Transformaciones Políticas Europeas: Revoluciones Liberales y Nacionalismos del Siglo XIX

Las Transformaciones Políticas en Europa: Revoluciones y Unificaciones del Siglo XIX

Las Revoluciones de 1820

En 1820, una nueva oleada revolucionaria afectó a dos países de Europa: España y Grecia.

España: El Trienio Liberal

En España, la revolución tuvo un marcado carácter liberal. Fernando VII, tras su vuelta, había reimplantado el Antiguo Régimen e iniciado una persecución de liberales. En 1820, el comandante Riego, con las tropas preparadas para sofocar la rebelión de las colonias americanas, dio un golpe de Estado. El rey, asustado, juró la Constitución de 1812 y España se convirtió en un país liberal. Este experimento acabó cuando, tres años más tarde, la Santa Alianza, en el Congreso de Verona de 1822, acordó la intervención militar de Francia, los Cien Mil Hijos de San Luis, para restablecer a Fernando VII como rey absoluto.

Grecia: La Lucha por la Independencia

Después del Congreso de Viena, Austria y Rusia pretendieron controlar a los países de la península balcánica que pertenecían al Imperio Turco, creando allí un conflicto nacionalista. Los griegos proclamaron su independencia en 1822, aunque al principio no contaron con el apoyo de las potencias. Tras siete años de dura guerra, Turquía se vio obligada a reconocer la independencia de Grecia en la Conferencia de Londres de 1830.

Las Revoluciones de 1830

La nueva oleada de revoluciones de 1830 tuvo varias novedades en comparación con las de 1820:

  • En primer lugar, empezaron a participar decididamente las fuerzas populares, que buscaban ampliar el censo electoral y tener representación en el Parlamento.
  • En segundo lugar, cobró cuerpo el componente nacionalista.
  • Finalmente, se empezaron a organizar con firmeza los primeros partidos políticos burgueses: los progresistas y los conservadores.

Todo ello hizo que esta sacudida revolucionaria fuera mucho más grave para la Europa de Viena que la anterior de 1820.

Francia: Hacia un Régimen Semiconstitucional (Contexto)

En Francia, Luis XVIII (1814-1824) estaba por reimplantar el absolutismo, pero consciente de la imposibilidad de volver al pasado, había firmado una Carta Otorgada o pseudoconstitución que permitía la existencia de un Parlamento compuesto por dos cámaras: la Cámara de los Pares, formada por miembros nombrados por el rey, y la Cámara de los Diputados, elegida a través de un sufragio muy restringido. De acuerdo con esta Carta, Francia aparecía como un régimen semiconstitucional, con un rey con elevados poderes.

Las Revoluciones de 1848: La Primavera de los Pueblos

Francia: Crisis, República y Segundo Imperio

En Francia, sus causas se encuentran en la conjunción de una crisis económica (agrícola, industrial y financiera) y un descontento político. La monarquía de Luis Felipe de Orleans era constitucional, pero solo satisfacía a la alta burguesía; en cambio, la clase media criticaba la merma de libertades y aspiraba al sufragio universal, es decir, a la democracia.

En febrero de 1848, París se vio sacudida por la revuelta, que el gobierno no fue capaz de reprimir. Luis Felipe de Orleans, asustado, abdicó y dio paso a un gobierno provisional que proclamó la II República (1848-1851).

En las elecciones convocadas bajo sufragio universal, la victoria fue para la burguesía y la clase media moderada, que comenzó a desmantelar algunas conquistas sociales. Esto provocó un durísimo enfrentamiento entre los obreros y la burguesía, que a partir de ese momento mantendrían caminos diferentes.

Antes de finalizar 1848, quedó aprobada la Constitución, que mantenía el sufragio universal y establecía un fuerte poder ejecutivo en manos de un Presidente elegido por sufragio universal. Las elecciones para presidente (diciembre de 1848) dieron la victoria a Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón I. Para perpetuarse en el poder, Luis Napoleón terminó organizando un golpe de Estado, que puso fin a la II República y dio paso al II Imperio, proclamándose emperador con el nombre de Napoleón III.

Los Procesos de Unificación Nacional

La Unificación Italiana

El proceso de unificación italiana comenzó con el desarrollo de un movimiento intelectual, el Il Risorgimento, que ensalzaba la idea de una raza y una patria italianas. A partir de estas ideas, el motor de la unidad fue el reino de Piamonte-Cerdeña. Allí, su rey Víctor Manuel II (1849-1878) y el primer ministro Cavour dirigieron la lucha contra Austria, que ocupaba Lombardía y Venecia. Con el apoyo de la Francia de Napoleón III, derrotaron a Austria y la expulsaron de Lombardía (1859).

Al Piamonte-Cerdeña y a la Lombardía se unieron en 1860 los ducados de Parma, Módena y Toscana tras realizar en ellos un plebiscito. Con todas estas adhesiones, el reino de Víctor Manuel de Saboya cambió su nombre por el de Reino de la Alta Italia. Los protagonistas esenciales en la búsqueda de la unificación fueron el conde de Cavour, primer ministro de Piamonte-Cerdeña, y el aventurero Giuseppe Garibaldi. También intervino el emperador de Francia, Napoleón III.

La Unificación Alemana

El Congreso de Viena creó la Confederación Germánica, integrada por 39 Estados, entre los que sobresalían Austria y Prusia. Con la posibilidad de la unificación, se plantearon dos modelos: la Gran Alemania, que incluiría a las dos grandes potencias; y la Pequeña Alemania, que suponía la exclusión de una de ellas.

Prusia, dirigida por el rey Guillermo I (1861-1888) y, sobre todo, su canciller Otto von Bismarck, supo ponerse al frente del proceso, acabando por expulsar a Austria del futuro estado alemán unificado. Los protagonistas fueron el rey de Prusia, Guillermo I, quien hizo que la nación fuera la primera potencia militar europea, su célebre canciller Otto von Bismarck, y el jefe del Estado Mayor del ejército prusiano, Moltke.

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