Guerra de Cuba selectividad

Siglo XIX. Tema 6. GUERRA COLONIAL Y CRISIS DEL 98

1. Los antecedentes de la guerra hispano norteamericana:


Cuba hasta 1898 La isla de Cuba, situada a la entrada del mar Caribe y del golfo de México, a escasas millas del sur de la península norteamericana de Florida, era posesión española desde que en 1492 Colón la descubriese durante su primer viaje a América, siendo desde entonces de un enorme valor estratégico para España, que la utilizó para la posterior conquista de Méjico (1519, en época de Carlos I de Habsburgo) y como base de defensa de las colonias en Tierra Firme y escala de las flotas comerciales. Veamos ahora qué ocurríó en Cuba durante el siglo XIX. 1. Desde principios del Siglo XIX el interés de España por Cuba fue creciendo debido a que la isla se convirtió en la primera productora mundial de azúcar de caña. La industria azucarera cubana estaba en manos de ricos hacendados de la aristocracia criolla a los que en principio sus intereses económicos les hicieron preferir mantenerse bajo la dependencia española que optar por la independencia como habían hecho las otras colonias españolas en América entre los años 10 y 20 del Siglo XIX. 2. En torno a mediados de siglo la tendencia se invirtió en el sentido del crecimiento de las ideas independentistas de la aristocracia azucarera cubana, al verse amenazados sus intereses económicos por las medidas abolicionistas de la esclavitud que, por presiones internacionales, estaba adoptando España, a la que se sumó una fuerte crisis económica debida a la bajada de los precios internacionales del azúcar, debido a la competencia de la remolacha azucarera europea. 3. De 1869 a 1878. Aprovechando la crisis política por la que atravesaba España como consecuencia de la “Gloriosa Revolución” de 1868 (inicio del Sexenio Revolucionario), el rico hacendado criollo Manuel de Céspedes inicio en Octubre de ese mismo año -con lo que se conoce por “el Grito de Yara”-, la primera guerra por la independencia de España, larga guerra que recibe el nombre de Guerra de los Diez Años (1869-1878). Los independentistas contaron con la circunstancia favorable de que los regíMenes españoles (desde el de Amadeo I hasta el de Alfonso XII, pasando por la Primera República) tuvieron que hacer frente simultáneamente y en el territorio peninsular a la III Guerra Carlista de 1872 a 1876. Una vez concluida ésta, el gobierno español pudo concentrar sus esfuerzos en el problema cubano, enviando al general Martínez Campos al frente de un ejército de 100.000 hombres. Bajo la promesa de una amplia amnistía y de autonomía, la guerra concluyó con la Paz de Zanjón (1878). 4. Periodo de relativa pacificación de 1878 a 1895. Pero tras esta paz, España no llegó a cumplir sus promesas, lo que provocó un nuevo intento de guerra de independencia rápidamente sofocado (1879-1880) y, sobre todo, el desarrollo de un movimiento independentista liderado por José Martí —poeta, abogado y periodista exiliado en Estados Unidos—, fundador del Partido Revolucionario Cubano en 1892 y que, junto a otros importantes personajes, dio comienzo a la segunda guerra de independencia de Cuba con el llamado Grito de Baire de Febrero de 1895. Los rebeldes proclamaron la República de Cuba, que por supuesto no fue reconocida por España. 5. La guerra entre España y los independentistas cubanos (1895-1898). En España la consecuencia política fue la sustitución, siguiendo los mecanismos ya conocidos del turnismo, del gobierno del Partido Liberal —Sagasta— por un nuevo gobierno del Conservador —Cánovas—, que envió de nuevo a Martínez Campos a Cuba, con la esperanza de repetir los éxitos de los años 70. Sin embargo, ello no fue posible y se optó por una línea más dura. Con esa intención fue sustituido en 1896 por el general Weyler, que impuso una durísima estrategia antiguerrillera, con la que comenzó a reconquistar terreno. En ese momento el gobierno de Cánovas decidíó aprovechar su posición de fuerza para sustituir a Weyler por un militar de línea menos dura, el general Blanco, y ofrecer autonomía para la isla, que entró efectivamente en vigor el 1 de Enero de 1898. Por aquel entonces Cánovas había sido asesinado por un anarquista. Pero la oferta de autonomía llegó demasiado tarde, porque los cubanos sólo se conformaban con la independencia total. En este contexto es en el que se produce la decisiva intervención de Estados Unidos en el conflicto. Analizaremos a continuación los antecedentes de esta intervención norteamericana y las causas y desarrollo de la misma.

