España 1874-1902: Desafíos Regionales y Sociales en la Restauración

La Restauración Borbónica (1874-1902): Tensiones Territoriales y Sociales

Durante el último cuarto del siglo XIX, en el marco de la Restauración Borbónica, surgieron en España una serie de movimientos que cuestionaban la concepción unitaria y centralista del Estado defendida por Cánovas del Castillo. Estos movimientos, conocidos genéricamente como regionalismos o nacionalismos periféricos, reivindicaban el reconocimiento de identidades y derechos propios para determinados territorios, basándose en sus particularidades históricas, culturales y lingüísticas.

Nacionalismos y Regionalismos

El Nacionalismo Catalán

El nacionalismo catalán emergió impulsado por transformaciones económicas y sociales en Cataluña y bajo la influencia cultural del Romanticismo. Un hito fundamental fue la Renaixença, un movimiento cultural que buscaba la recuperación y dignificación del catalán como lengua de cultura y la modernización de la sociedad catalana. La oposición al centralismo de la Restauración canovista fomentó la aparición de un catalanismo político. Valentí Almirall fue una figura clave en esta etapa inicial, fundando el Diari Català y el Centre Català, la primera organización política que reclamó explícitamente un mayor autogobierno para Cataluña. Años más tarde, en 1885, Almirall impulsó el Memorial de Greuges (Memorial de Agravios), presentado al rey Alfonso XII, mediante el cual sectores de la burguesía catalana solicitaban medidas proteccionistas para su industria frente a las políticas librecambistas. Este documento estimuló la creación de la Lliga de Catalunya, entidad que defendió el derecho civil catalán frente a la unificación legislativa que pretendía el nuevo Código Civil español. Posteriormente, esta y otras organizaciones confluyeron en la Unió Catalanista, liderada por Enric Prat de la Riba. Esta entidad redactó las Bases de Manresa (1892), consideradas el acta fundacional del catalanismo conservador. Sus puntos principales incluían la reivindicación de un autogobierno dentro de una estructura federal para España, la defensa de los valores tradicionales y religiosos, y la oficialidad del catalán. Sin embargo, el primer partido político catalanista moderno con vocación de gobierno no surgió hasta 1901: la Lliga Regionalista, fundada por Prat de la Riba y Francesc Cambó, que aglutinó a sectores de la burguesía y propietarios rurales en defensa de sus intereses económicos y de las reivindicaciones autonomistas.

El Nacionalismo Vasco

El nacionalismo vasco surgió como un movimiento que pretendía preservar y revitalizar la cultura y la lengua vascas (euskera) en un contexto de profundos cambios sociopolíticos. Su ideología inicial, formulada por Sabino Arana, se basaba en una interpretación particular de la historia vasca, postulando una supuesta superioridad racial y cultural del pueblo vasco. Este discurso se vio en parte motivado por la llegada masiva de inmigrantes de otras regiones españolas (denominados despectivamente maketos) para trabajar en la floreciente industria siderúrgica vizcaína, lo que generó tensiones sociales y un sentimiento de amenaza a la identidad tradicional. Además, la derrota carlista en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) supuso la abolición definitiva de los fueros vascos en 1876, lo que fue percibido como una agresión por parte del Estado liberal español. En este contexto, Sabino Arana, defensor de ideas ultraconservadoras, católicas, nacionalistas y con componentes racistas, se erigió como líder de un sector de la burguesía y el campesinado vizcaíno. En 1895 fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), de carácter inicialmente independentista, que propugnaba la separación de Euskadi de España para preservar la pureza étnica y las tradiciones vascas. Tras la temprana muerte de Arana en 1903, el PNV moderó parcialmente sus postulados, debatiéndose internamente entre la vía independentista y una estrategia autonomista dentro del Estado español.

El Regionalismo Gallego

En Galicia también se desarrollaron movimientos de afirmación identitaria, aunque con un carácter predominantemente regionalista y menos radical que los casos catalán y vasco. El Rexurdimento gallego, iniciado a mediados del siglo XIX, fue un movimiento cultural centrado en la recuperación del gallego como lengua literaria y en la búsqueda de una modernización económica y social para Galicia, intentando fomentar la creación de una burguesía fuerte. Figuras literarias como Rosalía de Castro fueron esenciales en esta etapa cultural. En el plano político, Manuel Murguía lideró la Asociación Regionalista Gallega, defensora de un regionalismo de corte liberal. Posteriormente, el movimiento adoptaría posturas más conservadoras y tradicionalistas, especialmente a través de la figura de Alfredo Brañas.

El Movimiento Obrero y Campesino

Paralelamente al desarrollo de los nacionalismos periféricos, la Restauración fue también un periodo de consolidación y expansión del movimiento obrero organizado en España, principalmente a través de dos grandes corrientes ideológicas: el anarquismo y el socialismo.

El Anarquismo

El anarquismo, introducido en España durante el Sexenio Democrático (1868-1874), arraigó con fuerza y se consolidó organizativamente a partir de 1881, gracias a la mayor permisividad del gobierno liberal de Sagasta y su Ley de Asociaciones. Tuvo una presencia especialmente significativa en Cataluña (entre el proletariado industrial) y Andalucía (entre el campesinado). Dentro del anarquismo español coexistieron dos tendencias principales: una partidaria de la acción sindical y la difusión cultural y educativa entre los trabajadores, y otra favorable a la»propaganda por el hech», es decir, la acción directa y violenta contra los pilares del Estado y la burguesía. La Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), fundada en 1881 y vinculada a figuras como Anselmo Lorenzo, fue la principal organización anarquista de la época. Sin embargo, su influencia decayó tras ser vinculada (posiblemente de forma interesada por las autoridades) a la supuesta organización secreta y violenta conocida como La Mano Negra en Andalucía, cuya existencia real como entidad organizada es objeto de debate historiográfico. En la década de 1890 predominaron las acciones terroristas, como el atentado contra el Liceo de Barcelona (1893) o el asesinato del presidente del gobierno, Cánovas del Castillo (1897). Esta estrategia provocó una dura represión gubernamental, cuyo ejemplo más conocido fue el Proceso de Montjuïc (1896-1897), en el que numerosos militantes anarquistas fueron torturados y varios condenados a muerte o a largas penas de prisión. A pesar de la represión, el anarquismo y el anarcosindicalismo mantuvieron su influencia y acabarían reorganizándose a principios del siglo XX con la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910, que llegaría a ser el mayor sindicato del país.

El Socialismo

El socialismo marxista tuvo una implantación inicial más lenta y localizada, concentrándose en Madrid, Asturias y algunos núcleos industriales del País Vasco. En 1879, Pablo Iglesias fundó en la clandestinidad el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Tras la legalización permitida por los liberales, el partido pudo desarrollar su actividad pública, difundiendo su ideario a través del periódico El Socialista. En 1888, se creó la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato estrechamente vinculado al PSOE. El socialismo español, a diferencia del anarquismo, priorizaba la lucha política (participación electoral) y la acción sindical organizada y centralizada para conseguir mejoras laborales y, a largo plazo, la transformación socialista de la sociedad. Aunque compartía con el anarquismo objetivos como el colectivismo, el anticlericalismo y la crítica a la sociedad burguesa, sus tácticas eran más moderadas y gradualistas.

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