España (1899-1931): Crisis de la Restauración, Alfonso XIII y la Dictadura de Primo de Rivera

La Crisis de la Restauración y los intentos de Regeneracionismo

El fracaso del primer gobierno regeneracionista

En el año 1899, la reina regente María Cristina otorgó su confianza para formar gobierno a un nuevo líder conservador, Francisco Silvela, el cual convocó elecciones. Se inició una política reformista con proyectos de descentralización administrativa, pero también se impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos sobre los productos de primera necesidad y creaba impuestos nuevos para hacer frente a las deudas contraídas durante la Guerra de Cuba. Las nuevas cargas fiscales impulsaron un boicot de los contribuyentes a la recaudación de tributos, conocido como el Tancament de Caixes (cierre de cajas) en Cataluña. La protesta provocó la dimisión de los ministros y, aunque el gobierno conservador se mantuvo en el poder, en 1901 la regente volvió a otorgar el gobierno a los liberales.

Las reformas de Maura y Canalejas

El gobierno de Maura (1907-1909)

Durante el gobierno de Antonio Maura (1907-1909), se puso en marcha su proyecto de «revolución desde arriba». Se trataba de realizar amplias reformas políticas que dieran autenticidad al sistema liberal-parlamentario, pero sin alterar las bases del régimen. Su programa incluía:

  • Reforma electoral: Con el objeto de propiciar la limpieza electoral, erradicar el caciquismo y lograr el apoyo de las clases medias, se aprobó la Ley Electoral de 1907, que declaraba el voto obligatorio. Sin embargo, en la práctica no tuvo el efecto deseado de sanear las elecciones, sino que agravó las prácticas caciquiles.
  • Administración Local: Su proyecto más importante fue la reforma de la Ley de Administración Local, que contemplaba una mayor autonomía local y la posibilidad de crear mancomunidades locales y provinciales. Con ello buscaba satisfacer las aspiraciones autonomistas de Cataluña, abriendo una vía para un entendimiento con la Lliga Regionalista, pero suscitó la oposición de liberales, republicanos y otros conservadores.
  • Política económica y social: Su programa incluyó una política económica de intervención estatal y de protección y fomento de la industria nacional, así como medidas sociales como la obligatoriedad del descanso dominical y la legalización del derecho a huelga.

El gobierno de Canalejas (1910-1912)

José Canalejas, como jefe de gobierno, emprendió el intento más importante de regeneración del sistema para lograr su progresiva democratización y ampliar las bases sociales del régimen. Sus principales reformas fueron:

  • Separación Iglesia-Estado: Para modernizar el Estado, promovió la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad religiosa y el fin del monopolio de las órdenes religiosas en la enseñanza. Para ello, se aprobó la llamada «Ley del Candado» (1910), que limitaba el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España. Esto le valió la dura oposición de los sectores católicos y estuvo a punto de producir la ruptura de relaciones entre España y la Santa Sede.
  • Reformas sociales: Se regularon las relaciones laborales y se mejoraron las condiciones de vida y de trabajo de las clases trabajadoras con amplias medidas de protección social, como la reducción de la jornada laboral, la Ley de accidentes de trabajo y la regulación del derecho de huelga.
  • Cuestión territorial: Respecto a las demandas del catalanismo de la Lliga, Canalejas logró que las Cortes aprobasen la Ley de Mancomunidades en 1912, que permitía la unión de varias diputaciones provinciales para gestionar servicios públicos.

La labor modernizadora de Canalejas quedó truncada cuando fue asesinado en 1912 por un anarquista. Con su muerte, acabó la etapa del regeneracionismo interno y los mejores años del reinado de Alfonso XIII.

