6.2

Uno de los principales problemas del sector agrario español a principios del Siglo XIX era la estructura de la propiedad. En el Antiguo Régimen, la mayoría de la tierra estaba en manos de la nobleza, el clero y los municipios, y permanecía improductiva, o en manos muertas. Esos bienes estaban vinculados y no podían ser vendidos, ni repartidos, sino que eran transmitidos a sus sucesores. A lo largo de las dos etapas del reinado de Isabel II, se afrontó este problema con medidas económicas de carácter liberal. La desamortización, junto con la supresión de mayorazgos y la abolición del régimen señorial, fueron la base de las medidas con las que se pretendía liberalizar el mercado de la tierra, Las desamortizaciones consistían en la expropiación por parte del Estado, de tierras de la Iglesia y municipios para su venta en subasta pública. En compensación el Estado se hizo cargo de los gastos de culto y clero. Las desamortizaciones se realizaron desde final del Siglo XVIII, pero el verdadero proceso desamortizador se realizó con Mendizábal y Pascual Madoz. Con la llegada de los progresistas al poder (1835-1837) durante la regencia de Mª Cristina se impulsó la desamortización. El Ministro Mendizábal aprobó la Ley de desamortización eclesiástica (1837), en la que se declaraba propiedad nacional todos los bienes de las comunidades religiosas y se establecía que fueran sacadas a pública subasta. Las medidas se prolongaron hasta 1844, cuando el Gobierno de Narváez las paralizó. Los objetivos de la ley eran múltiples: sanear la deuda del Estado, financiar la guerra carlista, penalizar a los sectores del clero defensor del carlismo y crear una clase de propietarios leal al liberalismo. Al mismo tiempo se pretendía aumentar el número de propietarios, incrementar la producción y la riqueza. La segunda gran desamortización comenzó durante el reinado efectivo de Isabel II, durante el Bienio Progresista (1854-1856). La Ley desamortizadora general (1855) del Ministro Madoz se centró en bienes municipales y la Iglesia. Quería reducir la deuda pública y financiar la construcción de infraestructuras necesarias para la modernización, sobretodo el ferrocarril. Provocó levantamientos carlistas, empujados por el clero, ruptura de relaciones con la Santa Sede y conflictos con la reina. Las consecuencias de las desamortizaciones fueron: incremento del número de terratenientes y puesta en cultivo de muchas tierras abandonadas. Los grandes perdedores fueron: la Iglesia ya que perdíó gran parte de sus bienes, los municipios y los campesinos, que vieron frustrada sus aspiraciones a la propiedad. 

El afianzamiento del Estado liberal supuso el paso de una sociedad estamental basada en el privilegio jurídico a otra de clases, jerarquizada en torno a la riqueza. Todos los españoles que pagaban impuestos y eran juzgados por las mismas leyes, quedaron definidos por su pertenencia a una clase social abierta.  La alta nobleza del Antiguo Régimen, aunque perdíó su hegemonía al perder sus privilegios, siguió teniendo gran poder e influencia durante todo el siglo. Estuvo presente en los altos cargos de la Administración, ejército, política, diplomacia y mejoró su situación económica gracias a las desamortizaciones. Su título y aristocrática forma de vida les sirvió para entrar en consejos de administración y aliarse con la burguésía a través de matrimonios. A esta vieja nobleza se sumó la nueva nobleza titulada de origen burgués. El clero también sufríó cambios con la revolución liberal.  Las desamortizaciones se llevaron parte de sus bienes, perdíó el monopolio de la enseñanza e importes fuentes de ingresos (diezmo). Se opuso al liberalismo, a la separación Iglesia-Estado y fue contraria a la tolerancia religiosa. La gran burguésía, identificada con el régimen, fue la gran protagonista, aumentó su poder e influencia con el desarrollo industrial y financiero. La supresión de privilegios posibilitó su acceso a la política. Las desamortizaciones posibilitaron conseguir bienes. La burguésía no fue un grupo homogéneo ya que se pueden diferenciar cuatro grupos: comercial, industrial, financiera y agraria. Fuera de las grandes ciudades se fue desarrollando una burguésía más modesta. Eran propietarios de tierras, comerciantes, profesionales liberales y empleados públicos. Bajo ellas se encontraban las capas populares.  Constituían la mayoría de la sociedad y estaba compuesta por campesinos, proletariado industrial y grupos marginados. El campesinado representaba el mayor porcentaje. Se diferenciaban por el régimen de tenencia de la tierra: pequeños propietarios, arrendatarios, aparceros y jornaleros. Estos últimos eran la mayoría del campesinado.Tenían bajos ingresos, horarios de sol a sol y condiciones de vida penosas. La revolución industrial aportó una nueva clase social, el proletariado industrial que se nutría del éxodo rural y antiguos artesanos. Caracterizado por bajos sueldos y pésimas condiciones de vida. Finalmente los últimos peldaños de las capas populares los ocupaban los grupos marginados. Su denominador común era el de no formar parte del sistema productivo. A estos grupos pertenecen los pobres (huérfanos, viudas, enfermos crónicos, ancianos sin familia, mendigos), maleantes, presidiarios, enfermos en hospitales, hospicios, expósitos y prostitutas.

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