(Tema 2)
1. Carlismo y Guerras Carlistas en España
1.1. Enfrentamiento Ideológico y Apoyos
El carlismo representaba a los sectores más conservadores de España. Con su lema “Dios, Patria, Rey”, defendían el Antiguo Régimen y la monarquía de origen divino. Por su parte, los liberales eran partidarios de las libertades económicas, políticas y sociales, así como de la separación de la Iglesia del Estado y de la uniformidad territorial. Este enfrentamiento ideológico y dinástico fue motivo suficiente para el desarrollo de tres guerras a lo largo del siglo XIX, en las que uno y otro bando contaron con diferentes apoyos:
- Los carlistas recibieron el apoyo de: pequeños propietarios campesinos; baja nobleza del norte de España; sectores más conservadores de la Iglesia; grupos de artesanos temerosos ante la desaparición de los gremios; y algunos oficiales del ejército. Estos apoyos fueron mayores en áreas rurales del País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y la zona del Maestrazgo.
- Los isabelinos fueron respaldados por la burguesía liberal, la mayor parte del ejército, y por la población de las grandes ciudades.
1.2. La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Fue la más larga e importante de las tres.
Fases de la Guerra:
- Primera fase (1833-1835): Los carlistas fracasaron en su intento de provocar una revuelta generalizada en todo el país, pero se hicieron fuertes en el País Vasco y Navarra, aunque no controlaron las capitales vascas ni Pamplona. También hubo partidas carlistas en Levante, el norte de Cataluña y el Bajo Aragón.
- Segunda fase (1836-1840): Los isabelinos tomaron la iniciativa.
Se puso fin al sitio carlista sobre Bilbao, en el que murió Zumalacárregui. Las expediciones carlistas hacia otras regiones fracasaron y muchos desearon alcanzar la paz (los transaccionistas). El Convenio de Vergara (1839), celebrado entre Espartero y Maroto, supuso el final de la guerra en el País Vasco y Navarra, la incorporación de los militares carlistas al ejército isabelino y la promesa de tratar la cuestión foral en Cortes. Los carlistas intransigentes, contrarios al pacto, mantuvieron las acciones armadas en el Maestrazgo. Espartero pondría fin a la resistencia carlista con la toma de Morella (Castellón). Carlos María Isidro se exilió a Francia, destino de los últimos combatientes carlistas.
2. Construcción y Evolución del Estado Liberal durante el Reinado de Isabel II
2.1. El Proceso de la Revolución Liberal en España
2.1.1. Aspectos Generales
Durante el largo reinado de Isabel II se consolidó definitivamente el Estado Liberal, asentado sobre unos nuevos principios:
- Reconocimiento de la soberanía nacional.
- Establecimiento de una monarquía constitucional y parlamentaria con división de poderes.
- Proclamación de la igualdad y derechos individuales, y fin de los privilegios estamentales.
- Transformación de la propiedad feudal en propiedad privada capitalista (desamortizaciones).
- Defensa de la libertad económica.
Para luchar contra el carlismo, la regente María Cristina buscó el apoyo de los liberales, pero ella y la reina Isabel II siempre se inclinaron por un liberalismo moderado. A pesar de ello, fue irreversible la sustitución del Antiguo Régimen por un Estado Liberal.
Triunfó definitivamente el sistema constitucional, aunque las constituciones serían un hecho de partido, y se modificaban y cambiaban con los cambios de gobierno. Otro rasgo fue el protagonismo de los militares: los grandes políticos eran militares y serían ellos el instrumento de los progresistas para acceder al poder mediante los pronunciamientos.
2.1.2. Los Partidos Liberales
Durante el reinado de Isabel II, existieron dos grandes partidos liberales:
a) Moderados
Gobernaron durante casi todo el reinado de Isabel II, salvo el Bienio Progresista (1854-1856). Su líder fue Narváez. Eran apoyados por los terratenientes, grandes comerciantes, los restos de la vieja nobleza, el alto clero y los altos mandos militares. Sus principios eran:
- Defendían la soberanía compartida del Rey y las Cortes frente a la soberanía nacional.
- Proponían más competencias para el rey.
- Limitaban los derechos colectivos (libertad de prensa, opinión, reunión y asociación).
- Defendían el peso y la influencia de la Iglesia católica.