Las fuerzas de oposición al sistema

Republicanismo y lerrouxismo

El republicanismo fue la principal fuerza de oposición al sistema de la Restauración. Sin embargo, su fragmentación en diversos grupos debilitó su fuerza electoral. Para unir esfuerzos, en 1903 se creó la Unión Republicana, encabezada por Nicolás Salmerón. En Barcelona, Alejandro Lerroux tuvo una gran influencia entre las clases populares con un discurso demagógico, anticlerical y anticatalanista. Cuando la Unión Republicana se integró en la coalición Solidaritat Catalana (1907), Lerroux se separó y en 1908 fundó el Partido Republicano Radical. Hacia 1910, tras la Semana Trágica, Lerroux perdió apoyo popular, moderó su discurso y trasladó su actividad política a Madrid.

Carlismo y tradicionalismo

La muerte de Carlos de Borbón (Carlos VII) en 1909 convirtió a su hijo Jaime de Borbón en el nuevo pretendiente a la corona. Las disputas internas del partido, iniciadas a finales del siglo XIX con la escisión de los integristas, continuaron. A raíz de la Primera Guerra Mundial, un sector del carlismo se manifestó germanófilo, lo que provocó que uno de sus dirigentes, Juan Vázquez de Mella, abandonara la militancia y fundara en 1919 el Partido Católico Tradicionalista. Las bases sociales del tradicionalismo, como las del carlismo y el integrismo, se concentraban en Navarra, el País Vasco y Cataluña. En 1907 se fundó el Requeté, una organización de carácter paramilitar. Con la llegada de la Segunda República en 1931, carlistas, integristas y tradicionalistas se reunieron en un solo partido, la Comunión Tradicionalista.

El movimiento obrero: socialismo y anarquismo

El socialismo: PSOE y UGT

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por Pablo Iglesias, defendía la acción política y era partidario de aprovechar las oportunidades que ofrecía el sistema parlamentario. En 1910, Iglesias consiguió su acta de diputado como miembro de la coalición republicano-socialista. El partido incrementó su número de afiliados de 3.000 en 1899 a 30.000 en la década de 1920. El sindicato socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT), tuvo un crecimiento aún mayor, pasando de 120.000 afiliados en 1914 a 240.000 en 1921. Defendía la acción política para conseguir reformas sociales y laborales. Entre sus líderes destacó Francisco Largo Caballero, quien llegaría a ser secretario general. El estallido de la Revolución Rusa provocó que algunos militantes se escindieran del PSOE y, en 1921, fundaran el Partido Comunista de España (PCE), un grupo inicialmente minoritario.

El anarcosindicalismo: CNT

La tendencia anarcosindicalista promovió en 1907 la creación de Solidaridad Obrera en Cataluña. Esta organización impulsó la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910, un sindicato que buscaba extenderse por toda España. La CNT se definía como revolucionaria y su ideología se basaba en cuatro principios básicos:

  1. La independencia del proletariado respecto de la burguesía y sus instituciones (el Estado).
  2. El apoliticismo del movimiento obrero y el consiguiente abstencionismo electoral.
  3. La necesidad de la unidad sindical de todos los trabajadores.
  4. La voluntad de derrocar el capitalismo por medio de la expropiación de los burgueses.

La acción revolucionaria se llevaría a cabo mediante huelgas y boicots hasta llegar a una huelga general revolucionaria que acabase con el Estado y el capitalismo. En 1918, en el Congreso de Sants (Barcelona), se crearon los sindicatos únicos de industria para sustituir a los antiguos sindicatos de oficio, reafirmando el apoliticismo y la negociación directa entre obreros y patronos.

Las grandes crisis del reinado de Alfonso XIII

El conflicto colonial de Marruecos

A partir de 1900, España consolidó su penetración en el norte de África. La Conferencia de Algeciras (1906) y el posterior Tratado Hispano-Francés establecieron un protectorado franco-español en Marruecos. A España le correspondió el territorio de El Rif, una zona montañosa habitada por tribus hostiles. El interés español se basaba en razones económicas, pero sobre todo en el deseo de restaurar el prestigio del ejército, hundido tras el desastre de Cuba, y convertir a España de nuevo en una potencia colonial. En 1909, los rifeños infligieron una importante derrota a las tropas españolas en el Barranco del Lobo, ocasionando numerosas bajas. Se decidió entonces aumentar el número de soldados en el Rif con reservistas, muchos de ellos casados y con hijos, y se dispuso que partieran algunos regimientos desde Barcelona, lo cual provocó un importante movimiento de protesta popular.

