El Turno Pacífico y el Fraude Electoral en la Restauración Borbónica
Una vez acordada la alternancia en el turno, se ponía en marcha un mecanismo para asegurar el triunfo electoral. Se seguían los siguientes pasos:
- El Rey nombraba un nuevo Jefe de Gobierno y le otorgaba el decreto de disolución de Cortes.
- El nuevo gobierno convocaba unas elecciones completamente fraudulentas.
- Los gobernadores civiles de cada provincia eran informados por el ministro de Gobernación de los resultados que «debían» salir en sus provincias, siguiendo el encasillado.
- Los caciques, siguiendo las instrucciones del gobernador civil, amañaban las elecciones, consiguiendo los resultados esperados.
El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de 20 años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia de determinados individuos sobre la sociedad (caciques). El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España, aunque alcanzó su máximo desarrollo en Andalucía, Galicia y Castilla.
La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones, que se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario y, sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales. Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus «favores» la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses. Los caciques manipulaban las elecciones continuamente de acuerdo con las autoridades. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo.
Fuerzas de Oposición a la Restauración
El Republicanismo: Resistencia y Adaptación
Tras el fracaso del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que hacer frente al desencanto de parte de sus seguidores y a la represión de los gobiernos monárquicos. La adaptación más rápida a las nuevas condiciones la protagonizó Emilio Castelar, que creó el Partido Republicano Posibilista. Un caso opuesto fue el del político progresista Ruiz Zorrilla, quien fundó el Partido Republicano Progresista. Las prácticas insurreccionales provocaron la ruptura de Salmerón con el partido de Ruiz Zorrilla y la creación del Partido Republicano Centralista. El republicanismo con más adeptos y más fiel a su ideario inicial fue el Partido Republicano Federal, que seguía teniendo como líder a Pi y Margall.
El sufragio universal masculino comportó una cierta revitalización del republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales (Unión Republicana). A pesar de que las alianzas permitieron aumentar los escaños parlamentarios, el republicanismo perdió parte de sus antiguas bases sociales y tuvo que luchar por los votos populares en competencia con el nuevo obrerismo representado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado por Pablo Iglesias en 1879.
El Carlismo: De la Derrota a la Reorganización Política
Tras la derrota carlista, se prohibió la estancia en España del pretendiente Don Carlos de Borbón. La dirección del carlismo tardó algún tiempo en readaptar su actividad para convertirse en un nuevo partido político. Carlos VII depositó su confianza como jefe del carlismo en Cándido Nocedal, quien extendió los círculos carlistas por todo el país. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de Mella, quien en 1886 propuso un programa adaptado a la nueva situación política. El programa se conoce como el Acta de Loredan. Una parte del partido acusó a Carlos VII de no apoyar suficientemente la política católica. El líder de esa corriente fue Ramón Nocedal, que fundó el Partido Católico Nacional, que dejó de reconocer como rey a Don Carlos y se convirtió simplemente en un partido católico integrista. También continuó manteniendo las jerarquías militares y fundó una milicia, el Requeté.
El Catolicismo Político y la Unión Católica
El nuevo espíritu del papa León XIII supuso el fin del apoyo que una parte de la jerarquía católica española había dado al carlismo. En esta nueva dirección, en 1881 se fundó la Unión Católica, liderada por Alejandro Pidal. Se trataba de un partido conservador y católico.
Disidencias Liberales
Los liberales también conocieron disidencias en su seno y Segismundo Moret fundó el Partido Democrático-Monárquico al que se afiliaron Montero Ríos y Cristino Martos. En 1882, el general Serrano creó otro grupo llamado Izquierda Dinástica.