- Defendían el sufragio censitario muy restrictivo.
b) Progresistas
Nunca fueron llamados al gobierno, por lo que recurrieron a los pronunciamientos militares. Su líder fue Espartero. Les apoyaban la media y pequeña burguesía, una parte de la oficialidad media o inferior del ejército, y profesionales liberales. Sus principios eran:
- Defendían la soberanía nacional.
- Daban mayor peso al poder legislativo y limitaban más el poder del rey.
- Eran partidarios de robustecer los poderes representativos y de ampliar los derechos individuales y colectivos.
- Mantenían el sufragio restringido, pero ampliando la base electoral.
- Eran menos clericales.
Del partido progresista se escindió el Partido Demócrata, que defendía el sufragio universal y la ampliación de las libertades; eran anticlericales. En 1854, algunos moderados crearon la Unión Liberal, fuerza que jugó un papel en el Bienio Progresista y en los últimos años del reinado.
2.1.3. Mecanismos de Funcionamiento al Margen de lo Establecido
La implantación definitiva del liberalismo no impidió que existieran mecanismos que alteraban los principios de participación, igualdad y respeto a las leyes:
- La Camarilla: Grupo palaciego con influencia política extraconstitucional, por lo que era rechazado por el pueblo y la opinión liberal. La camarilla era un centro de poder informal en el que intervenían personajes de todo tipo, algunos tan excéntricos como el Padre Claret o Sor Patrocinio, monja milagrera conocida como la «monja de las llagas».
- El Fraude Electoral: El sufragio censitario reducía el censo a un pequeño porcentaje de propietarios contribuyentes; además, las elecciones eran amañadas desde el poder, de modo que los progresistas en muchas ocasiones se abstenían de participar (política de retraimiento).
- Los Pronunciamientos: Fueron el instrumento de los progresistas para acceder al poder. Venían precedidos de una conspiración de militares y civiles progresistas, a veces amparados por la clandestinidad de las logias masónicas; llegado el momento, un grupo de oficiales declaraba públicamente su oposición al gobierno esperando que otras guarniciones les apoyaran. Si la rebelión carecía de apoyo, los organizadores debían abandonar el país o sufrir arresto; algunos fueron fusilados. Pero si la mayor parte de las fuerzas armadas se declaraban a favor del pronunciamiento, entonces el gobierno caía y se formaba otro.
2.2. Etapas del Reinado de Isabel II
2.2.1. Regencia de María Cristina (1833-1840): Triunfo del Liberalismo
Ante el conflicto carlista, la regente María Cristina dio el gobierno a un liberal doceañista, Martínez de la Rosa, que promulgó el Estatuto Real. Este creaba unas Cortes que solo representaban a los sectores “responsables” de la sociedad, pero no reconocía la división de poderes ni la soberanía nacional. Los liberales progresistas no se contentaron con esa concesión y alentaron revueltas en 1835 que exigían la reunión de Cortes y libertad de prensa. El «Motín de los Sargentos» en La Granja (1836) obligó a María Cristina a restablecer la Constitución de 1812 y a poner un gobierno progresista que llevó a cabo la Reforma Agraria Liberal (Mendizábal) y una nueva Constitución.
Los principales aspectos de la Reforma Agraria Liberal fueron:
- Disolución del régimen señorial.
- Desvinculación de tierras, para que entraran en el mercado.
- Desamortización eclesiástica: nacionalización y venta de bienes eclesiásticos.
- Liberalización de la economía: abolición de la Mesta, libertad de arrendamientos agrarios, abolición de privilegios gremiales y diezmos eclesiásticos, eliminación de aduanas interiores.
La Constitución de 1837 fue resultado de un acercamiento de los progresistas y los moderados:
- Principios progresistas: división de poderes, soberanía nacional, amplios derechos y libertades.
- Elementos moderados: fuerte papel de la Corona, bicameralismo (Congreso y Senado), sufragio censitario (por ley posterior), financiación del culto católico por parte del Estado.
Pero pronto volvieron los moderados al poder, lo que trajo una mayor restricción del sufragio, la paralización de las desamortizaciones, la devolución de los bienes desamortizados del clero secular y el nombramiento (no elección) de los alcaldes de las capitales de provincia.
2.2.2. Regencia de Espartero (1840-1843)
Un nuevo movimiento insurreccional llevó a María Cristina a renunciar a la regencia. En su lugar, se nombró regente y jefe de gobierno al prestigioso general Espartero. Este adoptó medidas progresistas, pero las medidas liberalizadoras del comercio provocaron un levantamiento en Barcelona; la dura represión le hizo perder apoyos. Espartero se exilió y, como solución, se proclamó la mayoría de edad de Isabel II.
