El franquismo. Fundamentos ideológicos del régimen franquista en el contexto histórico europeo
El régimen franquista surgió en España en un contexto de auge de las ideologías autoritarias en Europa. Durante las décadas de 1920 y 1930, gran parte del continente vivió un retroceso de los sistemas democráticos liberales, sustituidos progresivamente por regímenes autoritarios o totalitarios. Tras la Primera Guerra Mundial, la inestabilidad social, política y económica, unida a la crisis del sistema parlamentario liberal, impulsó a muchos países a optar por gobiernos fuertes, centralizados y represivos. Así, surgieron sistemas como el fascismo italiano con Mussolini, el nazismo alemán con Hitler o el comunismo estalinista en la URSS, todos con características comunes: liderazgo carismático, partido único, represión de la disidencia, propaganda masiva y control absoluto de la sociedad. En este contexto, tras la Guerra Civil Española (1936-1939), Francisco Franco instauró una dictadura en España que, si bien no fue exactamente un régimen totalitario al estilo de Hitler o Stalin, sí compartió muchos de sus rasgos autoritarios. España se alineó más bien con modelos como el de Salazar en Portugal o Metaxas en Grecia, con un control férreo del poder, pero sin alcanzar el nivel de movilización social ni el proyecto ideológico total de los fascismos clásicos.
El franquismo se fundamentó en una mezcla de ideologías y tradiciones políticas españolas, muchas de ellas ancladas en el pensamiento conservador del siglo XIX. Su base ideológica fue muy simple, centrada en el tradicionalismo, el autoritarismo, el nacionalismo español y el catolicismo integrista. Franco defendía una visión unitaria y centralista de España, con un fuerte rechazo al regionalismo y al nacionalismo periférico. Además, era profundamente anticomunista y antisocialista, oponiéndose a cualquier forma de organización obrera, sindical o política que no fuese controlada por el Estado.
Destacan estas como las principales características ideológicas del régimen franquista:
- Poder personalista: Franco se convirtió en el Caudillo, asumiendo todos los poderes del Estado. Era jefe del Estado, del Gobierno, del partido único (el Movimiento), y del ejército. No respondía ante ninguna institución, sino “ante Dios y ante la Historia”.
- Supresión de libertades: Se abolieron los derechos de reunión, manifestación, asociación y libertad de prensa. Salvo la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que aglutinaba a todas las fuerzas que habían apoyado el golpe de 1936, todos los partidos políticos fueron prohibidos. Este partido único funcionaba como una estructura de movilización simbólica del régimen.
- Sindicalismo vertical: Se suprimieron los sindicatos de clase y la huelga. En su lugar, se impuso un modelo de sindicato único vertical, en el que empresarios y trabajadores estaban integrados en una misma organización controlada por el Estado.
- Propaganda y censura: El régimen ejerció un control absoluto sobre los medios de comunicación. La censura era generalizada y cualquier opinión contraria al régimen era silenciada. La propaganda exaltaba la figura de Franco y los valores del régimen: patria, religión, orden y obediencia.
- Represión sistemática: Tras la guerra, se instauró un sistema represivo que persiguió a todos los vencidos del bando republicano. Se aprobaron leyes como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940), que legalizaban la persecución, encarcelamiento o ejecución de opositores.
- Confesionalidad católica: El franquismo se apoyó decididamente en la Iglesia Católica, que tuvo un papel central en la educación, la moral pública y la vida social. A cambio, la Iglesia recibió numerosos privilegios y recursos del Estado. El nacionalcatolicismo se convirtió en uno de los pilares ideológicos.
- Apoyo de las clases conservadoras: Franco contó con el respaldo de las clases altas y de una parte importante de las clases medias, que veían en él una garantía de orden frente al avance de las ideas obreras y republicanas. También recibió apoyo en zonas rurales más tradicionales y conservadoras.