2. El imperialismo norteamericano y la guerra hispano-norteamericana

A la altura de 1898 los Estados Unidos se habían convertido en una potencia mundial y estaba construyendo su Imperio colonial al mismo tiempo que España a duras penas podía mantener el suyo. 1. La base económica del imperialismo norteamericano. El imperialismo norteamericano tenía su base en un gran potencial económico que se había desarrollado sobre todo desde el final de la Guerra de Secesión (1861-1865). Fue entonces cuando este país se incorporó con enorme fuerza a la revolución industrial con la creación de enormes grupos empresariales liderados por personajes como Ford o Rockefeller. En tales circunstancias, Estados Unidos necesitaba ampliar sus mercados para vender su producción industrial y para colocar sus capitales excedentarios, y puso sus ojos en todo el continente americano. 2. La ideología sobre la que se apoya el imperialismo. Ya desde el primer cuarto del siglo se había desarrollado una ideología para justificar su intervención en Sudamérica. Se trata de la llamada Doctrina Monroe (por el presidente que la elaboró) de 1823, que se organizaba en torno el lema “América para los americanos”, que en principio venía a expresar una voluntad de que los europeos abandonaran definitivamente América y que, en el fondo, lo que propónía, de forma bastante cínica, era que el histórico control del continente por parte de Europa debía ser simplemente sustituido por el de Estados Unidos. A esa doctrina se uníó más tarde la llamada Doctrina del Destino Manifiesto (1845) que defendía la superioridad de la raza anglosajona y su misión histórica de “anglosajonizar” a la Humanidad. Sobre estas bases ideológicas Estados Unidos comenzó su intervencionismo en América Latina desde mediados de siglo. En los años noventa, además, aparece una corriente de opinión en Estados Unidos, la de los jingoístas, que reclamaba para su país nuevos territorios, centrando su atención en el Pacífico y el Caribe… Precisamente las zonas donde nuestro país aún tenía colonias. España, débil económica y políticamente, prácticamente aislada internacionalmente, se constituyó en un simple estorbo para los americanos. La guerra fue aceptada por nuestra parte como una cuestión de honor, sabiendo que estaba perdida de antemano. 3. En estas circunstancias se produce una importante resolución conjunta del Senado y la Cámara de Representantes americana. En dicha resolución el Congreso, tras denunciar las horribles condiciones que han existido en la isla de Cuba desde 1895 y recordar la reciente destrucción de un acorazado de los Estados Unidos, proclama:
a) El derecho de Cuba a su independencia b) El (supuesto) deber de los EE.UU. De pedir a España que abandone Cuba c) La autorización al Presidente de los EE.UU. A intervenir militarmente en el conflicto. D) La intención de EE.UU. De no ejercer soberanía, jurisdicción o autoridad sobre la isla una vez haya quedado independiente de España. E) El establecimiento de un plazo muy breve (ultimátum) de sólo cuatro días para que España satisfaga las peticiones del Congreso, pasado el cual el Presidente procedería a ordenar la intervención armada, la guerra, contra España. 4. La auténtica intención de EE.UU era hacerse con el control de Cuba y la guerra se había convertido a la altura de 1898 en la única posibilidad real, tras varios intentos de compra a España desde 1843 hasta Marzo de 1898 (es decir, unos días antes de tan solemne como hipócrita resolución). Las causas de dicha pretensión, ya apuntadas antes, serían la necesidad de nuevos mercados y la sensación de que el control de Cuba era esencial para asegurar la seguridad de la costa sur de EE.UU. Pero el Congreso oculta dichas intenciones y causas reales ante la opinión pública internacional alegando razones humanitarias y la “provocación” que había supuesto la destrucción del acorazado Maine, hundido en el puerto de La Habana el 15 de Febrero anterior. Dicho hundimiento se produjo por razones nunca aclaradas, entre las que se citan desde una explosión accidental de las calderas hasta un sabotaje de los propios norteamericanos para tener un pretexto para la guerra, pasando por la responsabilidad de los independentistas cubanos que esperaban así forzar la intervención norteamericana. Sin embargo fue la idea menos verosímil, la de que habían sido los españoles los responsables, la que se difundíó en EE.UU. Por medio de la prensa sensacionalista que alentó la idea de la guerra contra España, con el lema “Recordad el Maine, al infierno con España”. 