Guerra de cuba 1896 canovas

Se nos presenta un documento, el primero de ellos es el Manifiesto de Montecristi, fechado en 1895 y firmado por José Martí y Máximo Gómez, líderes de la Revolución cubana.
Este manifiesto es un documento del Partido Revolucionario Cubano, en el que se expone las ideas en las que se basó José Martí para organizar la guerra de la independencia cubana de 1895. En dicho documento se aclara también que la guerra de liberación no era contra el pueblo español sino contra el régimen colonial existente en la isla durante más de tres siglos. En 1874 se establece la restauración de España y uno de los objetivos de Alfonso XII era la política de exterior. Otro éxito del nuevo régimen fue la panificación de cuba, donde, poco después de q España estallara la revolución de 1868, había comenzado una guerra de liberación que había durado diez años y que había empezado con el llamado grito de Yara. El general Martínez Campos fue enviado a la colonia caribeña con el encargo de combatir a los rebeldes y de negociar un acuerdo con ellos. El 12 de febrero de 1878 se firmó la paz de Zanjón, en virtud de la cual se concedía a los cubanos los mismos derechos que a los españoles, con lo que llegó por un momento la tranquilidad a la isla.
A finales de 1890 el enfrentamiento entre los dirigentes políticos empezaron a minar el sistema de la restauración. Desde 1868, las insurrecciones cubanas habían sido casi permanentes y fueron sofocadas tanto por la vía militar como mediante pactos políticos pero en Cuba en 1895 con el llamado grito de Baire a los rebeldes se les unió José Martí que era el líder de las revoluciones. Participaron en la revuelta la pequeña burguesía independentista y los elementos más populares de la sociedad isleña.
Participaban en la revuelta la pequeña burguesía independentista y especialmente, los elementos más populares de la sociedad isleña.
El Gobierno español envió hasta 130 000 soldados bajo las órdenes del general
Martínez Campos, que en ocasiones anteriores había conseguido sofocar
otras rebeliones. La táctica del general, a base de combinar negociaciones
con operaciones militares, esta vez no dio resultado alguno. A finales de 1895,
Martínez campos había fracasado en su intento de controlar la isla.
Tanto Cánovas como Sagasta estaban dispuestos a otorgar a los cubanos
concesiones mayores de las que habían gozado tras la paz de Zanjón,
(1878). Pero ambos gobernantes españoles coincidían en no ceder un palmo en,
en la soberanía. <Cuba es España>como se repetía una y otra vez en los
discursos parlamentarios. La respuesta fue, pues, militar. El contingente español
en la isla llegó a superar los 300 000 soldados. Como nuevo jefe de
operaciones fue designado el general Valeriano Weyler.
A pesar de que el general Weyler parecía controlar la insurrección a comienzos
de 1897 dos circunstancias dieron al traste con el dominio militar
de la isla. Por una parte, los liberales, en la oposición, empezaron a distanciarse de a política de Cánovas y a pedir una acción más política que militar.
Por otra, en Estados Unidos ganaron las elecciones los republicanos. El
nuevo presidente, McKingley, era partidario de intervenir en la contienda
y de sustituir a los españoles en el dominio de la isla.


En agosto de I897, tras el asesinato de Cánovas, subió al poder Sagasta, quien intentó solucionar el problema cubano por medios políticos tal como había preconizado desde la oposición. Para ello se publicó una nueva Constitución para Cuba, donde quedaba establecido que era un Estado autónomo dentro de la corona hundimiento, debido a una explosión
española. Sus habitantes tendrían idénticos derechos que los peninsulares, podrían elegir una cámara de representantes y contarían con un gobierno propio más un
gobernador general. El 1 de enero de 1898 tomó posesión
el nuevo gobierno insular, pero la tensión política resultó insoportable y, a la
menor provocación, estallaban conflictos violentos entre los españoles residentes
en la isla el ejército y los cubanos.
En la batalla naval de Santiago de Cuba (3 de julio de 1898), la flota española
sucumbió ante la potencia de los barcos de Estados Unidos y el Gobierno español
no tuvo más opción que pedir la paz. En la Paz de París (10 de diciembre
de 1898), España perdía definitivamente todas sus posesiones de ultramar:
Cuba y Puerto Rico, en las Antillas, y Filipinas -donde la flota española fue
derrotada por la estadounidense en la batalla naval de Cavite- y las islas Marianas, en el Pacífico. Las pérdidas económicas como consecuencia de la derrota
fueron limitadas y la economía española se recuperó rápidamente.
Estas derrotas tan espectaculares conmovieron a la opinión pública española
y se perdió el ambiente de confianza que se había vivido con la Restauración.
Propiciaron la crítica al sistema y la aparición de la idea de regeneracionismo
del país mediante el saneamiento de la Hacienda, el crecimiento económico, la mejora de la educación, etc. La pérdida de las colonias supuso, también, un duro revés para las exportaciones de industrias españolas, que tenían allí importantes mercados y
eran lugar de producción de determinados productos y materias primas.

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