Aunque el franquismo adoptó algunos símbolos estéticos del fascismo (como el saludo romano, el uniforme azul, los emblemas de la Falange o himnos como el “Cara al Sol”), su ideología no era tan elaborada ni pretendía una transformación total de la sociedad. En muchos casos, esos elementos fueron más decorativos o utilitarios que verdaderamente doctrinales. En resumen, el franquismo fue un régimen autoritario, personalista, nacionalista y católico, que se asentó sobre la represión de los vencidos, el control absoluto del Estado, la supresión de los derechos fundamentales y la alianza con sectores tradicionalistas. Aunque compartió ciertas bases con los regímenes fascistas europeos, mantuvo una identidad propia y adaptada a las particularidades políticas, culturales y sociales de España.
Institucionalización del régimen. Relaciones internacionales y etapas políticas
Institucionalización del régimen
Tras la Guerra Civil (1936-1939), se instauró en España una dictadura militar liderada por el general Francisco Franco. Este régimen autoritario se caracterizó por el concentrado poder en manos de Franco, quien ejercía simultáneamente como Jefe del Estado, del Gobierno, del Ejército y del partido único, conocido desde 1943 como el Movimiento Nacional. Esta dictadura se fue institucionalizando poco a poco mediante un conjunto de leyes denominadas Leyes Fundamentales del Reino, que sirvieron para dar un barniz jurídico al régimen.
Entre las principales Leyes Fundamentales se encuentran:
- Ley de la Administración Central del Estado (1938): otorgaba a Franco el poder exclusivo para legislar.
- Fuero del Trabajo (1938): regulaba el ámbito laboral prohibiendo las huelgas y los sindicatos libres.
- Ley de Cortes (1942): establecía una cámara consultiva, sin capacidad legislativa real.
- Fuero de los Españoles (1945): reconocía teóricamente ciertos derechos, aun sin estar garantizados.
- Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947): declaraba que España sería una monarquía.
- Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958): recopilaba los valores ideológicos del régimen.
- Ley Orgánica del Estado (1967): separaba la Jefatura del Estado y el Gobierno, aunque ambas seguían ocupadas por Franco.
Estas leyes consolidaron un sistema autoritario, centralizado y sin oposición política, sustentado en la represión, la censura, el nacionalcatolicismo y el culto a la figura del Caudillo.
Relaciones internacionales del franquismo
La política exterior franquista evolucionó a lo largo del tiempo, condicionada por el contexto internacional:
- Alineación con el Eje (1939-1943): Durante la Segunda Guerra Mundial, Franco mostró simpatía por las potencias del Eje (Alemania e Italia). Aunque mantuvo una posición de neutralidad inicialmente, luego adoptó la «no beligerancia». En 1941 envió la División Azul para luchar junto a los nazis contra la URSS. Sin embargo, en 1943, al ver que el Eje iba a perder la guerra volvió a una postura neutral.
- Aislamiento internacional (1945-1950): Finalizada la guerra, las potencias vencedoras condenaron el régimen franquista por su carácter fascista. En la Conferencia de Potsdam y en la ONU se pidió la retirada de embajadores. España quedó aislada diplomáticamente, salvo por sus relaciones con el Vaticano, Portugal y Argentina. Para mejorar su imagen, Franco suavizó algunos símbolos fascistas y promovió el Fuero de los Españoles y un indulto para presos políticos.
- Reconocimiento internacional (1950-1975): Con el inicio de la Guerra Fría, el carácter anticomunista del régimen lo volvió útil para Estados Unidos. En 1953 se firmaron acuerdos militares con EE. UU., que permitieron instalar bases norteamericanas en territorio español a cambio de ayuda económica y legitimidad internacional. En 1955, España ingresó en la ONU, marcando el final del aislamiento. También se firmó un Concordato con el Vaticano, consolidando los privilegios de la Iglesia católica.
Etapas políticas del franquismo
- Primer franquismo (1939-1959): Fue una etapa de fuerte control totalitario, marcada por la represión, la autarquía económica y la influencia de los falangistas. A partir de 1943, tras la derrota del Eje, el régimen comenzó a dar más protagonismo a sectores católicos y se redujeron ciertos elementos fascistas, aunque sin alterar el carácter dictatorial del sistema.
