La autocracia en Rusia: Un análisis del régimen zarista en el siglo XIX

La autocracia

En la segunda mitad del siglo XIX, Rusia era un enorme imperio gobernado de forma autocrática por los zares de la dinastía de los Romanov.

El imperio ruso aparecía como el último bastión del absolutismo a comienzos del siglo XX. El zar ejercía un poder absoluto con el apoyo de la Iglesia Ortodoxa, el ejército, una burocracia centralizada y una policía política omnipresente, encargada de reprimir cualquier oposición al régimen oficial. Se encarcelaba a las personas por delitos políticos y se les obligaba a emigrar a las nuevas tierras asiáticas. No existían partidos políticos legales ni había elecciones, en un régimen político en el que la mayor parte del proletariado y el campesinado seguían pasando hambre y eran analfabetos.

El intento modernizador de Alejandro II

La sociedad rusa era rural. Ante este enorme atraso económico, el zar Alejandro II (1855-1881) decidió impulsar una serie de reformas que lograran apuntalar un régimen que padecía una lenta agonía.

En 1864 se crearon los zemstvos, consejos locales donde conjuntamente nobles, ciudadanos y campesinos adoptaron las medidas por las que se habían de regir tantas iniciativas en la construcción de carreteras, en la sanidad y en la enseñanza.

Muchos miembros de la oposición al zarismo ejercieron de médicos o como profesores en estas instituciones. Durante estos años mejoraron también las universidades que empezaban a acoger, además de hijos de la nobleza, a la escasa clase media. La justicia mejoró fomentando jueces y jurados independientes. Sin embargo, el propio zar Alejandro II murió, víctima de un atentado terrorista, en 1881.

La reforma agraria más importante fue la abolición de la servidumbre en 1861.

¿Cuáles fueron las razones del fracaso de la reforma agraria?

  • La tierra se distribuyó entre la nobleza y el campesinado que recibió una extensión inferior a la que antes cultivaba.
  • Pero esta distribución no era gratuita y los campesinos tuvieron que comprar la tierra de peor calidad a sus antiguos señores. El Estado adelantó a la nobleza el pago del valor de las tierras cedidas a un precio caro y los campesinos debieron amortizarlo en un plazo de 49 años.
  • En teoría, el campesinado obtenía la libertad personal pero en la práctica quedó vinculado al mir, responsable del pago de la redención y de los impuestos al Estado.
  • El rápido crecimiento de la población aumentó el problema de la subsistencia y el descontento del campesinado, pues la reforma agraria no incrementó la producción ni el poder de compra del campesinado.

Los primeros pasos del capitalismo

En 1905, Stolypin, primer ministro del zar Nicolás II (1894-1917), emprendió una nueva reforma que pretendía crear una numerosa clase de campesinos prósperos y políticamente leales al régimen. Pero dos hechos limitaron su alcance: no afectó a las propiedades de la nobleza y de la Iglesia, por lo que el campesinado más pobre no se benefició de ella. Se suprimió definitivamente el mir y el pago de las redenciones, lo cual favoreció la aparición de unos 2,5 millones de prósperos campesinos propietarios kulaks, y cobró un cierto auge la agricultura comercial.

El desarrollo industrial se aceleró en el cambio de siglo (1890-1913) debido a las inversiones extranjeras y a la construcción del ferrocarril.

En 1900, la participación del capital extranjero en empresas privadas rusas era del 25%, y en 1913 superaba el 33%. Esto planteó un grave problema, el endeudamiento y la dependencia del exterior, que llevaron a los gobiernos zaristas a aumentar la presión fiscal para saldar la deuda externa.

El desarrollo del ferrocarril impulsó las industrias siderúrgicas y la minería del carbón. Creó importantes islotes industriales en las regiones de San Petersburgo y Moscú, en Ucrania, en la Polonia Rusia y en el bajo Don.

En 1913, la población activa en la industria moderna era solo el 5% de la población activa total. Por tanto, el Imperio Ruso conservaba muchos aspectos de una economía atrasada pero no estancada. El país estaba transformándose, provocaba tensiones sociales y políticas en las ciudades pero también en un mundo rural dominado por la miseria y el hambre de tierras.

Las ideas revolucionarias a finales del siglo XIX

El contraste entre Europa liberal y un Imperio Ruso absolutista y feudal suscitaba, a mediados del siglo XIX, una oposición al zarismo en el seno de una minoritaria clase intelectual.

Dos grandes corrientes se perfilan desde los primeros momentos: la occidentalista, la de los partidarios de imitar los logros del liberalismo occidental, y la eslavófila, que rechazaba los corrompidos modelos occidentales y ensalzaba las virtudes del campesinado ruso, al tiempo que pretendía implantar un socialismo agrario. De esta segunda parten los dos movimientos socializantes más típicamente rusos: el nihilismo y el populismo.

El nihilismo cuajó en 1862 con el movimiento de La Joven Rusia, que defendía la acción terrorista como la única forma de destruir el orden social y político existente.

En la década de 1870 surgió el movimiento populista, que reconocía en el campesinado ruso la fuerza revolucionaria por excelencia y al futuro protagonista de la revolución.

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