El Bienio Radical-Cedista (1933-1936): Contexto y Políticas Conservadoras
La coalición republicano-socialista, que había sostenido el primer gobierno de la Segunda República, experimentó un desgaste significativo y una fragmentación interna. Surgieron profundas diferencias ideológicas: el catolicismo chocaba con el agnosticismo, el socialismo se fragmentó aún más, y el Partido Radical de Lerroux, de tendencia centralista, comenzó a acercarse a posiciones de derecha. Esta situación generó un creciente desgaste del gobierno y una polarización política, con una oposición fortalecida tanto en la derecha como en la izquierda.
En el espectro de la derecha, emergieron fuerzas significativas como la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) liderada por José María Gil Robles, junto a grupos de carácter abiertamente antiparlamentario y antirrepublicano como Renovación Española y las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista), estas últimas resultado de la fusión con Falange Española. Por la izquierda, la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y otras organizaciones anarcosindicalistas impulsaron estrategias de sindicalismo revolucionario. Incidentes como los de Castilblanco y, especialmente, la masacre de Casas Viejas (enero de 1933), que fue objeto de una brutal represión, minaron la credibilidad del gobierno de Manuel Azaña. Estos sucesos llevaron al presidente Niceto Alcalá-Zamora a disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones para noviembre de 1933.
El ascenso de las derechas y el gobierno de Lerroux
El triunfo de las derechas en estas elecciones marcó el fin del primer bienio republicano y el agotamiento de las fuerzas que lo habían sostenido. El sistema electoral, que favorecía las grandes coaliciones, benefició a los partidos de derecha. Como resultado, las derechas obtuvieron una clara victoria, mientras que las izquierdas sufrieron una significativa derrota. El Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, aunque de centro-derecha, se convirtió en la fuerza más votada dentro del bloque conservador. Esta tendencia se reflejó también en Cataluña, donde la Lliga Regionalista obtuvo la mayoría de votos, y en el País Vasco, con el triunfo del PNV (Partido Nacionalista Vasco). A pesar de ser la fuerza más votada, la CEDA, por temor a una reacción de las izquierdas y para mantener una fachada de republicanismo, cedió la presidencia del Consejo de Ministros a Alejandro Lerroux.
Las políticas del Bienio Conservador
Dentro de la CEDA existían distintas opciones políticas, algunas con ideologías autoritarias y antiparlamentarias, cuyo objetivo era desmantelar las reformas del bienio anterior. Las principales medidas adoptadas por el gobierno radical-cedista fueron:
- La reforma agraria fue revertida, devolviendo tierras a sus antiguos propietarios.
- Las medidas en materia laboral fueron revisadas, eliminándose la Ley de Salarios y otras conquistas obreras.
- Se amnistió a José Sanjurjo, condenado a cadena perpetua por su participación en el golpe de Estado de 1932, y exiliado en Lisboa.
- Se restableció el papel de la Iglesia, aprobándose el retorno de los jesuitas y la devolución a la Compañía de bienes incautados.
- En el Ejército, Gil Robles, como ministro de la Guerra, promocionó a generales afines a sus postulados y críticos con la República.
La política del gobierno radical-cedista, percibida como un retroceso, incrementó la tensión social y la movilización de obreros y partidos de izquierda. Durante el verano de 1934, la CEDA intensificó sus presiones para entrar directamente en el gobierno, lo que provocó una radicalización de las izquierdas, que lo interpretaron como un ataque directo a las conquistas republicanas. Esta situación llevó a que los sectores más moderados de la izquierda perdieran influencia frente a las posturas más radicales. El anarcosindicalismo y las corrientes más revolucionarias del socialismo, representadas por Francisco Largo Caballero, experimentaron un notable crecimiento.
La Revolución de Octubre de 1934: Insurrección y Represión
Las continuas presiones de la CEDA culminaron en la entrada de tres de sus ministros en el gobierno de Lerroux en octubre de 1934. En respuesta, la UGT (Unión General de Trabajadores) convocó una huelga general. Sin embargo, la falta de apoyo de la CNT en la mayoría de las regiones, la precipitación en la organización y la contundente represión gubernamental, provocaron su fracaso generalizado.
La insurrección en Asturias
Solo en Asturias, la huelga de los mineros derivó en una auténtica insurrección armada, consolidando una inédita alianza entre socialistas, anarcosindicalistas (cenetistas) y comunistas. Esta “Alianza Obrera” tomó el control de puestos de la Guardia Civil y cuarteles, ocupando fábricas de armamento. Posteriormente, sitiaron Oviedo y proclamaron una República Socialista, en un intento de llevar a cabo una revolución social. Para sofocar la insurrección, el gobierno envió a la Legión y a los Regulares marroquíes, bajo el mando del general Francisco Franco. La represión fue extremadamente dura, resultando en miles de muertos, heridos y encarcelados.