2.2.3. La Década Moderada (1844-1854)
Los moderados accedieron al poder, desde el que defendieron la autoridad y el orden y reprimieron a los progresistas. La Constitución de 1845 es el prototipo de constitución conservadora:
- Gran poder del rey (soberanía rey-Cortes, disolución de Cortes, veto, designa al Senado).
- Estado confesional (exclusividad de la religión católica).
- Sufragio censitario más acentuado que en la de 1837.
- Senado vitalicio y no electivo.
- No contemplaba las elecciones municipales ni la Milicia Nacional ni el jurado popular.
Reformas Administrativas:
Diferentes leyes sirvieron para la consolidación del Estado Liberal:
- Centralización del Estado: Solo País Vasco y Navarra conservaron derechos forales por temor al carlismo; se estableció la división provincial de Javier de Burgos; se crearon las figuras de los gobernadores civiles y militares en las provincias, dependientes del poder central.
- Ley de Administración Local: Control de los ayuntamientos por el gobierno.
- Creación de la Guardia Civil (1844): Cuerpo armado de carácter conservador, rural y pseudomilitar, en contraposición al carácter progresista y urbano de la Milicia Nacional.
- Concordato con la Santa Sede (1851): El Estado español se comprometió al sostenimiento de la Iglesia y le dio amplias competencias en educación.
En estos años tuvo lugar la Segunda Guerra Carlista, que se desarrolló en Cataluña, con el pretexto del fallido enlace entre Isabel II y el pretendiente carlista (Carlos VI). Los últimos años de esta década estuvieron marcados por la inestabilidad, la corrupción política y el autoritarismo. Bravo Murillo proyectó una reforma de la Constitución de 1845 de signo ultraconservador. Un nuevo pronunciamiento, «La Vicalvarada» (Manifiesto de Manzanares, 1854), llevó a los progresistas y moderados descontentos de la Unión Liberal (O’Donnell) al gobierno.
2.2.4. El Bienio Progresista (1854-1856)
Se redactó una nueva Constitución (1856), que recogía los principios del progresismo, pero que no llegó a ser promulgada. Las medidas legislativas más importantes fueron la desamortización civil de Madoz (venta de los bienes comunales de los ayuntamientos) y la Ley General de Ferrocarriles. La inestabilidad política aumentó, abundaron las huelgas (asistimos al nacimiento del movimiento obrero español). O’Donnell (ministro de la Guerra) pactó con la Corona en contra del presidente Espartero y ocupó el poder.
2.2.5. Descomposición del Sistema Isabelino (1856-1868)
Las primeras medidas del gobierno de O’Donnell fueron significativas: restauración de la Constitución de 1845, interrupción de la desamortización (reactivada poco después), disolución de la Milicia Nacional y abolición de la autonomía municipal. En esta etapa final destacó la activa política exterior: campañas en Indochina, México y Marruecos. En 1863, la presión de los moderados por volver al poder precipitó la sustitución de O’Donnell por Narváez. Las formas más autoritarias de los moderados radicalizaron a los progresistas, que, con apoyo de los demócratas, recurrieron de nuevo a la conspiración y la sublevación hasta acabar destronando a Isabel II.
3. El Final del Reinado de Isabel II
En los últimos años del reinado, el descrédito de la corte se hizo mayor. Los progresistas se retiraron de las Cortes («retraimiento», 1863). Un artículo periodístico crítico con la reina, escrito por el catedrático de la Universidad de Madrid, Emilio Castelar, fue respondido con el cese de Castelar y del rector de la Universidad de Madrid, lo que desencadenó la protesta estudiantil, reprimida en la Noche de San Daniel (11 muertos y 193 heridos, abril de 1865). El levantamiento del cuartel de San Gil (junio de 1866) fue duramente aplastado (66 fusilados).
Toda la oposición se unió en el Pacto de Ostende (agosto de 1866): progresistas y demócratas, y después también los unionistas, acordaron trabajar para expulsar a Isabel II y crear un gobierno provisional que convocaría Cortes constituyentes por sufragio universal. En septiembre de 1868 se produjo en Cádiz la revolución, «La Gloriosa», que supuso la salida de Isabel II de España.