La Semana Trágica de Barcelona (1909)

La movilización contra la guerra se inició en el puerto de Barcelona el 18 de julio, durante el embarque de tropas hacia Marruecos. El día 24 se constituyó un Comité de Huelga. Sin embargo, la huelga derivó en una revuelta popular que desbordó el objetivo inicial y se convirtió en un estallido espontáneo de todas las tensiones sociales acumuladas. El elevado número de muertos y heridos radicalizó el movimiento insurreccional, pero la falta de dirección y coordinación políticas derivó hacia la acción incontrolada de grupos que actuaban indiscriminadamente, con un fuerte componente anticlerical que se tradujo en la quema de iglesias y conventos. La represión posterior por parte del gobierno de Maura fue muy dura. Entre los ejecutados figuraba Francisco Ferrer i Guàrdia, un pedagogo anarquista fundador de la Escuela Moderna, una institución pedagógica laica e innovadora. La represión levantó una oleada de protestas por su virulencia y arbitrariedad. La oposición a Maura, apoyada por campañas internacionales de denuncia bajo el lema «¡Maura no!», consiguió que Alfonso XIII disolviera las Cortes y traspasara el gobierno a los liberales.

El impacto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918)

En el verano de 1914, con Eduardo Dato al frente del gobierno, estalló la Primera Guerra Mundial, que enfrentó a los Imperios Centrales con las Potencias Aliadas. La neutralidad de España permitió exportar productos industriales y agrarios a los países combatientes, que pagaban altos precios. Los industriales, especialmente catalanes y vascos, hicieron grandes negocios. Sin embargo, al dedicarse gran parte de la producción a la exportación, los precios interiores experimentaron alzas desorbitadas, que no fueron acompañadas de subidas de salarios. El conflicto social, a causa del empeoramiento de las condiciones de vida de la mayor parte de la población, fue creciendo de manera imparable y las organizaciones obreras encabezaron una protesta cada vez mayor que desembocó en el movimiento huelguístico del verano de 1917.

La crisis de 1917

En 1917, el descontento militar, la conflictividad social y la crisis política provocaron una protesta generalizada de carácter antigubernamental en la que se vieron implicados los partidos al margen del turno dinástico, los militares y las organizaciones obreras, coincidiendo con un contexto europeo de gran agitación, como la Revolución bolchevique en Rusia.

La protesta militar: las Juntas de Defensa

El ejército español presentaba un número excesivo de oficiales en relación al de soldados. Además, la inflación había hecho disminuir el valor real de sus bajos salarios. El fuerte descontento entre los oficiales de baja y media graduación desembocó en la formación de las llamadas Juntas de Defensa. Su manifiesto de junio de 1917 culpaba al gobierno de los males del ejército y del país, y hacía un llamamiento a la renovación política utilizando un lenguaje regeneracionista. Sin embargo, los acontecimientos demostraron que sus reivindicaciones eran básicamente un grupo de presión al servicio de sus intereses profesionales y corporativos.

La crisis política: la Asamblea de Parlamentarios

El gobierno conservador de Dato había sustituido en 1916 a un gabinete liberal presidido por el conde de Romanones, que continuó con las viejas prácticas de corrupción política. En abril de 1917, Dato volvió al gobierno y, ante las peticiones de la oposición de reabrir las Cortes, se negó, declaró el estado de excepción y aumentó la censura de prensa. Como respuesta, en Barcelona, una Asamblea de Parlamentarios catalanes exigió la formación de un gobierno provisional que convocase Cortes constituyentes para reformar el sistema político y descentralizar el Estado. La iniciativa fracasó por la falta de apoyo de las fuerzas monárquicas, las diferencias internas y la oposición de las Juntas de Defensa.

