Introducción a la España Borbónica
El inicio del siglo XVIII marcó una nueva etapa en la historia de España con la llegada de la dinastía de los Borbones tras la Guerra de Sucesión (1701-1714). Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia, impuso un modelo político inspirado en el absolutismo centralista francés, sustituyendo progresivamente el sistema descentralizado de los Austrias. Tanto Felipe V como su sucesor, Fernando VI, emprendieron un amplio programa de reformas en los ámbitos político, administrativo, militar y colonial, con el objetivo de fortalecer el poder real y modernizar el Estado para recuperar el prestigio internacional perdido en el siglo XVII.
Reformas Institucionales y Dinásticas
La Ley Sálica de 1713
Una de las primeras reformas institucionales fue la promulgación de la Ley Sálica en 1713, que excluía a las mujeres del acceso al trono en caso de existencia de herederos varones. Inspirada en la tradición francesa, esta ley pretendía asegurar la continuidad dinástica masculina y evitar disputas sucesorias. Sin embargo, esta reforma tendría consecuencias a largo plazo, ya que cuando Fernando VII quiso permitir la sucesión de su hija Isabel, la derogación de la Ley Sálica provocaría las Guerras Carlistas. Por tanto, aunque eficaz en su tiempo, la medida generó conflictos dinásticos posteriores.
Centralización del Gobierno y la Administración
El Nuevo Sistema de Gobierno Central
Las Secretarías de Despacho
El antiguo sistema polisinodial de los Austrias, basado en Consejos territoriales y temáticos, fue sustituido progresivamente por las Secretarías de Despacho, que actuaban como auténticos ministerios modernos. Se establecieron Secretarías de Estado, Guerra, Marina, Hacienda e Indias, entre otras. Estas instituciones permitieron una administración más ágil, especializada y directamente subordinada al monarca, reforzando el centralismo y reduciendo la autonomía de los cuerpos colegiados heredados del pasado.
El Regalismo Borbónico
Los Borbones también fortalecieron el control del Estado sobre la Iglesia mediante el regalismo. El monarca reclamó prerrogativas tradicionales como el patronato regio, que le permitía intervenir en los nombramientos eclesiásticos, cobrar ciertos impuestos religiosos o limitar los privilegios del clero. Aunque la gran medida represiva —la expulsión de los Jesuitas en 1767— fue decretada por Carlos III, ya desde los reinados de Felipe V y Fernando VI se sentaron las bases para someter a la Iglesia a la autoridad del Estado, reduciendo así su poder político y económico.
Reformas en la Administración Provincial
Los Intendentes
Para mejorar la recaudación fiscal y combatir el fraude y el caciquismo local, se implantó la figura del intendente, funcionario real con competencias en Hacienda, Justicia y Ejército.
Las Capitanías Generales y la Unificación Jurídica
Se implantó la legislación castellana y se organizaron Capitanías Generales dirigidas por militares con gran autoridad. Este proceso supuso la unificación jurídica de los territorios peninsulares bajo un único modelo centralista.
Reorganización Territorial y Militar
Reformas en la Administración de América
El control de las colonias americanas fue también objeto de reforma. Para administrar mejor territorios tan extensos, se crearon nuevos virreinatos como el de Nueva Granada (1717) y, ya más tarde, el de Río de la Plata (1776). Además, para dinamizar el comercio colonial, se introdujeron los navíos de registro, que permitían mayor frecuencia en los intercambios, rompiendo parcialmente el monopolio de la Flota de Indias. Aunque gran parte del reformismo americano se consolidaría con Carlos III, Felipe V y Fernando VI sentaron las bases de la reactivación económica colonial.
Reformas Militares
Conscientes de la debilidad militar heredada del siglo XVII, los Borbones reorganizaron el ejército y la marina siguiendo el modelo francés. Se creó un ejército permanente y profesional, se fundaron academias militares y se estableció el sistema de quintas para reclutar soldados. En la marina, se construyeron grandes arsenales en Cádiz, Ferrol y Cartagena, lo que permitió recuperar parte del poder naval perdido frente a Inglaterra y Holanda.
Conclusiones
Las reformas de Felipe V y Fernando VI marcaron la transición de una monarquía descentralizada y debilitada hacia un Estado absolutista centralizado y más eficiente. Aunque algunas medidas, como los Decretos de Nueva Planta, generaron tensiones territoriales, estas reformas, además, prepararon el terreno para el reformismo ilustrado de Carlos III, considerado el gran culminador del proyecto borbónico.