El Auge de los Nacionalismos Periféricos
El Catalanismo: De la Defensa Económica a la Lliga Regionalista
La región pionera en desarrollar un movimiento nacionalista fue Cataluña. La burguesía de empresarios industriales sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en los diferentes gobiernos e hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador. En la década de 1880 se desarrolló el catalanismo político, que tuvo varias corrientes. Una de ellas basada en el tradicionalismo y tuvo en Torras i Bages su máximo representante. Otra era de carácter progresista y estuvo alentada por Valentí Almirall. Almirall fundó en 1882 el Centre Català. Un paso muy importante fue la elaboración de las Bases de Manresa, un documento producido por la Unió Catalanista. El regionalismo pasó entonces a convertirse en verdadero nacionalismo. En 1901 se creó la Lliga Regionalista, fundada por Enric Prat de la Riva y Francesc Cambó.
El Nacionalismo Vasco: Sabino Arana y el PNV
El nacionalismo vasco surgió en la década de 1890. Su gran impulsor fue Sabino de Arana. Arana pensaba que los maketos (nombre dado a los inmigrantes no vascos) ponían en peligro el euskera, las tradiciones y la etnia vasca. Las propuestas de Arana prendieron en diversos sectores, y en 1895 se creó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en Bilbao. Arana popularizó un nuevo nombre para su patria, Euzkadi, una bandera propia y propuso un lema para el partido, «Dios y Ley Antigua». En un principio, el PNV se declaró de inmediato independentista con respecto a España, pero esta posición fue evolucionando hacia el autonomismo.
El Galleguismo: Cultura y Reivindicación Política
Otro nacionalismo con cierto relieve fue el galleguismo, que tuvo un carácter estrictamente cultural. La lengua gallega se usaba sobre todo en el medio rural, y en el siglo XIX, intelectuales y liderazgos gallegos emprendieron el camino de convertirla en lengua literaria. Ello dio lugar al nacimiento de la corriente llamada Rexurdimento, cuya figura literaria de mayor influencia fue Rosalía de Castro. Unas minorías cultas, insatisfechas con la situación del país, empezaron a responsabilizar del atraso económico a la subordinación política de Galicia, que forzaba a muchos gallegos a la emigración. Más tarde fue importante la figura de Vicente Risco, que se convertiría en el gran teórico y líder del nacionalismo gallego.
El Valencianismo: Raíces Culturales y Aspiraciones Políticas
El movimiento valencianista nació como una corriente cultural de reivindicación de la lengua y la cultura propias y que tuvo en Teodor Llorente y Constantí Llombart sus máximos representantes. El nacimiento del valencianismo político hay que situarlo a principios del siglo XX, con la creación de la organización Valencia Nova, que promovió la Primera Asamblea Regionalista Valenciana con la finalidad de comprometer a todos los partidos políticos en la creación de un proyecto valencianista.
El Aragonesismo: Defensa del Derecho Foral y la Identidad
El aragonesismo surgió en la burguesía que impulsó la defensa del Derecho Civil aragonés, la reivindicación de valores culturales particularistas y la recuperación romántica de los orígenes del reino y de sus instituciones medievales. A estos factores se añadió el arraigo aragonés de Joaquín Costa, que reclamó en sus escritos los derechos del mundo campesino aragonés.
El Andalucismo: Blas Infante y la Búsqueda de Autonomía
El apóstol del andalucismo fue Blas Infante. Fundó el primer Centro Andaluz en Sevilla. Más adelante participó en la primera asamblea regionalista andaluza en 1918. Durante la Segunda República, el movimiento andalucista abordó por primera vez la redacción de un proyecto del Estatuto de Autonomía. Sin embargo, esta iniciativa logró escaso respaldo popular y tuvo que esperar hasta el fin del franquismo para encontrar un sentimiento andalucista con arraigo popular que defendiera la autonomía.
Balance Historiográfico de la Restauración
El periodo de la Restauración canovista ha sido valorado por algunas corrientes historiográficas como una larga etapa de estabilidad institucional. Sin embargo, otros historiadores presentan la Restauración como un régimen político ficticio. Todas las prácticas fraudulentas del sistema político de la Restauración ideado por Cánovas llevaron a un elevado abstencionismo electoral. Esta apatía política se explica por la escasa representatividad de los partidos dinásticos, la desconfianza del electorado en la honestidad de las elecciones y el desinterés de la oposición en participar en el proceso electoral.