- Etapa del desarrollismo (1959-1973): En 1957, ante las tensiones internas y la crisis económica, Franco reformó el gobierno y dio paso a los tecnócratas, muchos vinculados al Opus Dei. Estos promovieron una apertura económica y diseñaron el Plan de Estabilización de 1959, que impulsó el crecimiento. Paralelamente, se aprobaron reformas como la Ley de Prensa (1966) y la Ley de Libertad Religiosa (1967), que, aunque superficiales, reflejaban una cierta modernización. En esta etapa, Franco designó a Juan Carlos de Borbón como su sucesor.
- Crisis final del franquismo (1973-1975): Esta etapa comenzó con el nombramiento de Carrero Blanco como presidente del Gobierno. Dentro del régimen surgieron dos bandos: los aperturistas, que querían una transición controlada hacia la democracia, y los inmovilistas, que se oponían a cualquier cambio. El asesinato de Carrero Blanco por ETA en 1973 debilitó aún más al régimen. En 1975, con Franco gravemente enfermo, se ejecutaron cinco condenas a muerte pese a las protestas internacionales. Ese mismo año estalló la crisis del Sáhara, que finalizó con la retirada española tras la Marcha Verde de Marruecos. Finalmente, Franco murió el 20 de noviembre de 1975 y le sucedió Juan Carlos I, quien, contra todo pronóstico, inició una transición democrática desde dentro del propio sistema franquista.
Transformaciones sociales y económicas durante el franquismo
Tras la Guerra Civil, España quedó devastada. A la destrucción del campo, la industria y los transportes se sumó el aislamiento internacional, primero por la Segunda Guerra Mundial y después por el bloqueo de los aliados, lo que impidió la llegada de ayuda externa como el Plan Marshall. Esto derivó en una economía rural y autárquica, basada en la autosuficiencia, el control estatal y el racionamiento. Se crearon organismos como el Servicio Nacional del Trigo (1937) o RENFE para fomentar el desarrollo, pero la autarquía generó inflación, escasez y hambre, lo que dio lugar al estraperlo, un mercado negro muy activo.
A partir de los años 50, la situación comenzó a cambiar. El régimen fue reconocido internacionalmente gracias a acuerdos como el Concordato con el Vaticano y el pacto con EE. UU. (1953), que permitió bases militares a cambio de ayuda económica. Esta etapa abrió la puerta al crecimiento industrial (1953-57), aunque luego surgieron nuevos problemas como el paro y la inflación. La solución vino con un cambio de ministros: los falangistas y militares fueron sustituidos por tecnócratas del Opus Dei, que buscaban modernizar el país.
El punto de inflexión fue el Plan de Estabilización de 1959, que liberalizó la economía: se redujeron los gastos públicos, se devaluó la peseta y se eliminaron controles. Esto dio paso a los Planes de Desarrollo (1962-75), con los que la renta per cápita se duplicó, la actividad económica se desplazó del campo a la industria y surgió el fenómeno del éxodo rural. El desarrollo se concentró en regiones como Cataluña, País Vasco o Madrid, y sectores como el automóvil (con el icónico SEAT 600) o el turismo se convirtieron en motores económicos. Las divisas de los emigrantes y los ingresos turísticos compensaron el déficit comercial. Sin embargo, el crecimiento trajo desigualdades regionales y una gran dependencia del exterior. En 1973 la crisis del petróleo frenó esta expansión.
En lo social, España vivió cambios notables. Aunque el régimen seguía siendo autoritario, las leyes impulsadas por los tecnócratas, como la de Libertad Religiosa (1967) o la Ley Orgánica del Estado (1966), pretendían dar una imagen más moderna. En 1969, Franco designó a Juan Carlos de Borbón como sucesor, preparando la futura transición. La mejora económica permitió la expansión de las clases medias, un baby boom, avances en educación (Ley General de Educación de 1970) y sanidad (Ley de Seguridad Social de 1963), además del acceso a bienes de consumo. También hubo una migración masiva: entre 1960 y 1973, más de dos millones de españoles se trasladaron a núcleos industriales o al extranjero. La mujer empezó a incorporarse al trabajo, sobre todo en el sector servicios, y la Iglesia, tras el Concilio Vaticano II, empezó a distanciarse del régimen.