La huelga general revolucionaria

En marzo de 1917, las centrales sindicales CNT y UGT acordaron firmar un manifiesto conjunto en el que se instaba al gobierno a intervenir para contener los precios, bajo la amenaza de convocar una huelga general. La tensión estalló en agosto de 1917, cuando se convocó la huelga general. Tuvo una incidencia muy desigual, con incidentes importantes en Madrid, Barcelona, el País Vasco y Asturias. El gobierno declaró la ley marcial y envió al ejército a reprimir el movimiento. La huelga fracasó, pero tuvo enormes consecuencias: debilitó aún más al régimen y radicalizó a la oposición obrera.

La descomposición del sistema (1918-1923)

Inestabilidad política y gobiernos de concentración

Los escasos deseos de renovación de los partidos dinásticos y la creciente fuerza de los grupos opositores sumieron al régimen en una profunda crisis. Los partidos dinásticos, sin líderes fuertes, se fragmentaron, lo que hacía inviable formar gobiernos estables. Se recurrió a gobiernos de concentración (el más relevante fue el Gobierno Nacional de Maura de 1918), pero al fracasar, se volvió al turno dinástico con gobiernos de corta duración, recurriendo a medidas de excepción como la suspensión de garantías constitucionales y la disolución del Parlamento.

Conflictividad social: el pistolerismo

Los años que siguieron a la Gran Guerra fueron de enorme conflictividad. Al finalizar la guerra, en España descendió la producción, aumentó el paro y subieron los precios, provocando el crecimiento del sindicalismo. En Barcelona se inició en 1919 una huelga en La Canadiense (empresa suministradora de electricidad) que paralizó la industria local y finalizó con el acuerdo de readmitir a los despedidos, aumentar salarios y establecer la jornada laboral de 8 horas. El incumplimiento de los acuerdos reanudó la huelga, a lo que la patronal contestó con un lock-out (cierre de empresas) y el gobierno con la represión. Los empresarios contrataron a pistoleros a sueldo para asesinar a dirigentes sindicales y fundaron el Sindicato Libre para contrarrestar a la CNT. Los anarquistas respondieron atentando contra autoridades, patronos y fuerzas del orden («propaganda por el hecho»). El gobernador civil de Barcelona, el general Martínez Anido, ejerció una dura represión, aplicando la «ley de fugas», que permitía a la policía disparar a los detenidos con la excusa de un intento de huida.

El Desastre de Annual (1921)

En 1921, el ejército español, bajo el mando del general Silvestre, inició una ofensiva mal planificada en el interior del Rif para controlar a las tribus rebeldes lideradas por Abd el-Krim. La operación fue un desastre. El ejército fue derrotado en Annual, perdiendo todo el territorio ocupado y sufriendo unas 13.000 bajas. La catástrofe provocó una enorme conmoción en la opinión pública y en el Parlamento se abrió una investigación para depurar responsabilidades (Expediente Picasso), que apuntaba a altos mandos del ejército e incluso al rey Alfonso XIII. En 1923, el anuncio de la discusión de este informe en las Cortes fue uno de los detonantes del golpe de Estado militar.

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

Las causas del golpe de Estado

El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de Estado. Se justificó con el argumento de que el régimen constitucional estaba desprestigiado y existía un grave peligro de revolución social. Su discurso tenía pretensiones regeneracionistas, centrándose en la crítica a la «vieja política» y a los caciques. En la decisión influyó notablemente el deseo de evitar que las Cortes exigieran responsabilidades por el Desastre de Annual. Algunos historiadores apuntan que el golpe también buscaba frenar una posible democratización del sistema, ya que el último gobierno constitucional se había planteado reformas progresistas.