5. La guerra hispano-norteamericana y la resolución del conflicto. Sea como fuere, el caso es que, en efecto, EE.UU. Declaró la guerra a España en Abril de 1898. En Madrid la noticia de la declaración de guerra norteamericana lanzó a la gente a las calles para manifestar su patriotismo y la prensa contribuyó irresponsablemente a lanzar a la opinión pública a un belicismo que conducía necesariamente a una derrota sin paliativos. La desproporción de potencial bélico era tan abrumadoramente favorable a las fuerzas norteamericanas que la guerra supuso un auténtico desastre para España. La guerra se desarrolló en dos escenarios: las Filipinas y el mar de las Antillas, y en realidad sólo hubo tres episodios importantes: Cavite, Manila y Santiago de Cuba.
En las Filipinas la población española era escasa y los capitales invertidos eran poco significativos. Durante siglos la presencia colonial se había mantenido gracias a unas tropas escasas y a la existencia de diversas órdenes religiosas. La insurrección había comenzado en 1892 cuando José Rizal fundó la Liga Filipina, con el programa de expulsar a los españoles y sus órdenes religiosas para lograr la independencia. Desde 1896 la insurrección se extendíó por el país y tras la condena a muerte de Rizal su puesto fue ocupado por Emilio Aguinaldo. La reacción militar española consiguió que los independentistas filipinos tuvieran que firmar un pacto por el que se cerraba la crisis momentáneamente.Cuando en 1898 EE.UU. Declaró la guerra a España, una escuadra de ese país salíó de Hong-Kong con destino a Manila. A la escuadra española, compuesta por antiguos buques de casco de madera que poco tenían que ver con los de hierro de los norteamericanos, sólo le quedaban dos opciones: impedir su acceso a la bahía de Manila o permitir su entrada en la misma para luchar con el apoyo de la artillería del fuerte de Cavite. Se optó por esta segunda idea, pero nada pudo hacer frente a la enorme superioridad norteamericana, por lo que Cavite hubo de rendirse a las pocas horas. Manila se rindió el 14 de Agosto de 1898.
Por lo que respecta a Cuba, fue decisiva la derrota en la ciudad de Santiago de Cuba. Cuando la escuadra española del almirante Cervera entró en su puerto en busca de aprovisionamiento de carbón se encontró con que dicho puerto estaba bloqueado por la escuadra norteamericana. Pese a lo desesperado de la situación, el almirante Cervera recibíó órdenes directas desde Madrid para que entablara combate con los norteamericanos —pura cuestión de honor— de modo que el día 3 de Julio nuestra flota fue literalmente machacada por la de EE.UU. En unas horas. Días mas tardé cayó la propia ciudad de Santiago de Cuba y la isla de Puerto Rico. España tuvo que rendirse en el mes de Agosto. En Diciembre de 1898, mediante el Tratado de París, España cedía a EE.UU. Puerto Rico, Filipinas y otras islas del Pacífico en concepto de indemnización de guerra y concedía la independencia a Cuba. La independencia de Cuba fue más nominal que real, debido a la “protección” que EE.UU. Empezó a ejercer desde entonces sobre la isla, de modo que en realidad se convirtió en su protectorado, ocupándola militarmente entre 1899 y 1902, bajo el pretexto de proporcionarle las condiciones necesarias para el inicio de su andadura independiente. En 1901 una resolución del Congreso autorizó EE.UU. A intervenir en la isla “para defenderla” cuando lo estimase necesario. En 1903 un tratado comercial cubano-norteamericano en teóricas condiciones de reciprocidad sirvió en realidad para reforzar y garantizar la dependencia económica cubana respecto de su vecino del norte.

