1.1. Sociedad y Economía en el Paleolítico y Neolítico: La Pintura Rupestre
En las sociedades paleolíticas, el Homo vivía de la caza, la pesca y la recolección. Eran nómadas y depredadores. Su organización social era básica. Vivían en el suelo o en chozas, pero más tarde, con el dominio del fuego, se refugiaron en cuevas debido al clima glacial.
La economía paleolítica se caracterizó por la industria lítica a lo largo de todo el Paleolítico, donde se fabricaron instrumentos especializados con una funcionalidad única, por ejemplo, bifaces, cuchillos o puntas de flecha.
En la sociedad neolítica, el clima se hizo más cálido, lo que permitió los asentamientos en las proximidades de los ríos. Las comunidades eran más numerosas en población y más estables.
La economía pasó de ser nómada a ser predominantemente sedentaria, ya que se han encontrado restos de semillas de cultivos que prueban la existencia de una actividad agraria y recolectora.
Durante el Paleolítico Superior, surgieron las primeras manifestaciones artísticas asociadas al mundo de las creencias. Destacan las pinturas rupestres y los grabados en las paredes. Estas manifestaciones artísticas se encuentran en las partes menos accesibles de las cavernas, que funcionaban como santuarios.
1.2. Los Pueblos Prerromanos y las Colonizaciones Históricas: Fenicios y Griegos
Desde el siglo VIII a.C., griegos y fenicios dejaron su impronta cultural en la Península Ibérica. Fundaron colonias en las costas mediterráneas con el objetivo de comerciar: los griegos en el nordeste y los fenicios en el sur y este. Más adelante, tras la decadencia fenicia, Cartago extendió su influencia por el sudeste, sometiendo a los pueblos peninsulares desde su base en Cartagena. Como consecuencia de lo anterior, cuando los romanos llegaron a la Península, encontraron los siguientes pueblos: Por el centro y norte peninsular, se extendían los pueblos del área celta, influenciados por los indoeuropeos, con un escaso nivel de desarrollo económico y una organización de tipo tribal. Por el contrario, en la zona mediterránea y meridional se desarrollaron los íberos, quienes recogieron la herencia cultural de las colonizaciones históricas y presentaban sociedades con una economía y organización política similar a la de otros pueblos mediterráneos.
1.3. Conquista y Romanización: El Legado Cultural Romano en la Hispania Antigua
La conquista de la Península por Roma comenzó en el 218 a.C. y abarcó tres etapas: En un primer momento, coincidiendo con la Segunda Guerra Púnica, Roma conquistó el sur y este peninsular.
Durante las Guerras Celtíbero-Lusitanas, Roma venció la resistencia de los pueblos del interior y, finalmente, durante las Guerras Cántabro-Astures, se completó el dominio peninsular. Tras la conquista, se inició el proceso de romanización o asimilación de la cultura romana, que penetró a través de las ciudades, la influencia del ejército y la concesión de la ciudadanía romana. La zona de influencia cultural ibérica se romanizó más profundamente, mientras que los pueblos cantábricos apenas lo hicieron. El legado cultural romano se plasmó en fenómenos como la difusión del latín y la religión cristiana, la pervivencia del Derecho Romano, la organización municipal y la influencia del arte.
1.4. Las Invasiones Bárbaras y el Reino Visigodo: Instituciones y Cultura
En 409 d.C., tras la violenta invasión de la Península por suevos, vándalos y alanos, Roma firmó un tratado con los visigodos, quienes, a cambio de expulsar a los invasores, recibieron tierras en Hispania y el sur de la Galia. Tras el final del Imperio Romano de Occidente, el rey visigodo quedó como máxima autoridad de la Península y el sur de la Galia, con su capital en Toulouse. Más tarde, la derrota frente a los francos en Vouillé provocó la entrada masiva de los visigodos en la Península y la formación del Reino Visigodo de Toledo. Se creó un estado con una monarquía electiva en la cúspide, donde el rey contaba con el auxilio de los nobles que integraban el Aula Regia y el Officium Palatium.
En los Concilios de Toledo, la nobleza y el alto clero participaban en la aprobación de las leyes. Desde el punto de vista cultural, destacó la labor de la Iglesia en la recopilación del saber clásico, tal y como se aprecia en la obra de San Isidoro de Sevilla.
2.1. Evolución Política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
La derrota visigoda en Guadalete en 711 facilitó la conquista musulmana, que apenas encontró resistencia, pues los nuevos invasores no impusieron su religión. Además, la mayoría de la nobleza pactó con los musulmanes a cambio de que se reconocieran sus propiedades y su religión. Las tropas musulmanas estaban integradas por una minoría árabe y una mayoría bereber, que se asentó en las peores tierras y acabaría regresando a África.