En definitiva, a pesar del carácter autoritario del régimen, España vivió una transformación socioeconómica profunda que sentó las bases para la modernización del país y facilitó la transición hacia una democracia tras la muerte de Franco.
La represión, el exilio y la oposición al franquismo. La cultura durante el franquismo y en el exilio
Durante los cuarenta años del franquismo, la oposición política fue duramente reprimida. El régimen utilizó herramientas legales como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940) para justificar arrestos, juicios militares y ejecuciones. Estas leyes permitían castigar incluso a quienes no apoyaron la sublevación del 36. Se calcula que hubo unas 100.000 ejecuciones por procedimientos sumarísimos, y casi 300.000 encarcelados en la posguerra. Además, unos 100.000 españoles fueron enviados a campos nazis, como Mauthausen, donde fueron exterminados. A esta represión se sumaron purgas profesionales y económicas.
El exilio afectó a más de 300.000 personas, quienes huyeron tras la guerra civil. Muchos acabaron marginados, y aunque intentaron organizar la oposición desde el exterior, su eficacia fue limitada por las divisiones internas heredadas de la guerra. El gobierno republicano en el exilio no logró coordinar una resistencia efectiva, lo que dio paso a fenómenos como el maquis, guerrilla antifranquista que tuvo su auge entre 1946 y 1947, coincidiendo con el aislamiento internacional del régimen.
En los años 50, la oposición sufrió un fuerte letargo, pero hacia 1956 el PCE cambió de táctica y propuso una política de reconciliación nacional, con nuevos líderes como Santiago Carrillo. En los años 60, la protesta se generalizó: el movimiento obrero, impulsado por Comisiones Obreras (ligadas al PCE), creció gracias a estrategias como el “entrismo” en los sindicatos franquistas. El movimiento estudiantil se reorganizó con hechos clave como la Capuchinada (1966), que supuso el fin del SEU. Algunos profesores universitarios como Aranguren, Tierno Galván y García Calvo fueron expulsados por su activismo.
A nivel internacional, el llamado Contubernio de Múnich (1962) agrupó a 118 opositores del interior y del exilio (excepto comunistas), y exigió democracia en España. La respuesta del régimen fue una ola de represión, que culminó en la ejecución del comunista Julián Grimau en 1963. Por otro lado, el nacionalismo vasco resurgió con la creación de ETA en 1959, que adoptó la vía armada en 1964. Su primer atentado mortal fue en 1968. Ese mismo año, el juicio de Burgos contra 16 miembros de ETA generó una fuerte presión internacional que logró evitar las penas de muerte.
La Iglesia también mostró signos de oposición, especialmente tras el Concilio Vaticano II. En 1960, 339 sacerdotes vascos protestaron contra la represión, y en 1963 el abad de Montserrat, Monseñor Escarré, fue exiliado tras criticar el régimen en Le Monde.
En el ámbito cultural, la posguerra supuso un “páramo cultural” por el exilio de intelectuales y la fuerte censura. El régimen exaltaba valores como el nacionalismo, el catolicismo y el imperialismo. A pesar de ello, surgieron obras críticas como La familia de Pascual Duarte (Cela, 1942), Los hijos de la ira (Dámaso Alonso, 1944) o Historia de una escalera (Buero Vallejo, 1949). La poesía social tomó fuerza con Blas de Otero o Gabriel Celaya. En los años 50 y 60, autores como Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio o cineastas como Berlanga y Bardem iniciaron una renovación cultural. Sin embargo, el régimen mantenía alejada a la intelectualidad, promoviendo una cultura de evasión basada en el folklore y el entretenimiento banal.