El «Estado Catalán» y la intervención militar
En Cataluña, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, ante la falta de apoyo de los anarquistas a la huelga general y el temor a una insurrección incontrolada, proclamó el «Estado Catalán de la República Federal Española». Aunque coincidió temporalmente con los sucesos de Asturias, no existió una correlación política directa entre ambos movimientos. El Ejército intervino rápidamente en Cataluña, declarando el estado de guerra. El presidente Companys y sus ministros fueron detenidos y encarcelados.
Las Elecciones de 1936 y el Triunfo del Frente Popular
Tras la Revolución de Octubre, el gobierno radical-cedista entró en una profunda crisis. Durante 1935, la política española se polarizó aún más, consolidándose dos bloques antagónicos: la derecha y la izquierda, esta última con una creciente tendencia hacia la formación de un frente popular antifascista. Los sucesivos gobiernos de centro-derecha no lograron garantizar la estabilidad interna, y las protestas y enfrentamientos en las calles se hicieron cada vez más frecuentes. A esta inestabilidad se sumaron graves escándalos de corrupción que afectaron directamente al Partido Radical, como el «escándalo del estraperlo», que salpicó a miembros destacados del partido y a la propia familia de Lerroux. El Partido Radical entró en una crisis irreversible, y tras dos gobiernos de transición, se convocaron nuevas elecciones generales para febrero de 1936.
Hacia la polarización política: el Frente Popular
En el contexto internacional de 1936, marcado por el avance de los fascismos y el retroceso de las democracias en Europa, se impulsó la estrategia de los frentes antifascistas. La Komintern (Tercera Internacional Comunista) promovió activamente la política de frentes populares, lo que influyó decisivamente en los partidos comunistas. En España, la brutal represión que siguió al fracaso de la Revolución de Asturias fortaleció los lazos de solidaridad entre las fuerzas de izquierda. La gestación del Frente Popular se articuló en torno a un programa común que incluía, como punto central, la amnistía para los presos políticos y sociales. Esta amplia coalición estaba integrada por partidos republicanos (como Izquierda Republicana y Unión Republicana), el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), la UGT, y el PCE (Partido Comunista de España), y contó con el apoyo electoral de la CNT. Los partidos republicanos que la integraron fueron, principalmente, Izquierda Republicana (formada por Acción Republicana, el Partido Republicano Radical Socialista y la ORGA) y Unión Republicana.
El pacto del Frente Popular se firmó en enero de 1936. Mientras las izquierdas lograron una unidad electoral, las derechas, a pesar de intentos, no consiguieron una coalición tan cohesionada. El triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 se produjo en un clima de intensa polarización ideológica, donde los enfrentamientos políticos y sociales se agudizaron durante la campaña electoral. El programa electoral del Frente Popular se centró en la amnistía para los presos políticos y el restablecimiento de las reformas del primer bienio. La CNT, aunque no formaba parte del pacto, recomendó el voto a las candidaturas del Frente Popular para lograr la amnistía. El resultado electoral configuró un Parlamento extremadamente polarizado.
El Gobierno del Frente Popular y la Escalada de Tensión
Manuel Azaña formó un nuevo gobierno del Frente Popular, compuesto exclusivamente por ministros republicanos. Sin embargo, la influencia de las corrientes más revolucionarias del socialismo, lideradas por Largo Caballero, era creciente. Este gobierno se enfrentó rápidamente a dos grandes desafíos: por un lado, la presión de sus bases sociales, que demandaban reformas más rápidas y profundas, y por otro, la creciente oposición de la Iglesia, el Ejército y los sectores económicos conservadores, que reaccionaron con hostilidad contra el nuevo gobierno.
En abril de 1936, el Parlamento destituyó a Niceto Alcalá-Zamora de la Presidencia de la República, siendo elegido Manuel Azaña para el cargo. La jefatura del gobierno recayó entonces en Santiago Casares Quiroga, quien tuvo dificultades para gestionar una situación política cada vez más radicalizada. La tensión aumentó drásticamente durante la primavera de 1936. La polarización en el Parlamento se acentuó tras la sustitución de Zamora, y la clase política manejó un discurso incendiario, reflejándose en una confrontación social creciente: desde la izquierda, el campesinado, impaciente, ocupó numerosos latifundios y aumentaron las huelgas y protestas obreras; la derecha también se radicalizó con un boicot político de agrarios e industriales. Además, la violencia política, con enfrentamientos entre pistoleros de extrema derecha y grupos de izquierda, se disparó. En este clima, el descontento en el seno del Ejército, especialmente entre los oficiales conservadores, creció exponencialmente, culminando en la preparación de un pronunciamiento militar que daría inicio a la Guerra Civil Española.