, produciendo un endeudamiento permanente del estado. Por otro lado, el alto coste de los transportes en el interior y el carbón asturiano provocaba que los productos españoles fueran escasamente competitivos, a lo que sumamos un insuficiente mercado interior. Hasta la entrada de la Reforma agraria liberal se habían intentado poner en práctica algunas medidas que modernizasen el campo, como por ejemplo limitar los privilegios de la Mesta y la primera desamortización aprobada por Carlos III y las Cortes de Cádiz. . Hubo 4 desamortizaciones a lo largo de la Historia de España: • La primera desamortización la dictó Godoy a finales del Siglo XVIII por razones hacendísticas (1798). Afectó a fundaciones, hospitales, capellánías… Se dice que afectó a la sexta parte de las propiedades de manos muertas • La segunda desamortización fue durante el trienio Liberal (1820-1823) fue una subasta de conventos, que Fernando VII detiene al retomar el absolutismo. • La tercera desamortización fue la ordenada por Mendizábal en 1836 y retomada por Espartero durante la regencia en 1841. Afecta a los bienes de la Iglesia y fue la que más trascendencia tuvo. • La cuarta desamortización fue la de Pascual Madoz en 1855 que intervino los bienes municipales o ayuntamientos


Revolución liberal

El Antiguo Régimen se desmoronó en España tras la muerte de Fernando VII. Tres fenómenos históricos marcan el nuevo periodo: la construcción del nuevo Estado liberal, los estertores del absolutismo con las guerras carlistas y los procesos desamortizadores de la propiedad agraria. Podemos asimismo establecer como rasgos esenciales de este nuevo periodo los siguientes: Predominio de una economía eminentemente agroganadera, con problemas estructurales sin resolver. El fracaso de la revolución industrial, entendida en los términos planteados por el modelo inglés, retrasó el desarrollo económico español. A pesar del evidente crecimiento de la población, las deficiencias económicas imposibilitaron la modificación de las altas tasas de mortalidad y natalidad, derivadas de la baja productividad agraria y las malas condiciones higiénicosanitarias. La nueva sociedad clasista que surge al amparo del nuevo régimen liberal sitúa en su cúspide a una nueva oligarquía, de procedencia agraria, industrial o financiera, que monopoliza el ejercicio del poder mediante el sufragio restringido. Estamos, pues, ante un régimen basado en un pacto entre el antiguo grupo hegemónico, la nobleza terrateniente, y los grupos en ascenso, burguésías industrial y financiera. La polarización social extrema permite la pervivencia de conflictos sociales antiguos (motines), a la vez que surgen otros nuevos (huelgas y asociacionismo obrero). En lo político, dos hechos se consolidan: el intervencionismo de la Corona, que obstaculiza el libre juego político, y la intervención de los militares a través del pronunciamiento. En lo constitucional, el carácter pendular y partidista de los diferentes textos constitucionales impide el fortalecimiento del régimen liberal, abriendo camino a una inestabilidad muy negativa. Además, los textos constitucionales, fruto de un partido u otro, calaron poco en la sociedad, impidiendo la normalidad constitucional de tipo inglés. La minoría de edad de la heredera, Isabel II, obligó a una regencia que sería desempeñada sucesivamente por la reina viuda, María Cristina de Borbón, y, tras los conflictos de 1840, por el general Espartero hasta 1843. Durante esta etapa tienen lugar los procesos que desarrollan la revolución liberal-burguesa en España. A partir de 1833, se desarrollaron en la política española dos procesos paralelos e importantes que motivan los primeros cambios: De una parte, el todavía jefe de gobierno, Cea Bermúdez, propone mantener intactas las estructuras de la monarquía absoluta, ofreciendo a cambio unas reformas administrativas poco concretas que fomentaran el desarrollo material del país. En los primeros días de Octubre de 1833 se producen en diversos puntos del territorio sublevaciones armadas que proclamaban rey al infante Carlos María Isidro. En medio de un claro ambiente de Guerra Civil, la reina regente decidíó confiar el poder, en Enero de 1834, a un viejo liberal, Francisco Martínez de la Rosa, lo que parecía significar una evolución política de la monarquía, buscando el apoyo liberal frente a la amenaza absolutista. Martínez de la Rosa pretende establecer un régimen de transición, asociando la burguésía ascendente con los antiguos grupos dominantes. Su principal aportación será el Estatuto Real. Pese a su carácter restringido, el régimen del Estatuto sirvió como marco donde fueron cristalizando los principios políticos establecidos en Cádiz. El liberalismo español de estos años acabará fragmentándose en dos incipientes partidos, el moderado, la opinión liberal más conservadora, y el progresista, de tendencias más radicales. Durante la vigencia del Estatuto, hasta la crisis del verano de 1836, se emprendíó una obra legislativa que apuntaba a la consolidación de las bases de una economía capitalista fundamentada en la producción agraria. Asimismo, el nuevo grupo hegemónico emprende el ataque contra el poder económico de la Iglesia (desamortización de Mendizábal, motivada también por las necesidades económicas, disparadas por la Guerra Civil y por la pérdida de los ingresos ultramarinos). En el verano de 1836 se reanudan los movimientos populares, que culminan en el motín de La Granja en el mes de Agosto. La regente María Cristina restablece la Constitución de 1812 y entrega el poder a los progresistas (José María Calatrava). Con ello concluye la etapa de transición y se entra de lleno en la fase de la revolución liberal.

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