Hasta 756, Al-Ándalus estuvo gobernada por un emir dependiente del califa, periodo que marcó el fin de la expansión musulmana. En 756, Abderramán I proclamó la independencia política del emirato hasta que, en 929, Abderramán III se hizo proclamar califa, consumando la independencia religiosa. Se abrió el momento de mayor esplendor y poderío militar, como demuestran las campañas de Almanzor. En 1030, el califato se disgregó en multitud de reinos independientes.
2.2. La Crisis del Siglo XI: Reinos de Taifas e Imperios Norteafricanos
En 1030, las disputas entre los clanes musulmanes provocaron la separación de Al-Ándalus en multitud de reinos independientes. Comenzó la decadencia de Al-Ándalus, favorecida por las disputas entre los reinos de taifas, el avance cristiano y la obligación de pagar parias. La conquista cristiana de Toledo provocó la petición de ayuda a los almorávides del norte de África, quienes frenaron a los cristianos, pero sometieron e incorporaron los reinos de taifas a su imperio. Los almorávides impusieron su fanatismo religioso hasta que, a mediados del siglo XI, su imperio cayó a manos de los almohades. En 1212, los cristianos derrotaron a los almohades en las Navas de Tolosa, lo que favoreció el fin de su dominio en la Península.
2.3. La Organización Económica y Social de Al-Ándalus
La economía andalusí experimentó una gran revitalización en todos los ámbitos. La agricultura experimentó una modernización de los sistemas de regadío y la introducción de nuevos cultivos como cítricos y azúcar. Las ciudades recibieron un impulso gracias a las nuevas manufacturas de productos de lujo y al desarrollo del comercio a larga distancia con el mundo musulmán y el acceso al oro africano. En la sociedad andalusí, se mantuvieron las diferencias religiosas. Los musulmanes, escasos al principio, crecieron con los nuevos conversos o muladíes. Los cristianos o mozárabes y los judíos disfrutaron de cierta tolerancia.
Desde el punto de vista étnico, los árabes originarios fueron una minoría dirigente frente a la mayoría hispanorromana. A estos grupos se sumarían los esclavos procedentes del África subsahariana o de origen eslavo.
2.5. Los Reinos Cristianos en la Edad Media: Organización Política, Régimen Señorial y Sociedad Estamental
El gobierno de los Estados peninsulares recayó en reyes con amplios poderes: legislación, administración de justicia, cobro de impuestos, ejército, etc. Sin embargo, en la práctica, su poder se veía limitado por la autonomía de los señoríos, que eran grandes dominios territoriales cuyo titular, por concesión real, ejercía, en mayor o menor grado, funciones propias del Estado. Todas las ciudades, villas o aldeas formaban parte de un señorío, en el que el señor tenía poder sobre tierras y personas, ejerciendo dominio territorial y derechos jurisdiccionales.
La sociedad se dividía en dos estamentos principales: los privilegiados (nobleza y clero), que disfrutaban de exenciones como no trabajar, no pagar impuestos y ser juzgados por sus propias leyes, además de honores como tener un lugar destacado en las ceremonias. Por otro lado, el estamento no privilegiado era el grupo social mayoritario (pequeños propietarios libres, campesinos dependientes de los señoríos y grupos urbanos), quienes tenían la obligación de trabajar, pagar impuestos y someterse a las leyes, tanto del rey como de los señores.
2.6. Organización Política de la Corona de Castilla, la Corona de Aragón y el Reino de Navarra al Final de la Edad Media
La monarquía fue la institución principal de los reinos peninsulares. En Castilla, la Monarquía era unitaria: solo existía un Estado y el rey era la máxima autoridad. El territorio se dividía en merindades y adelantamientos; la administración local la llevaban a cabo regidores, y la justicia se impartía en Audiencias o Chancillerías. La Corona de Aragón era federativa, compuesta por varios reinos que tenían sus instituciones y leyes propias. El rey tenía menos poder porque se impuso el pactismo, es decir, el poder del rey venía de Dios, pero se lo otorgaban sus súbditos a quienes debía respeto. El rey gobernaba los reinos a través de gobernadores (virreyes), y los territorios se dividían en honores y veguerías (en Cataluña). En Navarra, gobernada por monarcas franceses, el rey era la máxima autoridad y gobernaba con ayuda de la Cortes Generales y la Cámara de Comptos, que controlaba las cuentas del Reino.
El Consejo Real
El Consejo Real era una asamblea formada por los principales nobles del reino, obispos y abades que aconsejaban al rey en asuntos de gobierno.
Las Cortes
Las Cortes eran asambleas que surgieron cuando al Consejo Real se unieron los representantes de algunas ciudades. Estaban formadas por tres estamentos: nobleza, clero y estado llano, y su función principal era aprobar las ayudas económicas solicitadas por el rey y los nuevos impuestos. En Castilla y Navarra existían unas Cortes únicas, mientras que en Aragón cada reino tenía las suyas, aunque a veces se realizaban reuniones de Cortes conjuntas.