3. La crisis del 98 y el regeneracionismo


Con el Tratado de París España perdía definitivamente todas sus posesiones coloniales de Ultramar. Se cerraba así una larga etapa histórica de España iniciada con el descubrimiento de América y se iniciaba una profunda crisis de identidad de un país con un sistema político corrupto, inmoral e hipócrita —el caciquismo—, muy atrasado económicamente en comparación con los países del entorno, aislado internacionalmente y que se quedaba sin lo que había constituido su motivo de orgullo durante más de cuatro siglos: las posesiones americanas. Las repercusiones concretas del Desastre fueron, entre otras, el resentimiento de los militares contra los políticos, a quienes culpaban de haberles conducido a una guerra inútil y sin medios, resentimiento que provocará en breve su vuelta a la vida política. Por otro lado, se despertó un profundo antimilitarismo popular, dado que, debido a la posibilidad de eludir el reclutamiento mediante una redención en metálico, sólo fueron a la guerra los más desfavorecidos; las campañas antimilitaristas de la izquierda provocaron, a su vez, la animadversión hacia ésta de los militares. En el plano económico, la pérdida del mercado colonial se intentó compensar con una vuelta al proteccionismo, elevando los aranceles que habían sido rebajados en 1891 e iniciando una larga etapa que sólo terminará con el Plan franquista de Estabilización en 1959. En política exterior, la frustración por la pérdida motivaría que inmediatamente se volviera los ojos a otra zona de expansión, Marruecos, lo que costaría otro largo conflicto y otra riada de sangre. En 1898 España “se había quedado sin pulso” en expresión del político de la época Silvela, con Cuba había perdido el norte como nacíón y tenía que buscar una salida y revisar los presupuestos ideológicos que la habían llevado a esa situación. Un deseo de regeneración se extendíó entre los intelectuales, los políticos y entre amplias capas de la sociedad. En ese contexto surge la corriente de opinión llamada precisamente Regeneracionismo, con figuras destacadas como las de Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu, Macías Picavea y sobre todo Joaquín Costa; todos ellos señalán los males de España, sus causas y apuntan soluciones que pasaban por una moralización de la vida política, rechazando explícitamente el sistema electoral corrupto y el sistema social del caciquismo, y una mejora en el sistema productivo (por ejemplo, con el desarrollo de infraestructuras de regadío) y un desarrollo de la educación (Despensa y escuela era el lema de Joaquín Costa) como elementos clave para la modernización de España, lo que se identificaba con su europeización. El sistema de la Restauración se veía pues abocada a una crisis que terminaría por liquidarlo con el tiempo.

4. Inicio de la crisis: primera parte del reinado de Alfonso XIII (1902-1917)

Alfonso XIII accedíó al trono de España en Mayo de 1902, cuando aún no había cumplido los diecisiete años. Su reinado, como acabamos de ver , se inició bajo el impacto sufrido en la conciencia de los españoles por el Desastre del 98, suscitándose un debate sobre los problemas de España. La consecuencia fue que el sistema político de la Restauración, el que había diseñado Cánovas en los años 70 del Siglo XIX, había entrado en una profunda crisis de la que ya no llegaría a recuperarse. Por lo que respecta al sistema político propiamente dicho (lo que hemos venido en llamar turnismo, canovismo o, más peyorativamente, caciquismo), los problemas con los que se enfrenta son, fundamentalmente, dos: a) La desaparición de los grandes líderes de ambos partidos. Así, Cánovas fue asesinado en 1897, su sucesor en el Partido Conservador, Francisco Silvela, murió en 1905, y por su parte, Sagasta, del Partido Liberal murió en 1903. B) Relacionado con lo anterior, las profundas divisiones internas dentro de los dos grandes partidos dinásticos, debido a que surgieron múltiples líderes sin que ninguno de ellos lograra adquirir el carácter de líder indiscutido y perdurable de que gozaron en su tiempo Sagasta y Cánovas. En el terreno de los hechos concretos, y aunque con dificultades crecientes, el turnismo se mantuvo, gracias a personajes como el conservador Antonio Maura y el liberal José Canalejas, que dominaron el panorama político español entre 1907 y 1912. Estos dos personajes en un cierto momento parecían haber alcanzado dentro de su propio partido la capacidad de liderazgo de Cánovas y Sagasta respectivamente. Pero la caída en desgracia del primero de ellos como consecuencia de la Semana Trágica de Barcelona, en 1909, y el asesinato del segundo en 1912, terminaron con tales expectativas e hicieron cada vez más difícil la continuidad del sistema. Roto el consenso sobre el turnismo, es decir, siendo cada vez más difícil llegar al mutuo acuerdo sobre la necesidad de recambio de gobierno, sobre la necesidad de ceder el gobierno al otro partido, hubo que recurrir a los llamados “gobiernos de concentración nacional”, compuestos por miembros de ambos partidos. No obstante, tampoco esos gobiernos fueron capaces de resolver la grave crisis del sistema, que acabaría por derrumbarse en 1923.

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