La reorganización del Estado

El Directorio Militar (1923-1925)

Las primeras medidas mostraron su carácter dictatorial: suspensión de la Constitución, disolución de las Cortes, cese de autoridades civiles y prohibición de partidos políticos y sindicatos. Para liquidar el caciquismo, se disolvieron los ayuntamientos, que fueron sustituidos por juntas de vocales integradas por los mayores contribuyentes. En la práctica, se limitó a sustituir unos caciques por otros. Durante esta etapa, el conflicto de Marruecos centró el interés de Primo de Rivera. En 1925, una acción militar coordinada con Francia culminó en el exitoso desembarco de Alhucemas, que supuso el principio del fin de la guerra.

El Directorio Civil (1925-1930)

Primo de Rivera intentó institucionalizar su régimen. Para ello, creó un partido único, la Unión Patriótica, sin un programa ideológico definido y cuya misión era proporcionar apoyo social a la Dictadura. También creó una Asamblea Nacional Consultiva (1927) de carácter corporativo y autoritario, que fracasó en su intento de redactar una nueva constitución.

La política económica y social

La Dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional de los años veinte. Se aplicó una política nacionalista y de dirigismo estatal, con un fuerte intervencionismo. El Estado fomentó las obras públicas (ferrocarriles, carreteras, planes hidroeléctricos) y protegió la industria nacional. Se concedieron grandes monopolios, como el de teléfonos a la Compañía Telefónica Nacional de España o el del petróleo a CAMPSA. Esta política generó un notorio crecimiento del déficit presupuestario. En el ámbito social, se creó la Organización Corporativa Nacional, que regulaba las relaciones laborales mediante comités paritarios de patronos y obreros. Este sistema contó con el apoyo de la UGT, mientras que la CNT fue prohibida y perseguida.

La oposición a la Dictadura

La oposición estuvo integrada por republicanos, comunistas, anarquistas, determinados sectores del ejército y la casi totalidad de los intelectuales. Los antiguos partidos dinásticos criticaron la excesiva duración del régimen y participaron en conspiraciones militares como «la sanjuanada» (1926). Los republicanos se unieron en la Alianza Republicana. La CNT fue duramente reprimida, y en su seno se creó en 1927 la FAI (Federación Anarquista Ibérica), partidaria de la insurrección popular. El PSOE, que inicialmente tuvo una postura ambigua, se pronunció a favor de la República hacia 1929. En Cataluña, la política anticatalanista del régimen (liquidación de la Mancomunidad, prohibición del uso público del catalán) provocó el distanciamiento de sectores que inicialmente la habían apoyado, como la Lliga Regionalista.

La caída de la Monarquía (1930-1931)

La caída del dictador y la «dictablanda»

El creciente desprestigio de la Dictadura y la pérdida de apoyos, incluso dentro del ejército, llevaron a que Alfonso XIII le retirara su confianza a Primo de Rivera, quien dimitió en enero de 1930. El rey encargó al general Berenguer la tarea de retornar a la normalidad constitucional, pero la lentitud del proceso fue calificada irónicamente como la «dictablanda». La oposición se organizó y, en agosto de 1930, republicanos, catalanistas de izquierda y el PSOE firmaron el Pacto de San Sebastián, comprometiéndose a derrocar la monarquía. En diciembre, un intento de pronunciamiento militar republicano en Jaca, protagonizado por los capitanes Galán y García Hernández, fracasó y ambos fueron fusilados. En febrero de 1931, el almirante Aznar formó un nuevo gobierno que convocó elecciones municipales para el 12 de abril. Estas elecciones se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de la Monarquía, que se había comprometido excesivamente con la Dictadura.

Glosario

Protectorado
Territorio colonial sobre el cual una potencia ejerce gobierno y control, aunque se respetan formalmente algunas autoridades locales.
Cabila
Nombre con el que son conocidas las tribus de beduinos o bereberes en el norte de África.

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